Los nueve días del rey de España en Málaga

Corridas de toros, teatros, excursiones, una ampliación del espigón del puerto o el proyecto de La Farola son algunos de los pasos de José I en la ciudad

Un paseo por las huellas del hermano de Napoleón en Málaga

Imagen histórica de Málaga en 2004.
Imagen histórica de Málaga en 2004. / García Vivas

Hace poco más de dos siglos que el rey de España pasó nueve días en Málaga. Sus cronistas cuentan que fue feliz. En la primavera de 1810, el rey de España era José I, el hermano de Napoleón Bonaparte. El monarca francés de España viajó por Andalucía durante semanas y a comienzos de marzo (estuvo del 4 al 13 de marzo) entraba a la capital de la Costa del Sol por Teatinos. En Málaga, se hospedó en un palacio que hoy se conoce como el de Trinidad Grund, vio corridas de toros en la actual plaza de La Constitución, fue al teatro, a la Catedral y viajó a Vélez; firmó varios decretos de orden militar y para mejorar el espigón del puerto y construir el faro. André François Miot, alto funcionario francés y amigo personal de José Bonaparte, escribió sobre la estancia: "...si algún día José Napoleón pudo creerse realmente soberano de España, fue en este momento", según recoge Francisco Luis Díaz Torrejón en el discurso de presentación de su libro José Napoleón I en el sur de España. Un viaje regio por Andalucía en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Los lugares recorridos por el rey español de la época, aún conservan importancia y la esencia de la capital malacitana que en aquella época no vivía su mejor momento.

Un mes antes, las tropas francesas habían conquistado la ciudad con duros lances que provocaron muertos y que hoy en día se recuerdan en el Parque de los Héroes del Combate en Teatinos. La ciudad había tenido problemas con epidemias un lustro antes que habían repercutido en una gran mortandad y la conquista de los galos fue otro golpe a la estabilidad de una urbe que aún estaba lejos del desarrollo experimentado en el XIX. Bonaparte entró por Teatinos y su primera parada fue antes de llegar a la delimitación de la muralla de Málaga, una representación de la urbe salió a su encuentro en lo que entonces era una ermita y hoy es la iglesia de Zamarrilla. Calle Mármoles llevó al rey al corazón de la ciudad, pero antes un arco del triunfo en esa entrada a la urbe ayudaron a tranquilizar a un monarca que no había encontrado demasiadas muestras de apoyo en su periplo andaluz. Zamarrilla marcaba la entrada a Málaga por el camino de Antequera.

A la hora del almuerzo del domingo 4 de marzo, salvas de artillería y campanas para anunciar la presencia de la comitiva real por la ciudad. La acogida no disgustó al nuevo mandatario que se alojó durante su estancia en Málaga en lo que hoy es la calle Trinidad Grund, en el palacete que se conoce por el mismo nombre y que en aquel entonces era un edificio relativamente nuevo en el que vivía una familia de ascendencia francesa (era la casa de Maury) con buenos contactos con el nuevo gobierno. El edificio, bien situado en torno al puerto y con buenas hechuras para ser defendido, es su centro de operaciones y el ambiente de la ciudad, menos beligerante del esperado, hace que José I decida ir al teatro en la primera noche de su estancia malagueña. Por entonces, el edificio estaba en el entorno de la catedral y era un espacio más reducido que el actual Cervantes malagueño que se acabó de construir en 1870.

Al día siguiente, la lluvia no impidió la visita a la Catedral de Málaga, en la que fue recibido con todo el ceremonial que hace dos siglos se tenía con una visita real. "Es introducido en el templo bajo palio portado

por canónigos y tras la cruz procesional", apunta Díaz Torrejón que también confirma la pompa y el engalanamiento del principal edificio eclesiástico de la provincia.

Bailes, toros y firma de decretos

José I Bonaparte, retratado por Joseph Flaugier.
José I Bonaparte, retratado por Joseph Flaugier. / M.H.

En esos días también se organizaron actos públicos con la complacencia de José Bonaparte que trató de ser cercano y dejarse ver en distintos puntos de la ciudad. El teatro al que había asistido en el primer día de su estancia se engalanó en la noche del 6 de marzo para una fiesta en la que el rey pudo compartir velada con lo más selecto de la sociedad malagueña de aquel comienzo del siglo XIX. No fue el espectáculo más grande al que asistió. El edificio que domina lo que hoy es la plaza de La Constitución cuenta con gran número de negocios en el siglo XXI, pero a comienzo del XIX era la Casa Consistorial de la ciudad y en la plaza se montaba una plaza de toros (La Malagueta se acabó en 1876) que en el domingo 11 acogió un festejo taurino. El rey lo vio desde los balcones del ayuntamiento y las crónicas reflejan que una de las gradas de maderas puestas para el evento cedió ante el exceso de público y se desmoronó. No se registran heridos de gravedad.

Pero antes del festejo taurino, Bonaparte visitó algunos puntos de interés histórico de la ciudad, viajó a Vélez-Málaga, dónde se interesó por los cultivos de caña de azúcar y los ingenios, y donde pernoctó el 9 de marzo. Además, el día 12, previo a su marcha, estuvo en el Puente del Rey sobre el Guadalhorce, visitó los jardines de El Retiro en ChurrianaEl Retiro en Churriana y otros lugares de la periferia malacitana.

La firma de decretos y los proyectos legislativos también se llevaron tiempo de la estancia napoleónica en la ciudad. José I firmó varios decretos de carácter militar, la mayoría para crear o mantener partidas militares que nunca llegaron a ser cómo se proyectaron. Más interesantes fueron los documentos en los que se refiere al puerto: alargar el espigón de Poniente y planificar y calcular el coste de la construcción de La Farola. El faro se acabó en 1817 y tardó tres años en levantarse, así que cuando se puso la primera piedra, José I ya estaba lejos de España. El otro proyecto era una necesidad de la ciudad que el francés retomó.

Los nueve días del rey de España José I en Málaga se conocen sobre todo por fuentes cercanas al mismo y se producen en unos momentos convulsos para la ciudad y el resto del país. Sin embargo, la sensación es que el mandatario se sintió feliz en la urbe malacitana y sus allegados la comparan con Nápoles, donde el hermano de Napoleón había vivido buenos momentos. El mar, la bahía y el legado que comparten ambas ciudades pudieron servir para el símil. En cualquier caso, sus pasos sirven hoy en día como excusa para conocer los rincones históricos de Málaga y vivirlos de una manera diferente.

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