Acaba la acampada, sigue el 15-M
Comerciantes del entorno reciben con satisfacción el final de la protesta · Los 'indignados' seguirán haciendo asambleas en la plaza dos veces por semana · El sábado un grupo se sumará a la marcha a pie hacia Madrid
La acampada se ha acabado. Ayer, los indignados -que llevaban más de un mes en la Plaza de la Constitución- recogían lentamente mantas, colchones y otras pertenencias. Operarios de Limasa baldeaban con una manguera cada trozo que dejaban libre los integrantes del Movimiento 15-M.
"La acampada se retira, pero el Movimiento sigue ocupando la plaza", aclaró José Manuel Salado, portavoz del colectivo. Y es que los indignados seguirán haciendo dos asambleas semanales en ese céntrico enclave. Serán los miércoles y domingos a las 20:00. Además, allí celebrarán los encuentros de sus comisiones y sus talleres para mantener viva la reivindicación de una democracia más participativa. También continuarán su labor en los barrios con diez equipos de trabajo que impulsarán asambleas en las barriadas de la capital y los pueblos. El próximo sábado, además, un grupo de indignados malagueños partirá hacia Madrid para sumarse a la marcha a pie organizada hacia la capital española.
Los comerciantes del entorno recibían ayer con alivio y satisfacción el final de la acampada porque entienden que deslucía una de las plazas más emblemáticas de la ciudad. "Me parece estupendo que se vayan porque es la plaza más céntrica y daban una mala imagen para Málaga. Ya tanto tiempo no era constructivo", sostenía Daniel Heredia, de la relojería Miguel Heredia, ubicada en una de las esquinas, y que más de una vez les facilitó sus enchufes para que cargaran los móviles.
Una empleada de la farmacia contigua agradecía que levantaran el campamento. "Últimamente molestaban un poco con los generadores encendidos todo el día", opinaba.
Varios comerciantes se quejaban de que algunas de callejuelas que confluyen a la plaza se habían convertido por las noches en urinarios improvisados. "No hemos tenido problemas con ellos, pero está bien que ya nos devuelvan la plaza", comentaba la trabajadora de la botica. Los empleados del Café Central también se alegraban de que la Plaza de La Constitución haya recuperado casi la normalidad. "Lo recibimos con la misma alegría que una paga. Ayer [por el domingo], debido a la manifestación que había convocada, fue uno de los peores domingos por la falta de clientes", aseguraba un camarero.
Más allá de estas críticas, los indignados hacían un balance positivo de los 33 días que ha durado la acampada. "Hemos tenido muchísimos problemas. La convivencia ha sido difícil, pero hemos aprendido. Como no somos excluyentes, se han sumado hasta personas con problemas psicológicos. Y también, colectivos muy marginados que han convivido y ayudado. Hemos hecho una función social; gente que en su vida tiene problemas, aquí se ha sentido realizada", resumía Rosa García. Pero sobre todo, este colectivo ha puesto altavoz al malestar de un sector de la sociedad con la gestión política y económica y ha creado un canal para recordar a los representantes legítimamente elegidos que la soberanía le pertenece a los ciudadanos.
Ayer, en la terraza del Café Central, un puñado de turistas contemplaba el desmantelamiento de la acampada. Fiona, una adolescente griega, veía bien que los jóvenes hubieran ocupado la plaza para reivindicar una vida mejor. A su lado, su padre, Panos, discrepaba con ella: "No soy fascista, pero 200 no tienen el derecho de convertir en desagradable una plaza bella; sobre todo cuando esa plaza pertenece a miles de personas".
Desde hoy, la plaza vuelve casi a la normalidad porque los indignados ya la han convertido en su punto de encuentro y su símbolo.
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