Ruta de Estepona a Marbella: brisa salobre para aliviar nuestros pulmones
Redescubriendo la provincia
La etapa 30 de la Gran Senda de Málaga discurre junto a un buen trecho de litoral
Más de 27 kilómetros de paisajes marinos por una senda sencilla y sin complicaciones
Si ayer listábamos seis rutas para recorrer junto al Mediterráneo o para disfrutarlo como meta, hoy reseñamos la etapa 30 de la Gran Senda de Málaga que une a Estepona con Marbella (o a Marbella con Estepona, tanto monta) en la que también disfrutaremos de una refrescante brisa salobre que nos despejará los alvéolos pulmonares.
Ficha
Ruta: lineal.
Inicio: Estepona.
Meta: Marbella.
Distancia: 27kilómetros aprox.
Dificultad: ninguna.
Duración: 7 horas.
La ruta es sencilla y llana, aunque, eso sí, larga: poco más de 27 kilómetros y una duración de unas siete horas (como siempre, dependiendo de nuestra pachorra).
El comienzo de la etapa lo marca el esteponero arroyo de la Cala que enlaza con las pasarelas de madera que se han instalado para potenciar y hacer más fácil recorrer los caminos de la Gran Senda. A lo largo de todo este trazado hay una profusa vegetación aunque básicamente son plantas de jardines.
Al doblar la punta de los Mármoles hay un trozo de albero y acerado que finaliza en una pequeña playa, Punta de la Plata, de cantos rodados, aunque un lugar ideal para avistar aves marinas debido a su relativa tranquilidad.
Cuando estemos ahítos de tanto pajarraco costero, seguiremos avanzando hacia el este por diversos suelos: albedo, asfalto, arena… hasta llegar a una ancha zona de playas consecuencia de los numerosos ríos que desembocan en ellas.
El primero es el río Padrón, caracterizado por sus cañaverales y carrizales. Un lugar que refleja el devenir de la Costa del Sol en su más pura idiosincrasia: justo al lado de un hotel de lujo -en cuyos jardines se sitúa la primera de las muchas atalayas árabes presentes en el litoral de Estepona-, es posible encontrar un huerto esteponero a pie de playa, mientras surgen los primeros ejemplares de plantas adaptadas a las arenas dunares.
Más adelante aparecen el río del Castor, el río Velerín y la torre vigía del Velerín. Estepona cuenta con hasta siete de estas torres almenaras repartidas a lo largo de sus 21 kilómetros, testimonios de un sistema de defensa que perduró hasta el siglo XIX.
Nosotros, por nuestra parte, continuamos la senda y llegamos a un varadero con algunas barcas pesqueras tradicionales y los tornos utilizados para arrastrarlas fuera del agua.
Cuando se pasa el arroyo de las Cañas se llega a la punta del Guadalmansa. Sabemos que estamos en el sitio correcto si vemos la torre vigía de Desmochada, dentro de los jardines de una urbanización.
La desembocadura del río Guadalmansa, de grandes dimensiones en comparación con las de los arroyos que dejamos atrás, queda bastante cerca. Sus riberas, llenas de vegetación y fauna, conectan con el primer cordón dunar costasoleño, con vestigios de la flora predominante antaño en la punta y la playa del Saladillo.
El arroyo Taraje está un poco más adelante y se ve bien marcada por el hito de la torre del Saladillo, situada en una rotonda asfaltada. Tras pasar por los arroyos del Saladillo y de Dos Hermanas, bajo álamos y pinos piñoneros, localizamos un nuevo cordón dunar de nombre Matas Verdes o Casasola, separado del último de los bosques litorales de Estepona por una empalizada de madera.
El siguiente mojón del camino lo marca la torre de Baños o de Casasola. Inaccesible a causa de una valla, junto a los jardines del Hotel Atalaya, Torre de Baños-Casasola, está a muy pocos metros de la playa y su nombre le es dado por las termas romanas que existen en las cercanías.
Esta torre es singular por su esbeltez. De hecho, lleva a gala ser la almenara más esbelta de todo el litoral andaluz, con una altura de quince metros.
Esta atalaya da paso a la punta de Baños y después al río que marca la transición al término municipal de Marbella: el río Guadalmina.
Ya entrado en el término marbellero nos recibe, cómo no, el verdor del césped del campo de golf que conecta literalmente con la arena de la playa.
Nos recibe la torre de las Bóvedas, muy bien conservada, y enclavada en el conjunto arqueológico de las termas romanas de las Bóvedas. El entorno de la desembocadura del arroyo del Chopo aún nos reserva otra sorpresa cercana: la basílica paleocristiana de Vega del Mar.
Tras un empacho de historia, seguimos y nos damos de bruces con el río Guadaiza, que se cruza con nosotros en pleno paseo marítimo de San Pedro de Alcántara que enlaza con el de Marbella (como si San Pedro de Alcántara no fuera Marbella…).
El camino es, desde aquí, lo más parecido a lo que nos espera en la jubilación: recorrer un paseo marítimo infinito hasta el fin de nuestros días. De este modo, los espigones y calas de la playa de Nueva Andalucía dejan paso a la punta del Duque con su celebérrimo Puerto Banús, epítome del glamour, el capitalismo desaforado y, por qué no decirlo, el horterismo adinerado.
Justo antes, en unos jardines privados, es posible localizar la cuadrangular torre del Duque, de factura musulmana.
La Torre del Duque es otro ejemplo de torre heredada del sistema defensivo nazarí. Su nombre alude a Rodrigo Ponce de León, Duque de Cádiz y de Arcos (y no al personaje interpretado por el actor Miguel Ángel Silvestre).
Nada más cruzar el río Verde se puede hacer una rápida visita, hacia el interior, de un yacimiento romano de una villa homónima muy relevante.
La última torre almenara de esta senda es la de punta de Nabules. Y ya lo que nos queda es recorrer otro gran trecho de paseo marítimo, pasar por el arroyo de Nagüeles, dejar atrás un bonito pinar en la playa de Casablanca y finalizar el recorrido en la desembocadura del arroyo Guadalpín en pleno centro de Marbella donde podremos disfrutar de todo lo que la ciudad tiene para ofrecernos.
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