Ángel Herbella: El guardián de la libertad
Diecisiete años vinculado al sistema de prisiones, acude con nosotros al restaurante Los Remos Lázaro, en Benalmádena
Málaga/Nuestro invitado de hoy, malagueño de adopción, es una persona muy querida y reconocida en los medios juristas de prisiones, entre la población reclusa de la cárcel deAlhaurin de la Torre, entre funcionarios, entre alumnos de la universidad, y gran parte de la sociedad malagueña. Un hombre que ha pasado más de un tercio de su vida en prisión, velando por la libertad. La nuestra y la de los internos. Todo un innovador. Ahora les cuento.
El restaurante: Los Remos Lázaro, en Benalmádena Costa
El restaurante donde se desarrolló nuestro encuentro es uno de esos lugares que, por el tiempo, forman parte del paisaje donde se encuentra instalado. Me refiero al restaurante Los Remos Lázaro, situado en Benalmádena Costa, justo al lado del hotel Sunset Beach Club. 34 años dando servicio a propios y extraños. Un garante de la buena cocina mediterránea. Lucen en el restaurante, y es parte del logotipo del establecimiento, los dos remos de la barquilla con la que Lázaro Sierra, fundador de la empresa, faenaba. Así comenzó todo. No podía reprimir el lógico orgullo Soledad Sierra, hija del propietario y coordinadora del establecimiento cuando me hablaba de la historia del restaurante. Igualmente se mostraba Juan José Sierra, socio propietario junto a su hermana y chef. Un profesional que cuenta con nueve personas en su cocina. Estos, unidos a los 14 que atienden los salones y la amplia terraza, conforman una plantilla profesional y veterana, que cuenta con Andrés Fuentes como metre. Toda una garantía de servicio.
El invitado: Ángel Herbella
No ha resultado fácil conseguir realizar esta crónica con nuestro invitado de hoy. Una persona muy ocupada, pero sobre todo discreta, muy discreta, y poco dada a mostrarse públicamente. Un hombre que recibió hace años, por méritos propios, la Medalla de Plata al Mérito Penitenciario -entre otras muchas distinciones, un galardón nada fácil de conseguir. Hace dos años, por decisión personal, dejó la dirección de la prisión de Alhaurín de la Torre.
Otros objetivos le resultaban prioritarios. “Después de diecisiete años, el desgaste es inevitable. Fueron años muy intensos. Desde 2004 a 2006 en Alhaurin –primera etapa- , en que coincidí con los casos Malaya, Operación Nilo, Ballena Blanca, entre otras, casos muy mediáticos, para después ir a Madrid con la Directora General de Prisiones, Mercedes Gallizo, fue un comienzo muy duro.”
Imagino que desde Madrid todo se ve de distinta manera. “Bueno, aquel periodo me ayudó a conocer más a fondo los entresijos de ese mundo, pero a mí lo que me gusta es la trinchera, estar en contacto con los funcionarios, con los internos y sus familias”. Por eso decidió regresar. “Coincidió con la apertura del Centro de Integración Social de Málaga y me encargaron que buscase una persona de peso y decidí que era hora de abandonar los despachos, no me gustan. Me incorporé. Y al poco tiempo regresé de nuevo a la prisión de Alhaurín. Esta vez para quedarme casi nueve años seguidos”.
¿No quema tanto tiempo de trabajo en ese mundo? “[Silencio] Es duro, pero la motivación la tienes que conseguir en el día a día si no resulta imposible estar mucho tiempo. Mi objetivo era conseguir las mejores condiciones para el trabajo de los funcionarios y reinsertar a los reclusos. Los internos son parte de la sociedad y por lo tanto es la sociedad la que debe querer reeducarlos, para que se integren cuando cumplan sus penas. Tenerlos encerrados años y años no conduce a nada. Desde luego que hay que distinguir los delitos por una determinadas circunstancia (económicos, tráfico menor de drogas), donde se puede y debe dar una segunda oportunidad. Si no lo hacemos así estamos exponiendo a esas personas a hacerse profesionales.
