Ruta de El Burgo a Ronda: huida interior hacia la libertad

Redescubriendo Málaga tras el coronavirus

Seguimos recorriendo de tapadillo la Gran Senda de Málaga

En esta ocasión, paseamos por la etapa 23, un tramo exigente, pero que merece la pena visitar

El Burgo visto desde el puerto del Lobo. / Malaga.es
Francisco M. Romero

11 de julio 2020 - 09:00

Una variable que nunca hemos comentado por estos lares, pero que resulta clave a la hora de hacer una ruta, es la compañía. Hay personas que deciden recorrer las sendas de Málaga en solitario, disfrutando no sólo del paisaje exterior, sino también de su rico mundo interior.

Esto, que a priori suena muy zen y muy rollo redescubrirse-a-sí-mismo (cosa que no significa absolutamente nada), también suele ser un aburrimiento mayúsculo.

Lo genial, lo divertido, lo que da alegría de vivir, es lanzarnos a andar por el monte o el litoral malagueño acompañados de nuestros seres queridos. ¿Acaso no hemos echado muchísimo de menos durante el confinamiento a nuestros padres, a nuestros hermanos, tíos, primos, amigos? ¡Qué mejor manera que celebrar la libertad junto a ellos!

Así que métete en Whatsapp y manos a la obra: trata de convencerlos para que se apunte a recorrer contigo la etapa 23 de la Gran Senda de Málaga, esa que a lo largo de cerca de 24 kilómetros y siete horas conecta El Burgo con Ronda y a Ronda con El Burgo.

Esta ruta puede ser dura por longitud, por los desniveles y por lo solitario de los parajes que se atraviesan; más motivo para llevar compañía, cuanta más mejor: que parezca que vamos de romería.

Cruzaremos el puente nuevo de El Burgo. / malaga.es

Venga, entremos en faena: la ruta arranca, si hemos decidido escoger este extremo, desde la localidad de El Burgo. Tirando hacia el sur, hacia la carretera de Yunquera pasamos por encima del río Turón y buscamos sus famosos y hermosos diques.

En esta zona disfrutaremos de altos chopos y muchos fresnos, pero en las pozas más profundas los márgenes son para los saos. Es frecuente ver peces en las limpias aguas de este río que es perfecto para hacer una ruta fluvial.

Dejaremos atrás los senderos de la Fuensanta y el que llega al puerto de la Mujer (no está patrocinado por el Instituto de la Mujer, que sepamos), que comparten un tramo al principio. Luego el carril continúa hasta el dique de la Presa.

El bello dique del Nacimiento del río Turón. / malaga.es

Entrando al Parque Natural Sierra de las Nieves veremos el enorme escarpe del mirador del Guarda Forestal y el dique del Nacimiento, en un meandro del río Turón. El pinar es ahora mucho más denso y la ruina del cortijo de la Troncha nos hará de señal para comprobar que seguimos la dirección adecuada.

Subiendo, el pinar se enriquece con encinas, coscojas, acebuches, lentiscos, cornicabras, rosales y otros arbustos del monte mediterráneo, sobre todo cerca del cauce del arroyo de Lifa.

Sin embargo, poco a poco, las cornicabras irán ganando protagonismo en el paisaje hasta convertirse en un bosque: el cornicabral de Lifa, que se enclava en una hondonada coronada en su extremo oeste por una brutal mole rocosa sobre la que se asienta la torre atalaya de Lifa, abandonada a su suerte y muy deteriorada por el paso del tiempo.

La atalaya medieval de Lifa le echa un ojo a sus terrenos desde hace siglos. / malaga.es

Si nos ponemos en dirección sur apreciaremos contra el horizonte los perfiles de la Sierra de las Nieves, con los peñones de Ronda y el de los Enamorados como protagonistas. También veremos el gran árbol que da nombre al puerto del Pinsapo y los riscos del Lirio.

El camino atraviesa ahora zonas de labor y pasto. La vegetación cambia sustancialmente debido a la actividad humana pero también a la altitud.

El recorrido regala imágenes dignas de estar en nuestras redes sociales. / malaga.es

Pasado el ecuador de la ruta, merece la pena volver la vista a lo andado para apreciar el cortijo de Lifa, Sierra Blanquilla detrás y las Sierras Cabrilla y Alcaparaín cerrando el paisaje. A partir la etapa comienza a descender y el valle se va encajando entre puerto Frío y Los Peñoncillos. Hay una calera al pie del camino y, antes de pasar por unas ruinas, contemplamos el llano paisaje al que se dirige el sendero, con el telón de fondo de Ronda y de las sierras calizas gaditanas.

¿Y esa montaña que destaca al fondo? Es la imponente sierra Hidalga. El encinar de la ladera norte de esta sierra destaca sobre el gris de las calizas como un denso bosque en el que medran nuevos ejemplares de abetos. Todo el valle está siendo colonizado por las encinas poco a poco.

Vista de Ronda desde los Peñoncillos. / malaga.es

Avanzamos y la cercanía con el arroyo de los Lanceros es mayor, y ya el descenso se suaviza y se entra en los llanos de Aguaya. Desde este punto se encarama a un pequeño puerto conocido como Bilbao.

Ya no queda nada para llegar a Ronda: una bajada y un par de curvas nos sitúan en el puente del arroyo de la Toma. Tras un corto recorrido se llega al final del recorrido en la denominada pasarela de la Libertad de Ronda. Un nombre muy adecuado que nos recordará que nos hacemos libres caminando.

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