Tres paseos por la Málaga romántica
La ciudad no sedujo a los viajeros románticos del XIX que buscaban paisajes bucólicos mientras la urbe se desarrollaba industrialmente
Ir a la noticia: Atardeceres diferentes en las costas del Málaga
Richard Ford (Londres, 1796, no confundir con el escritor estadounidense del mismo nombre nacido en el siglo XX) era el nieto del directo de la Compañía de las Indias Orientales, su madre era artista y su padre abogado y miembro del Parlamento Británico. Cuando Richard Ford acabó sus estudios en Oxford hizo la maleta y se marchó de viaje por Europa como acostumbraban a hacer los recién graduados en esa época. Recorrió Alemania y Austria, conoció a Beethoven y volvió al Reino Unido donde empezó a trabajar para diversos medios de comunicación, se casó y en 1830 se trasladó a vivir a España para que mejorase la salud de su esposa. Tres años en la península ibérica que recorrió en profundidad, sobre todo Andalucía. Y ahí le cambió la vida.
Llegó a vivir en el Generalife granadino, frecuentó los círculos de pintores como José Domínguez Bécquer y quedó tan prendado que a su regreso al Reino Unido construyó un palacete inspirado en la arquitectura andalusí. Ford dedicó su tiempo entonces a escribir libros de viaje por España, algo que tenía bastante aceptación en la época que hoy se conoce como la de los viajeros románticos. Uno de ellos sigue siendo bastante conocido y aún se puede encontrar en las librerías: Manual para viajeros por España y lectores por casas. En él se puede revisar la visión del país que un inglés de sus características vivió. De Málaga, como la mayoría de viajeros no escribió demasiado: "Málaga es una ciudad bella, pero puramente comercial: un día bastará para verla. Tiene pocos atractivos, aparte del clima, las almendras, las uvas pasas y el vino dulce". La frase refleja otras opiniones parecidas de diversos viajeros aunque en el trabajo de la profesora María Luisa Ramírez López La visión de Málaga en los viajeros románticos: imagen literaria y repercusión turística se puede ahondar en este tipo de literatura. La cita de Ford, que ha pasado a la historia como el primer viajero romántico, no es casual.
La mayoría de viajeros ensalza La Alameda y no hace demasiado hincapié en puntos como la alcazaba, Gibralfaro o el palacio de La Aduana (dedicado a la industria del tabaco en la década de 1830), lugares que en esa época contaban con habitantes. La ciudad y su entorno se encontraba desarrollando la industria, tratando de cambiar el sistema productivo de la zona: destilerías, fundiciones, maquinaria a vapor, ingenios y las modernidades a las que las familias con más posibles asentadas en la zona podían permitirse. De hecho, la conexión entre Málaga y el Reino Unido no era meramente comercial, también se trataba de aprender y desarrollar aspectos industriales en los que los ingleses eran pioneros. Mientras los viajeros románticos buscaban un aspecto melancólico y bucólico que les proveyera un viaje al pasado remoto de los lugares, la ciudad de Málaga trataba de desarrollarse industrialmente y mirar hacia el futuro siendo, después de Barcelona, el núcleo industrial de referencia con grandes referencias en materia siderúrgica y textil. Sin embargo, dos siglos después, la urbe ha cambiado radicalmente y por sus calles se pueden disfrutar lugares, sensaciones y recuerdos de esa época romántica. Son sólo tres opciones, pero también ayuda a comprender y evocar esta época seguir los pasos del rey José I en los nueve días que pasó en MálagaJosé I.
De La Malagueta al Este
Es un paseo en paralelo al mar y como en todos los paseos es bonito callejear y mezclar épocas e historias. Si la plaza de toros de La Malagueta y el hospital Noble son construcciones hechas en torno a 1870, paseo de Reding, Príes y el paseo de Sancha son la misma calle que lleva hasta la avenida Pintor Sorolla y llega hasta Los Baños del Carmen. En ella, además del barrio de La Malagueta, se pueden ver aún bastantes casas de esa época, con la fachada hacia esta calle y la parte trasera orientada hacia el mar. Por ahí pasaba el tren aún en el siglo XX y probablemente hoy nadie construiría una casa en esa zona de espaldas al mar teniendo la posibilidad de hacerla al revés. Es un paseo tranquilo en el que se puede visitar el cementerio inglés.
Construido precisamente desde el 1830, es uno de los edificios especiales y significativos de la ciudad que reflejan bien esta época y que alberga los restos de algunos románticos como Robert Boyd, compañero de Torrijos; pero también poetas del siglo XX tan influyentes como Jorge Guillén. Un sitio en el que inspirarse que es recomendable en casi todas las épocas del año.
La Merced, el centro y los clásicos
Es posible que la actual plaza de La Merced sea un lugar de reunión desde que los humanos pueblan la parte de territorio que hoy ocupa Málaga. Los restos arqueológicos de sus inmediaciones o la proximidad al teatro romano así lo sugieren. Cuando los Reyes Católicos entraron en la urbe a finales del siglo XV ya era una puerta a la ciudad amurallada que se usaba como mercado y así siguió utilizándose. En el XIX, cambia. A comienzos del siglo, los franceses la usan para demostrar su poderío militar y con el paso del tiempo se asientan ella grandes casas y personajes. Entre ellos, por ejemplo, el general Riego. Ya no están las iglesias y conventos que allí había, pero mantiene algo de la esencia de aquellos tiempos. Su monolito, en el que descansa el general Torrijos, es de 1842 y sustituyó a una fuente.
Hay construcciones por el parque de los monos y la calle Victoria que aún tienen guiños a esa época, pero el teatro Cervantes (1870) es otro ejemplo de cómo la ciudad va cambiando antes de que llegue el último cuarto de siglo. Es recomendable pasear por el centro con la intención de llegar hasta el Museo ThyssenMuseo Thyssen, en él hay una gran colección de pinturas con bastantes cuadros pertenecientes a la época romántica. Un lugar perfecto si se quiere ahondar en esta época con perfectas referencias visuales de la misma.
La expansión en el Oeste malacitano
Aún quedan grandes chimeneas que representan parte del pasado industrial malagueño. San Andrés y La Misericordia eran una zona de ferrerías, fundiciones, industrias químicas y otras actividades de gran contaminación y demanda de mano de obra. Así que en la primera mitad del siglo XIX esas zonas se poblaron en malas condiciones. Hasta 1969 se podían ver bastantes chabolas en esta zona de la ciudad y en el siglo XIX este tipo de construcciones eran habituales. De hecho, desde El Bulto (barrio casi frente al puerto) a Huelin se empezaron a urbanizar casas en la década de 1860. Alguna de ellas (bajas y con pocas concesiones al confort) aún se conservan. Hoy en día pasear por el parque de Huelin, la playa de La Misericordia o el parque del Oeste son muy buenos planes, contrapunto con un paseo en la época romántica cuando las condiciones de vida en este punto de la ciudad entre el humo y la contaminación de actividades bastante dañinas para la salud dominaban el paisaje, aunque también había huertas y otro tipo de instalaciones.
Los ladrillos rojos de esta parte de la ciudad están en torno a la playa. También se asienta el edificio de Tabacalera. Es de inicios del siglo XX (años 20) y en ella están hoy en día el Museo del Automóvil y la Moda y el Museo Ruso entre otras dependencias municipales. No es de la época romántica, pero puede ayudar a una buena jornada si se pasea por esta parte de expansión industrial malacitana que aún tiene guiños y detalles de la particular época romántica malagueña.
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