Muy personal
Cántabro de nacimiento (Santoña), hijo de un director de prisiones, pasó bastantes años en Zaragoza para finalmente, desde hace más de 15 años, recalar en nuestra ciudad. Un malagueño de adopción con dos hijos, Jaime y Pilar, malagueños, y una mujer también malagueña, Pilar, con la que ha compartido prácticamente toda su vida. “Málaga es mi tierra. A veces les digo a mis hijos qué piensan hacer si me marcho a otro destino. Y su respuesta no se hace esperar: pues vienes a vernos los fines de semana, [risas]”. El hecho de vivir desde los 12 años en la prisión de Zaragoza, donde ejercía su padre durante los duros años 80, le calaron para formar la persona en la que se convertiría más tarde. Recuerda con cierta desazón las lágrimas de su madre –en lugar de alegrarse- cuando sacó las oposiciones de jurista de prisiones. Pero la situación era distinta a aquellos famosos años 80. De hecho para Ángel cuenta como un sueño cumplido comprobar el orgullo de su padre cuando se hizo jurista. Y la vida le hizo ir de aquí para allá siempre con la maleta llena de proyectos e ilusiones. “No soy político, soy un servidor de lo público y como tal soy innovador. Pienso que un cargo público debe crear e innovar y si no vales para eso tienes que dar paso a quien sí quiera hacerlo”· Habla con felicidad de los días en que nacieron sus dos hijos. “Sueño con ver a mis hijos hacer su vida, salir adelante. Creo que es un sueño como el de todo padre”. Y, reflexivo, envía este mensaje a Pilar, su mujer: Muchas gracias por tu comprensión y por todos los momentos difíciles que hemos compartido”. Y de esta manera finalizamos una crónica que estoy seguro no dejará a nadie indiferente.
Y luego están los profesionales de los que muchos llegan a prisionizarse. Que no tienen ya nada fuera y regresan una y otra vez. Por supuesto que en el caso de delitos graves deben cumplir la condena completa, pero estos son solo el 15 ó 20%. El resto puede tener una segunda oportunidad”. Pues no es lo que piensa la calle, la mayoría de ciudadanos.
Se dice que en la cárcel se vive muy bien. “[Silencio] España tiene unos de los mejores sistemas penitenciarios del mundo, pero los presos no viven muy bien. En la vida no hay nada como la libertad. Puedes revestir la cárcel de oro, pero no deja de ser una cárcel. Las personas que piensan así que vengan y estén solo una semana privado de libertad, de lo más elemental. Un abrazo a un hijo, un saludo a un amigo o levantarte o acostarte cuando te apetezca”.
¿Es cierto que en la cárcel hay diferencias entre ricos y pobres entre los internos?. “Una cosa es que la cárcel sea un reflejo de la sociedad y otra lo que me preguntas. Una vez que se entra en la cárcel no hay ricos y pobres, todos son uno o una más. La primera vez que se entra es un choque brutal, traumático. Da igual el tipo de delito y por supuesto tu clase social”.
Dicen que, como en los centros psiquiátricos, no son todos los que están ni están todos los que son. “Los que no están dentro es porque han sido más listos que los que deben condenarlos, pero muchos de los que están no deberían estar ahí. A alguien que se le condena cuatro meses en prisión no se le reconvierte. El sistema penal debería ser más inteligente y buscar nuevas alternativas de reinserción”.
Es usted un luchador de la libertad. “La sociedad es honrada y debemos vivir con esa confianza. La disciplina es buena para todos, si no hay normas todo se convierte en un caos. Ser guardián de la libertad agota. Trabajar con personas que están encerradas, o con sus familias hacen que se te acumulen verdaderos dramas”.
¿A quién metería en la cárcel? “[Silencio] A todos aquellos que se aprovecharon de la crisis económica o que incluso ayudaron a crearla. Han provocado muchísimas víctimas anónimas”. Usted atesora un currículo y unos conocimientos envidiables. ¿A qué se dedica en la actualidad? “Mi gran objetivo fue siempre transmitir la imagen de la prisión a la sociedad, a la calle. Ahora me dedico a eso a través de los futuros profesionales. Me dedico a impartir cursos, a participar en congresos, a colaborar con colegios de abogados. Soy colaborador honorario de la Universidad de Málaga, preparo a opositores para el cuerpo de prisiones”.
