La Cueva del Tesoro: un refugiado romano, seis monedas almorávides y un suizo con dinamita
Craso pudo pasar ocho meses en ella y saquear Malaca antes de unirse en triunvirato a Julio César; Tasufín ben Alí perdió la vida y mandó el tesoro almorávide fuera de Orán, muchos lo han buscado desde entonces
El monumento natural es uno de los puntos imperdibles de la costa este malagueña y el Rincón de la Victoria ofrece recursos para una jornada de asueto
Antes de ser cónsul de Roma, socio de Julio César y Pompeyo en el primer Triunvirato, o de reprimir de manera terriblemente cruel la rebelión de Espartaco, Marco Licinio Craso tuvo que huir de la península itálica y esconderse durante ocho meses en una cueva de Hispania frente al Mediterráneo. En el siglo XII, cuando los almohades golpeaban la frontera sur del reino almorávide, el emir Tasufín ben Alí reunió lo mejor de sus tesoros en Orán y los envió a Al Ándalus con la intención de preservarlos. En el siglo XIX, Antonio de la Nari llegó a la costa este de Málaga Málagabuscando una cueva con un tesoro musulmán que bastantes expediciones anteriores ya habían buscador. Durante casi 30 años estuvo excavando galerías y barrenando el lugar hasta que una explosión se lo llevó por delante y puso fin a su búsqueda. Dispares, lejanas en el tiempo y únicas estas tres historias comparten escenario: La Cueva del Tesoro del Rincón de la Victoria.
No son las únicas historias que hay alrededor de uno de los enclaves naturales más impresionantes por su formación y su imagen de la provincia. Pero tal vez sí sean las más llamativas. La Cueva del Tesoro es visitable, tiene actividades a lo largo del año, se han multiplicado los rodajes de cine en ella y aún cuenta con gran parte de su extensión por descubrir y poner en valor. En su interior se han localizado pinturas y restos de la Edad del Bronce y el Paleolítico; un altar a la diosa mediterránea Noctiluca, que nombra una de las salas donde además se identificaron restos de cenizas animales, probablemente fruto de sacrificios; o un seis dinares de la época almorávide metidos dentro de un candil junto a restos cerámicos y utensilios de esa época. Todo un recorrido patrimonio a miles de años de ocupación humana que han ido variándole el nombre desde ser la Cueva del Higuerón, la del Suizo o la Cueva del Tesoro.
Plutarco da la pista romana de Craso
El historiador griego Plutarco, en su obra Vidas Paralelas, le dedica uno de sus libros a Marco Licinio Craso. En él relata como después de las denominadas hoy en día Guerras Sociales de Roma, su familia ha muerto y es perseguida por Cina y Mario, por lo que Craso huye de la península itálica y pone rumbo a la parte de Hispania en la que había estado y tiene influencias. Aún así, no se atreve a contactar con los personajes de importancia que conocía por miedo. Así que se instala en una cueva frente al mar que Plutarco describe con agua y buenas características para vivir en ella y pasar desapercibido. Cuando empieza a tener necesidades de comida, manda a uno de los hombres que iban con él a contactar con Vibio Paciano, propietario de los terrenos. Vibio decide cuidar de los hombres en la cueva, da orden de que les provean diariamente de comida bien cocinada, que la dejen en la entrada de la cueva y no hagan preguntas.
Tiempos después, Vibio llega a la cueva "con dos bellas sirvientas" que acaban viviendo también dentro de la roca con Craso y sus hombres. Después de ocho meses escondido, Craso se entera de que Cina, uno de sus perseguidores, ha muerto, así que sale de su escondite y según Plutarco "eligió dos mil quinientos hombres de entre los muchos que se reunieron en torno a él, se dirigió contra las ciudades y saqueó una sola, Malaca, según han escrito muchos historiadores. Pero también se dice que Craso lo negaba y se defendía contra los que decían esto". Por eso y las descripciones del griego se señala La Cueva del Tesoro como la que escondió a Craso, de hecho, una de las salas actuales de la cavidad lleva su nombre. Hay que tener en cuenta que Plutarco nació casi un siglo después de Craso y en esta historia cita como fuente a un famoso historiador romano (Fenestela) muy leído en la época pero del que no se conservan grandes cosas. "Fenestela cuenta que él mismo vio a una de estas mujeres cuando ya era anciana y que oyó muchas veces cómo recordaba y explicaba esta historia con pasión", refleja Plutarco en su Vidas Paralelas. Después de esos meses, el personaje viajaría Libia y empezaría su ascenso hasta ser uno de los romanos más ricos e influyentes de su época.
