El Pimpi Florida: 70 años de coplas, sabor y alegría

La célebre marisquería paleña cumple años siendo fiel a un sello muy personal

Jesús López, siempre en el recuerdo del cliente

Revive el alma del Pimpi Florida

El Pimpi Florida: 70 años de coplas, sabor y alegría
El Pimpi Florida: 70 años de coplas, sabor y alegría / Javier Albiñana
Marta Jiménez

08 de agosto 2022 - 06:40

Málaga/Gregorio López, allá por los años 50, era panadero. Empezó a perder visión y asumió que su futuro laboral ya no podrías ser el mismo, así que empezó a buscar nuevas salidas profesionales. Paralelamente a esto, su cuñado regentaba una pequeña taberna flamenca y surgió la oportunidad para Gregorio de quedarse con el negocio. A partir por ahí empezó su nueva vida. La fecha oficial en la que Gregorio se hizo cargo de aquel establecimiento familiar fue en mayo del 53. Amplió el local, le puso música y nació uno de los lugares más míticos de la hostelería malagueña: El Pimpi Florida.

“Estamos en el barrio de El Palo, concretamente en la Carretera de Almería”. Unas letras rojas, una pared verde y un cierre con un cartel escrito a mano anunciando que lunes y martes se descansa. Pero de miércoles a domingo, cuando se abren sus puertas comienza una experiencia que ha sido prolongada durante tres generaciones. Es más, tanto la barra como la mampara son las originales que puso Gregorio. Toda la decoración también. Allí todo permanece atemporal porque nunca se ha perdido la esencia.

Exterior de El Pimpi Florida.
Exterior de El Pimpi Florida. / Javier Albiñana

Del matrimonio entre Gregorio López y Antonia Santos, nació Jesús, quien fue la cabeza visible y el estandarte del negocio hasta que su corazón le dio el primer aviso. Un susto que le hizo plantearse el futuro de otra manera. “A partir de aquel infarto quedó como la cara que se mostraba al público. No trabajaba pero andaba por el local y era el escaparate”. Quien habla es su hijo Pablo, actual responsable del negocio, que ya se había hecho con los mandos. “Mi compañero José y yo teníamos el método de trabajo muy mascado”, palabras con las que reconoce que, a pesar de la dureza de perder a la figura paterna, el traspaso de la responsabilidad lo vivió de forma natural.

Lamentablemente, el corazón de Jesús se paró definitivamente en diciembre de 2014 pero su alma no se fue. “Si no es cada día, al menos cada semana algún cliente me habla de él, se acuerdan de él y me lo hacen saber”, narra un orgulloso hijo con cierta emoción mientras reconoce que ese cariño que la gente mantiene hacia él rellena el tremendo hueco que dejó.

Un grupo de amigas en El Pimpi Florida.
Un grupo de amigas en El Pimpi Florida. / Javier Albiñana

Son muchos los encantos de este sitio “mágico”, como lo define el propio Pablo. Lo primero, su reducido espacio, aunque todo el mundo cabe. Un pequeño local con forma de L. Una L de la lealtad de su clientela, con la cual reconocen tener mucha suerte “porque viene feliz y con ánimo de pasarlo bien” o L de largas, como las colas que se forman desde un rato antes de abrir.

Siguiendo con sus atractivos, por supuesto, está la comida: las empanadillas de Rosa Mari, la hermana de Jesús y tía de Pablo, hechas al alimón con Sora, que es como de la familia; pescado y marisco también paleño o tortillas artesanales.

Clientes en El Pimpi Florida, rodeados de su reconocible decoración.
Clientes en El Pimpi Florida, rodeados de su reconocible decoración. / Javier Albiñana

De todo esto bien saben anónimos y famosos. Carolina Yuste, Fran Perea o Álvaro Cervantes, se han dejado ver por allí últimamente. Como hicieron en su día Marifé de Triana o Pepa Flores, cuyas fotos también cuelgan de las paredes acompañadas por otros artistas o por los collages que hacía Jesús como muestra de pasión por el flamenco y el arte.

A lo largo de los años, rostros anónimos se han unido a la decoración. Clientes que, después de haber visto una experiencia inolvidable han querido quedarse allí para siempre aunque sea dejando una foto suya encajada en un marco. Se da el caso de que hay algunos clientes que por su asiduidad ya son casi como uno más entre los López y también figura su foto en el local. Gorras de diversos cuerpos de Seguridad del Estado o carteles con devociones de la ciudad completan la escenografía de este rincón de la ciudad donde la rutina se frena en medio de la sonrisa de Juanito Valderrama o la enigmática mirada de Greta Garbo.

El interior de El Pimpi Florida.
El interior de El Pimpi Florida. / Javier Albiñana

Las propias voces de Marifé o de Marisol son algunas de las que resuenan como piezas fundamentales del celebérrimo hilo musical de El Pimpi. Camilo Sesto, Rocío Jurado, Nino Bravo se dan la mano rompiendo las barreras espacio temporales. Porque allí las canciones son la vida misma. Le ponen letra a las emociones por las que se brindan. Por eso se elige la canción adecuada Mi gran noche, de Raphael “para venirse arriba” o Un beso y una flor para que todo el mundo cante a coro. O quizás Madrina de Juanita Reina para recuperar y seguir con más fuerza. Cuando la euforia se desata puede sonar El novio de la muerte para que todos los parroquianos coreen.

Todo se cuida para que nunca decaiga el ánimo en este templo de la alegría que ya celebra siete décadas de vida.

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