Ruta de Benalauría a Atajate pasando por Benadalid
Senderismo y naturaleza
Nueve kilómetros de senda sosegada
La semana que viene, si Dios quiere, llegamos hasta Alpandeire
Las sendas que recorren la provincia de Málaga tienen la virtud de estar interconectadas de maneras muy íntimas, con numerosos nódulos y ramales que hacen de ellas una red que se puede recorrer como queramos. Así, la ruta que conecta a Benalauría con Atajate tiene como hito Benadalid y, si la continuamos, nos llevará hasta Alpandeire.
Ficha
Ruta: lineal.
Inicio: Benalauría.
Meta: Atajate.
Hito: Benadalid.
Distancia: 9 kilómetros.
Dificultad: fácil.
Tiempo: 4 horas aprox.
De esta forma, largas tiradas se pueden dividir en caminos más manejables, poniendo en práctica nuestro propio y personal descubrimiento de Málaga, elaborando nuestros propios mapas y trazados. Como los exploradores de antaño, pero sin sufrir las leves molestias que provoca la disentería.
La senda entre Benalauría a Atajate (o desde Atajate a Benalauría) es un trazado lineal de 9 kilómetros (o circular de 18 kilómetros, ida y vuelta) que parte desde el barrio alto de Benalauría hacia la torre de la Virgen del Rosario -también conocida como el torreón de Benalauría- y de ahí a la antigua venta de Santo Domingo. Esta venta, que está a dos kilómetros escasos del núcleo urbano, parece cómplice del deseo que tiene Benalauría de ocultarse entre la naturaleza.
En sus tiempos este lugar fue parada obligada para tratantes, arrieros e incluso para los médicos visitadores de Ronda antes de la inauguración del consultorio de Algatocín. Desde este lugar, la espectacular mole caliza del peñón de Benadalid o tajo de los Aviones desafía a los escaladores a que se suban a su chepa si tiene the right stuff.
Seguimos y dejamos atrás la fuente de la Encina hasta alcanzar la vereda del Camino de Ronda. Nos tropezaremos con una encrucijada donde unos carteles nos indicarán dos caminos: Siete Pilas, a tres kilómetros y medio; y Benadalid, a 1,8 kilómetros.
Tomaremos el segundo y avanzaremos bajo los farallones del peñón de Benadalid, entre olivos, almendros y encinas, con zarzas, rosales silvestres, matagallos y plantas trepadoras aferradas a las rocas, y observando a lo lejos, al este, la profunda hendidura del arroyo de las Veguetas en su discurrir en busca del río Genal. De la importancia estratégica de la vía que recorremos quedan huellas, como el afloramiento en ciertos tramos del empedrado romano que formaba parte de la Vía XIII Carteia-Arunda.
En el punto más elevado de la etapa, a 842 metros de altitud, tropezamos con el Puerto de la Horca, punto que divide los términos municipales de Benalauría y Benadalid.
Ahora toca recorrer el plácido descenso hacia Benadalid, el cual nos brindara la visión del caserío que tiene el mismo nombre de la localidad y su peculiar castillo.
La presencia de un grupo de eucaliptos y de la cerrada venta Aguayar, nos indica que hemos llegado a Benadalid en el kilómetros tres de nuestra ruta.
Como hemos comentado, aquí podríamos, si lo decidimos así, terminar la ruta y visitar el pueblo. Pero nosotros continuaremos hasta Atajate saliendo del pueblo por el norte y retomando una ruta con un terreno dócil, muy distinto al del camino que dejamos atrás.
La vegetación circundante incluye encinas, olivos, almendros, higueras, chumberas, cornicabras, hiedras y otras plantas de las que ofrecen informan unos carteles informativos que nos ayudarán a parecer, cuando al día siguiente hablemos de esta ruta con los compañeros del trabajo, que sabemos mucho de botánica.
Pasamos por el solar del Piche, la antigua ubicación del lavadero municipal, de donde brota un manantial que, junto al de la Fuensanta, situado en la fachada del Guadiaro, abastece al pueblo de Benadalid.
Vadeado el estrecho cauce del arroyo de la Solana, el camino asciende poco a poco zigzagueando sumido entre zarzas, rosales silvestres y erguenes hasta alcanzar los restos de la antigua venta Los Pavos, también conocida como venta de San Isidoro.
Unas ruinas que en el pasado lejano ofrecían comida, bebida y reposo, amén de noticias, a arrieros, contrabandistas y viajeros. Con la llegada de las carreteras, el tren y otros medios de transporte, la actividad arriera languidece y las ventas y posadas decaen hasta desaparecer. El capitalismo siempre fastidiándolo todo. ¡Antes se vivía mejor, todo el mundo lo sabe!
En fin, después de llorar un poco por el pasado que no hemos conocido y del que sólo sabemos cuatro cosas gracias a una dudosa aplicación móvil que versa sobre historia, seguimos por un carril que nos conduce a Atajate mientras nos regala hermosas panorámicas: al oeste, Sierra Blanquilla, sierra del Palo y la sierra de Juan Diego o Benaoján, prolongada hacia el norte. Mientras, al levante, se aprecian los farallones de Jarastepar y los Riscos, tras los que asoman algunas cimas del Parque Natural Sierra de las Nieves, como el Torrecilla, uno de los pilares que sostienen el cielo de Málaga.
Ya en territorio atajateño, y después de un kilómetro, abandonamos la senda a la altura de la finca de Yuncar y, tras afrontar un repecho, alcanzamos la carretera en el puerto del Oro.
Enfrente, por encima de una finca de castaños, sobresale el camino que hemos de tomar, entre parcelas donde se alternan castaños, cerezos, olivos, higueras y, sobre todo, arbustos silvestres, a ambos lados, especialmente las zarzamoras y los endrinos.
Los viñedos del entorno nos conduce hacia la entrada de Atajate, accediendo al mismo por un paseo empedrado que nos da la bienvenida y que nos conducirá, entre susurros, hacia un tinto con limón bien fresquito.
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