Ángeles malagueños para los más necesitados: la asociación reparte más de 600 cenas para Nochebuena

En la cola aguardan centenares de personas como Ousmane, que llegó hace unos cuatro meses a España en patera desde Senegal, o como Milagritos, que escapó de Perú huyendo de la violencia de género

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Centenares de personas hacen cola en 'Los Ángeles Malagueños de la Noche' para recibir la cena de Nochebuena. / Carlos Guerrero

Los mercados de abastos y tiendas de alimentación lucen a rebosar la víspera de Nochebuena en el Centro de Málaga. Grupos de mujeres y hombres ataviados pasean por sus calles. Reencuentros, comidas de empresa, de amigos. Cualquier excusa es buena en estas fechas para celebrar. Pero, la realidad al otro lado del río, a unos cuantos metros, es bien distinta. Ousmane Diop llegó hace unos cuatro meses a España en patera desde Senegal; Milagritos escapó de Perú huyendo de la violencia de género; Virginia lleva más de un año sin encontrar trabajo. Ellos, junto a más de 600 personas, hacen cola en la puerta del comedor social de los Ángeles Malagueños de la Noche para poder, al menos, poner un plato encima de la mesa la noche del 24 de diciembre.

Desde primera hora de la mañana, una decena de voluntarios trabaja en el número 2 de la calle Fuentecilla para que nadie se quede sin cena. Ya entrada la mañana, un centenar de personas -arrastrando carros de compra o colgando de sus hombros grandes bolsas- aguardan su turno en una fila a la que poco la falta para dar la vuelta a la manzana. Hace sol, aunque a veces corre fresco. Algunos se desesperan. Trajinan con sus números -los que indican su puesto- y revisan que nadie se haya colado. Reprochan y señalan, sin reparo, a quien lo hace.

Bajo una gorra, abrigado con un chaquetón azul y una mochila a sus espaldas espera Ousmane Diop. Obediente, enseña su número cuando pasan los "policías" de los turnos. Apenas sabe hablar español, aunque cuatro meses viviendo en la calle le han enseñado a entender y decir lo básico para sobrevivir. El pasado 20 de agosto cruzó el estrecho en una frágil embarcación junto con otras 35 personas. Llegaron a La Gomera (Islas Canarias). De ahí a Tenerife y después a Málaga. En la capital todavía no ha podido conseguir un trabajo que le dé unos euros para poder resguardarse por las noches bajo un techo; tampoco para comprar el pan. Sin apoyo de algún familiar o conocido y con el francés como idioma lamenta la dificultad para seguir adelante.

Milagritos lleva una bufanda que le cubre la cabeza y parte del rostro. Sus ojos le impiden mirar a otros. Su mirada perdida delata la adversidad y el suplicio. Aterrizó en Málaga con su hijo, hace un año, en busca de un futuro mejor. Escapaba de la situación "caótica" de su país a todos los niveles. "Sobre todo la economía allí es horrible. Los sueldos no dan para cubrir la canasta familiar, por lo que existe mucho abandono familiar", explica. Pero, fundamentalmente, vino para seguir viva. En Perú fue víctima de violencia de género. "Muchas de mis compatriotas que han pasado por la misma situación que yo hemos visto que en España hay entidades que realmente nos escuchan".

"Los latinoamericanos aquí no estamos bien vistos. Mucha gente cree que venimos a quitarte lo que es suyo"

Licenciada en Relaciones Públicas y en Psicología, asegura que no ha podido homologar sus títulos, debido al coste y a la demora del trámite, así a sus 50 años trabaja de manera temporal en lo que se le va presentando. "La transición del migrante es muy difícil porque, además de cambiar de continente, tenemos que adaptarnos a otra cultura totalmente diferente", indica. Y es que, tras su llegada, lamenta que se dio de bruces contra la discriminación. "Los latinoamericanos aquí no estamos bien vistos. Mucha gente cree que venimos a quitarte lo que es suyo y que por nuestra culpa le suben los impuestos".

Virginia es malagueña de toda la vida. Pero, su situación no es mucho mejor. Recientemente ha terminado un curso de limpieza profesional que le ha ocupado unos nueve meses. Aunque esperaba que esta formación le serviría para encontrar trabajo, no ha sido así -o, al menos, de manera inmediata-. "Llevo mucho tiempo ya desempleada a pesar de que he echado el currículum en todas las empresas. Por eso me he visto abocada a venir aquí". Espera con su hijo el pollo y la tortilla de patatas que los voluntarios de Los Ángeles Malagueños le van a dar. De lo contrario, "no tendría nada que poner de cenar en Noche Buena". Reconoce que la asociación le ha evitado pasar hambre, pero también la ha ayudado psicológicamente porque "esto es horrible".

Precisamente con el objetivo de darles dignidad y que sepan que tienen un hogar al que acudir, la ONG está luchando para abrir el comedor con el que contaba antes de la pandemia originada por la Covid-19. "Queremos que sientan que alguien los atienden, que puedan sentarse a comer tranquilos. Muchas veces necesitan más el apoyo moral que los alimentos", manifiesta el vicepresidente de la asociación, Francisco Roldán, al tiempo que pide ayuda económica a las administraciones y solicita más voluntarios.

Los Ángeles Malagueños de la Noche dan todos los días, de lunes a sábado, un desayuno, almuerzo y cena para personas vulnerables. Y junto a esto, cada 24 de diciembre, ofrecen un menú solidario para que las familias con menos recursos económicos también puedan celebrar. Ya llevan más de una década desempeñando esta labor. Este año, al caer Nochebuena en domingo, han tenido que adelantar un día el reparto.

Calculan que han entregado alrededor de 600 menús -aunque tenían preparados un millar- gracias a un acuerdo con asadores de pollos y a los donantes que han pagado los seis euros en los que se valora cada no de ellos. El menú se compone de medio pollo, una tortilla de patatas, guarnición y postre. Además de pan y bebida.

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