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Málaga/La escena tiene lugar a las 17:05 cuando una mujer entra y pide en la barra dos cafés para llevar. La respuesta del camarero es irrebatible: "Tenemos prohibido servirles si vienen en pijama o en bata". Esa es la condición que la cafetería Los Monaguillos, ubicada en calle Mármoles, impone a sus clientes desde hace más de una semana para acceder al local. La razón que la responsable esgrime no es otra que evitar ofender al resto que sí se preocupa de cuidar mínimamente su vestimenta y, de paso, disuadir a los vecinos de que vistan por la calle el atuendo propio de estar en casa. Una tendencia que, aunque saltó hace años a las pasarelas y sigue teniendo repercusión solo en puntos concretos, no pasa desapercibida en la zona.
María José Silva, la impulsora del negocio, que aspira a revitalizar el entorno, asegura a sus 76 años que la empresa carece de un código de vestimenta estricto y que no pretende discriminar a nadie. "Me da igual quien entre, pero hay que saber respetar. Igual que yo lo hago con mi perro en un carrito, pido a los clientes que estén vestidos", argumenta. Una pizarra colocada en el exterior de la cafetería advierte de la negativa al uso en público de estas prendas. "Atención. Prohibida la entrada a toda persona en pijama o bata. Disculpen las molestias", reza el texto.
La medida ha sido aplaudida por muchos y criticada por aquellos que suelen salir de esta guisa. "Algunos responden fatal. Se van gritando y diciendo que hay muchos más bares. Pero a otros les parece muy bien, incluso se quitan la bata y preguntan si ya se les puede atender", relata Karen Mariana Aguero, una de las camareras, quien recuerda que han llegado a recalcarles que es el personal el que debe "adaptarse al barrio de la Trinidad". Darío Díaz, otro empleado, reconoce que, más allá de las críticas, la iniciativa ha tenido gran repercusión. "Entran a preguntarnos si es verdad lo que dice el cartel y se hacen fotos en la puerta", cuenta orgulloso.
Los Monaguillos, abierto el verano pasado, hace honor a la fábrica de chocolate regentada por Lorenzo Silva de los Ríos, progenitor de la propietaria del bar, que pretende convertir en un restaurante. Prohombre de la Málaga de los años 40 y vinculado a la Cofradía del Huerto, murió con 51 años en un accidente en el 58, explica su hija.
La cafetería, también churrería, ofrece menús por 6,95 euros (7,50 los sábados) y está engalanada con carteles relacionados con la actividad pública de Silva. "Intento acabar lo que mi padre no pudo. Me decían que me había equivocado abriendo el local en esta zona, pero creo que, si tienes personas que te ayuden, con los negocios uno nunca se equivoca", subraya la dueña, cuya intención, resalta, no ha sido sino rescatar a personas del paro.
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