Las seis pilas y la cara del Tunio que se esconden en Benaoján y su sierra
Benaoján, al igual que otros tantos pueblos de Málaga, esconde tras de sí muchas historias, cuentos de otra época, vivencias muy reales. Más allá de las muchas leyendas que esconden sus cuevas, como la da la Pileta, del Gato o del Hundidero (de las que hablaremos en otro momento), así como los encantos del pueblo y sus casas blancas lo que nos atañe hoy son sus senderos y rutas que da de sí el río Guadiaro y la sierra de Líbar y toda su estructura kárstica: las seis pilas y la cara del Tunio.
Una vez en Benaoján, donde destaca la iglesia de Nuestra Señora del Rosario –del siglo XVII y con una bóveda gótica en el presbiterio– y la Torre del Moro –desde donde se vigilaba todo el Valle del Guadiaro–, para iniciar esta interesante y también exigente ruta, por su dificultad en la travesía y especialmente por la fácil pérdida de la orientación, se deben dirigir hasta el Refugio Cortijo de Libar, un buen punto de partida para llegar hasta uno de los secretos que esconde Benaoján, las pilas y el rostro del Tunio, una estructura rocosa que parece el perfil de una persona, los benaojano dicen que de un indio.
Las pilas del Tunio son seis pilas talladas a golpe de cincel sobre la roca caliza con un pilancón natural, una estructura que realizaban los arrieros a principio dei siglo XX con el fin de verter agua que recolectaban de la Fuente del Saucillo sobre estas pilas para que durante la noche, la helada nocturna congelara líquido, pasándolo a sólido. Durante el amanecer, estos cortaban y recogían el hielo con palas y lo transportaban a las antiguas neveras o los pozos de nieve que tenían más al esta de esta zona, en una depresión o dolina.
Estos pozos de nieve eran los que abastecían de hielo y nieve a los núcleos poblacionales que habían alrededor durante los años previos de 1760, fecha en la que se estima que dejaron de utilizarse. El procedimiento tenía lugar durante la primavera, momento en el que durante las últimas nevadas, cortaban la nieve y la llevaban hasta los pozos. Estos los cubrían posteriormente de plantas o tierra y se ubicaban en la carta norte de la montaña, donde la temperatura era inferior. Durante el verano transportaban la nieve de madrugada gracias a las bestias, quedan capaz de transportar hasta 50 kilos de nieve.
Para llegar a esta zona no existe señalización e incluso tampoco hay un sendero cómo tal que defina el camino, por lo que se recomienda que, de no ir con ningún senderista que ya haya dado con las pilas del Tunio, que usen algún soporte de ruta como puede ser la web especializada Wikiloc. El paisaje, las vistas y la historia que hay detrás de la zona, merece mucho la pena.
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