¿Qué son los módulos de respeto? “Hay cosas que me costaron muchos quebraderos de cabeza, con el propio sistema. El módulo de respeto, algo que se implantó que hoy está presente en todas las cárceles, es una relación de confianza y respeto, dentro de unos límites, con determinado tipo de internos. Esto genera confianza y ayuda muchísimo a la reinserción”. Interesantísimas palabras de un hombre que siempre tuvo presente que más que vigilar, su trabajo también consistía en reeducar. Continuamos durante la comida.
La comida
En mejores manos no nos pudo dejar Soledad Sierra que en las de Andrés Fuentes, un profesional con más de cuarenta años de oficio a sus espaldas. Después de descorchar y catar una botella de Gramona Gessami Blanco, selección de bodegas Lara, nos presentó una ensalada los Remos de salmón y bacalao, todo ello debidamente emulsionado, que estaba extraordinaria. Mientras disfrutábamos de tan sabroso entrante, continuamos con nuestra interesante conversación.
Los funcionarios que tratan con los internos, ¿están hechos de una pasta especial?. “[Silencio] Para mí son los grandes olvidados del sistema. Son los que más admiro. Las películas suelen dar una imagen muy distorsionada de ellos, bueno y de los directores. Yo nunca fui a caballo, llevé mostacho ni una recortada en la mano [risas]. Los funcionarios actúan como verdaderos psicólogos. Realizan una importantísima labor de acercamiento con los internos y especialmente les oyen. Un preso necesita ser oído y los funcionarios cumplen esa misión. Sin ellos las prisiones serían una bomba siempre a punto de estallar”.
Enseguida apareció Andrés con una bandeja de coquinas de la bahía, salteadas, exquisitas y un mixto de pulpo a la gallega y a la brasa, especialidad de la casa, que estaba riquísimo. Ha mencionado el cine ¿le gustan las películas sobre prisiones? “No, no suelen reflejar la realidad. Hay una que se rodó en la antigua cárcel de Málaga, por un director malagueño, Enrique García, que es la que más refleja la realidad, sin censura”.
Lleva toda la vida en contacto con personas privadas de libertad. ¿Eso insensibiliza? “Para nada. Me considero un ser humano y escucho a los que lo necesitan y los apoyo. Los internos, las personas en general, se abren por necesidad, y en la cárcel esa necesidad es mucho mayor”.
Un voraz a la espalda continuó con el recorrido gastronómico, momento que aprovecho Andrés para descorchar una botella Oinoz crianza que maridó a la perfección con este y el plato que vino a continuación: carrillera al Oporto con patatas paja, uno de los platos estrella de la casa. Para terminar nos fue servido un postre de Milhojas de natas y quesillo de flan que no pueden dejar de probar. Felicidades a Juanjo Sierra y su equipo de cocina y a todo el personal del restaurante Los Remos Lázaro por la experiencia. Enhorabuena.
Y para finalizar le pregunté a Ángel Herbella por la relación entre la cárcel y la sociedad. “La sociedad no es tan insensible como parece. Muchos presos de régimen abierto obtienen trabajo. Eso ayuda mucho a su reinserción plena. Claro que no se debe bajar la guardia y continuar educando a la sociedad. Cuantas más escuelas y universidades abramos, menos cárceles habrá que construir”.
Para finalizar, le pedí un mensaje. “[Silencio] Debemos tener siempre interés por seguir aprendiendo. Fracasan aquellas personas que se creen que lo saben todo. Y no debemos olvidar que hay personas encerradas que no tienen esperanzas porque no tienen nada fuera de la cárcel”. Emotivas y enriquecedoras palabras de un hombre que pronto entendió que más que un vigilante de internos, un carcelero de película, era un guardián de la libertad. Hasta siempre.
Los vinos
Blanco: Gramona Gessami
Vino de la D. O. Penedés. Ligero, aromático y fresco. Maridó a la perfección con pescados.
Tinto: Oinoz crianza
Vino de la D. O. Rioja, de la bodegas Carlos Moro, es el equilibrio perfecto entre acidez y maduración. Amplio, suave y elegante. Un vino con aromas de fruta madura y notas tostadas. Muy recomendable.
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