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Una pequeña ruta refrescante de senderismo en Málaga con un rincón singular como premio

El Charco del Infierno es uno de esos tesoros naturales que Málaga guarda en su provincia

El trayecto es de menos de tres kilómetros y presenta poca dificultad

Charcas y pozas en las que pasar una jornada refrescante en Málaga

El Charco del Infierno. / malaga.es

El Charco del Infierno es uno de esos tesoros naturales que Málaga guarda en su provincia. Este lugar se forma gracias al embalse de Casasola, ubicado en Almogía. Hacia el norte de este embalse, en su cola, se encuentra este cañón de aguas oscuras que le confiere un aspecto misterioso a la zona, perfecto para explorar en una pequeña ruta y descubrir todos sus secretos. Designado como un rincón singular por la Diputación de Málaga, el Charco del Infierno invita a dar un paseo y disfrutar de su belleza natural.

Antes de llegar al Charco del Infierno, es aconsejable hacer una parada en Almogía. Durante muchos años, este pueblo fue un punto estratégico en términos bélicos, especialmente en la Edad Media, debido a las numerosas colinas que rodean toda la zona. Hoy en día, el paisaje desde el pueblo hasta la cola del embalse de Casasola ofrece vistas espectaculares. Este embalse tiene una capacidad de 23,45 hectómetros cúbicos y cubre una superficie de 112 hectáreas. Afecta a una longitud de 6 km del río Campanillas, un afluente del Guadalhorce donde está ubicado.

Durante el camino, nos encontramos con el puente de las Palomas, que data de la época romana. Al otro lado del embalse, podemos ver un antiguo secadero de uvas, donde se producían las famosas pasas de la zona. Recomendamos seguir por el camino principal; justo cuando aparece una senda, llegaremos al Charco del Infierno, una gran formación rocosa donde la erosión del agua ha creado pozancones, espacios profundos donde el agua se estanca.

Otra perspectiva del lugar.

Es importante estar atento a las pendientes y a las rocas apiladas, caminar con firmeza y evitar descensos peligrosos, ya que no es raro torcerse un tobillo en esta zona. Después de superar una pendiente pedregosa, alcanzarán una loma que señala el final del sendero y ofrece la oportunidad de contemplar todo el horizonte, incluyendo el Charco del Infierno y el embalse que lo alimenta.

Durante este recorrido, se puede observar una gran variedad de flora y fauna, especialmente diversas especies de aves como el roquero solitario y el avión roquero. El trayecto es de menos de tres kilómetros y presenta poca dificultad, ideal para quienes no tienen mucha experiencia en senderismo. Si deseas explorar más, puedes considerar realizar alguna otra ruta cercana, como la ruta de la Ermita de las tres cruces o la ruta de Santi Petri. Antes de continuar, sería recomendable hacer una parada en el pueblo y probar algunos de sus platos más típicos, como la chanfaina, donde los espárragos y las patatas son los ingredientes principales.

El Charco del Infierno, desde arriba.

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