El tesoro musulmán
El nombre actual de la cueva tiene todavía el eco de esta historia: Tasufín ben Alí ben Yusuf fue uno de los últimos emires almorávides. La influencia de su reino y su poder militar había conseguido unir bajo su mando gran parte de la península ibérica y el norte de África, pero en la primavera de 1145, los almohades cercaban a su ejército en Orán. Ben Alí pidió a su flota, que estaba en Almería, que fuese a Orán para ayudar, aunque no le dio tiempo a embarcar: su caballo se despeñó en la huida de la fortaleza que sus enemigos almohades ya había incendiado. La Leyenda dice que su tesoro viajó a la península en los barcos que permanecieron fieles a su causa y que 17 hombres lo enterraron en la cueva que hoy está en el término municipal del Rincón de la Victoria. En cualquier caso, los almohades acabaron con el dominio almorávide en la península y el norte de África en los años siguientes al suceso en Orán.
Esta leyenda se ha recogido a lo largo de los años y se ha tratado por diversos autores en siglos posteriores, algo que alentó diversas expediciones. Ninguna de ellas publicitó éxito alguno, aunque todas hicieron las excavaciones y averiguaciones que pudieron, con algunos descubrimientos en el siglo XVIII. Ya en el siglo XX, uno de los investigadores que más ha trabajado en el yacimiento, Manuel Laza Palacio, encontró dentro de un candil de época musulmana seis monedas almorávides de oro. Al ser estudiadas reflejaron que eran de la época de Tasufín ben Alí. Curioso hallazgo. Además, el seis es un número con gran simbolismo positivo en la cultura almorávide.
Antonio de la Nari, el suizo de la dinamita
En la primera mitad del siglo XIX, animado por la literatura que hablaba de un tesoro en la Cueva del Higuerón, el suizo Antonio de la Nari se marchó a la zona para dedicar casi 30 años en explorar la cueva. Realizó un pozo que sigue con el sobrenombre de su nacionalidad, excavó galerías y utilizó dinamita paras voladuras de diversas partes. Una de esas cargas acabó en accidente mortal y De la Nari murió en 1847 explorando la que hoy es Cueva del Tesoro. El empeño del aventurero y su dilatada estancia en el entorno hizo que se conociese la oquedad como Cueva del Suizo durante años.
Sin embargo, los trabajos de excavación que han servido para estudiar correctamente y poner en valor la cueva son de Laza Palacio. El centro de interpretación que se puede ver en las instalaciones actuales cuenta con piezas del yacimiento, pero también el Museo Arqueológico Nacional. Piezas de la prehistoria y de casi todas las épocas históricas posteriores ayudan a trazar el pasado de esta cueva de cuento.
Algunas opciones para reponer fuerzas
El lugar es, además, impresionante en el sentido visual de la palabra por lo que pasear por ella es algo obligado si se visita la zona este del litoral malagueño. Está en El Cantal, entre La Cala del Moral y el Rincón de la Victoria, uno de los núcleos de población que dependen del Rincón y tiene al lado el parque arqueológico del mediterráneo con buenas vistas sobre el mar y espacios para pasear con tranquilidad. También está cerca del paseo marítimo. La Cala, Rincón de la Victoría o Benagalbón y Torre de Benagalbón son poblaciones cercanas a lo largo de la costa, todas pertenecen al Rincón de la victoria y gozan de grandes dosis de patrimonio y una oferta culinaria amplia. Con la Cueva del Tesoro como referencia, el restaurante La Caliza es una muy buena opción cercana, pero si se quiere conocer el resto del municipio y de paso comer o cenar se pueden tener en cuenta otros restaurantes de referencia no muy lejanos: Avante Claro, comida frente al mar, está en el paseo marítimo de La Cala, cerca de la cueva; La Carreta, en Torre de Benagalbón, buena comida y un pequeño desplazamiento de escasos minutos hacia la parte este de la costa rinconera donde la Axarquía empieza a tener aún más repercusión y las huellas del pasado musulmán y romano se extienden por la costa. Además, en ese mismo núcleo de población y un poco más al este está La Calma, otro restaurante frente a una playa tranquila y diferente.
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