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Artistas callejeros denuncian las nuevas condiciones del puerto de Málaga: más de 300 euros para poder bailar

Un grupo de personas bailando milonga en el Palmeral de las Sorpresas.
Un grupo de personas bailando milonga en el Palmeral de las Sorpresas. / M. G.
Luis Vertedor

13 de octubre 2023 - 06:40

Málaga/El puerto de Málaga se abrió el pasado lunes a que los artistas callejeros volvieran al Palmeral de las Sorpresas tras su prohibición el pasado agosto, sin embargo, miembros de iniciativas que tienen lugar allí denuncian las nuevas condiciones impuestas por la autoridad portuaria, que pasan por el pago de una fianza o garantía de explotación de 313,23 euros, la tenencia de un seguro de responsabilidad civil, el abono de una tasa portuaria (cuyo mínimo son diez euros al mes) o alta en el censo de empresarios, profesionales y retenedores.

En adelante, también se pondrá coto a dónde podrá ejercerse la expresión artística mediante la delimitación de cuatro puntos que van de la entrada del propio Palmeral junto a la Plaza de la Marina hasta el edificio Alborania; además de una delimitación horaria: de 10:00 a 16:00 y de 16:00 a 22:00.

Una de las denunciantes que aplican al caso anteriormente descrito es Jimena Julián, organizadora de sesiones de milonga (similar al tango) en el entorno desde enero de 2022, momento en que empezó a acudir acompañada de un amigo con el único propósito de pasar un buen rato; luego, la iniciativa seguiría un curso ascendente. Algunos domingos por la tarde, cuando se reunían, llegaron a sumar una treintena entre convocados y espontáneos, en las inmediaciones de la cafetería Granier (donde quedan después), fuera del paso de los viandantes, con el fin de no molestar. Actividades que están disponibles para todos, puesto que, según detalla Julián, el espíritu de la milonga es "abierto", de modo que "el que sepa bailar, puede unirse; y el que no, puede quedarse a mirar".

Este grupo, sin embargo, tuvo que cesar su actividad "preventivamente" en el Palmeral cuando se prohibió el pasado agosto; sobre todo, para "evitar pasar el mal momento de que nos apagaran la música". Así estuvieron todo el mes. Hace unas semanas, iniciado septiembre, intentaron volver, puesto que al examinar la norma entendieron que no la incumplían (tampoco se consideran artistas callejeros como tal, sino "un grupo que se divierte"). Pero sus temores acabaron confirmándose: "Vino la Policía explicándonos que, si no teníamos autorización, no podíamos bailar".

Bailes en la parte trasera de la cafetería Granier.
Bailes en la parte trasera de la cafetería Granier. / M. G.

Ahora, denuncia que la vía que les proporciona la autoridad portuaria para regularizar su actividad no es la que esperaban, y deja caer que “se ha hecho de tal manera para que las autorizaciones finalmente no sean dadas”; también opina que “el detonante” de este escenario, es decir, su regularización, se encuentra, sobre todo, en un asunto: "Seguro que es por los yates que se encuentran amarrados en el puerto, que pagan miles de euros por estar ahí para luego tener como vista a gente que toca música y que hace siempre lo mismo”.

Además, cree que los requisitos son "contradictorios respecto a la ordenanza en sí", puesto que "ellos sí piden dinero por permanecer ahí, mientras que no brindan nada, ni siquiera limpieza". Julián asegura desplazarse antes de cada función improvisada "para baldear y limpiar" de modo que todo esté perfecto para el baile.

En una situación similar se encuentra el grupo de bailes latinos (salsa, bachata y kizomba) capitaneado por Francisco Vargas, que comenzó su actividad artística en el Palmeral a mediados de 2021, lugar en que se congregan personas que van desde los 18 en adelante, aunque los más recurrentes son los mayores. En estos momentos, igual que en el caso de la milonga, se encuentra paralizada en vías de ver qué se puede hacer.

Vargas considera, asimismo, que su iniciativa insufla ánimos de alguna manera entre los viandantes de la zona, ya que es frecuente que se les acerquen personas a preguntar y a bailar, y de multitud de nacionalidades: "Han venido rusos, noruegos... de todos los sitios", explica.

Los motivos para elegir ese enclave, dos: las grandes posibilidades de quedarse a tomar algo después y la aptitud del suelo, que reúne las características adecuadas para el baile. Un último aspecto que, comenta, no tienen todos los sitios: "Durante un tiempo nos hemos juntado en Huelin, en un parque, pero no es lo mismo; nos pilla peor a todos y la superficie no es muy adecuada". También opina que las exigencias que impone el puerto están enfocadas "al lucro, a asociaciones o a eventos, siendo nosotros sólo un grupo de amigos".

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