Los peligros de la oruga procesionaria: cómo afecta a la salud de niños y mascotas
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Con el comienzo de la primavera y su respectivo aumento de temperatura, las larvas de la oruga procesionaria, que durante el invierno se encuentran en los bolsones que penden de los árboles, comienzan su particular bajada.
Algo que normalmente ocurría sobre los meses de abril y mayo se está adelantando debido a las suaves temperaturas de los últimos inviernos por el cambio climático.
El problema reside en que los pelos que envuelven a estos insectos son peligrosos para la salud, ya sea por contacto directo o indirecto, debido a que contienen una toxina termolábil, sustancia que le dota de capacidad urticante. Su nombre es Thaumatopina y es una proteína formada por dos subunidades, Tha p1 y Tha p2.
Cuando se sienten amenazados son capaces de esparcir sus pelos, quedándose estos en el aire y alcanzando a seres vivos y animales, produciéndoles irritación en oídos, nariz y garganta. En casos extremos, el contacto con la toxina procedente de la oruga puede incluso causar ceguera o la muerte, representando de esta forma un grave peligro para la salud pública.
¿Cómo afecta la toxina a los niños y mascotas?
Todos los seres humanos corren peligro ante la toxina que desprende la oruga, aunque son los niños siempre los más vulnerables. Al ser estos los que más juegan en parques y jardines, pueden inhalar los pelos del insecto y por consecuente su veneno, produciéndoles urticaria o reacciones alérgicas.
Un tratamiento inmediato en caso de contacto con esta oruga es aplicarse hielo u optar por algún antihistamínico o antiinflamatorio. Sin embargo, hay ocasiones en las que los niños no son conscientes del contacto, por ello, en el caso de que aparezcan síntomas y el pequeño haya estado en una zona de pinos, lo conveniente es acudir a urgencias lo antes posible.
Para las mascotas, estos insectos suponen un grave problema, llegando incluso a poder ser mortal en caso de ingerir el insecto y tragarse todo el veneno, provocando una necrosis en garganta y lengua. Si el contacto del pelo de la oruga se produce en los ojos o mucosas de un perro, los síntomas habituales suelen ser picor, urticaria y sensación de quemazón. Incluso comenzar a babear.
En caso de que se produzca el contacto, lo primero que se debe de hacer es acudir al veterinario lo más pronto posible. En caso de no poder acudir, lo recomendable es lavar la zona con agua fría para diluir la toxina. Todos lo años los profesionales recuerdan el riesgo mortal que puede suponer el contacto de estas orugas para muchos animales. Por ello, recomiendan que durante estas fechas se evite las zonas donde abunden los pinos.
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