Blancos y negros
Opinión | Territorio Comanche
Qué trabajito cuesta reconocer que hay barrios en los que el ruido se les ha ido de las manos, otros en los que la limpieza y todo lo que genera brilla por su ausencia, y así sucesivamente
La Expo27 podría haberse dedicado al turismo en la encrucijada del siglo XXI, y habría tenido un máximo consenso ciudadano
Málaga: Paraíso para irse
Málaga/En Málaga todo es objeto de debate de trinchera, nada bajo la reflexión serena, nada bajo el dominio de la lógica de lo razonable. Solo blancos o negros. Si unos colectivos de vecinos se unen porque en sus barrios entienden que el ruido les priva del derecho al descanso, siempre habrá algún responsable en la materia que dirá que se trata poco menos de unos malparidos que se quejan de vicio, si hay algunos barrios en los que la suciedad y las ratas, repito las ratas, forman parte del paisaje de lo cotidiano, siempre habrá alguien que, desinteresadamente, dirá que la ciudad está limpia como una patena, o lo que es peor, que la culpa es de los malagueños que somos unos guarros. Qué trabajito cuesta reconocer que hay barrios en los que el ruido se les ha ido de las manos, otros en los que la limpieza y todo lo que genera brilla por su ausencia, y así sucesivamente. Blancos o negros, sin matices. Pareciera como si todo dependiese de “lo que nos va en el asunto” y así podemos observar excelentes ejercicios de contorsionismo político, y no digamos del mediático.
Sí, Málaga está bien en muchos temas, y puede estar mejor, bastante mejor en otros. Y como la memoria histórica es importante para evitar repetir errores del pasado, conviene decir que en gran parte solo se está realizando una gestión ordenada del pasado, que puede ser poco o mucho dependiendo de donde pongamos el nivel. Brevemente: a Pedro Aparicio le toco asfaltar calles, poner saneamiento en algunos casos inexistente, ordenar una ciudad que era un caos urbanístico. Se construían los edificios antes que las calles con sus infraestructuras. Celia Villalobos se encargó de abrir la ciudad tanto hacia poniente como a Teatinos, en un modelo urbanístico “ordenado”, del túnel de la Alcazaba, de la peatonalización del centro histórico, que en origen no fue tarea fácil con una manifiesta oposición de los comerciantes del entorno, y del actual alcalde, por aquel entonces, concejal de Urbanismo. Véase hemeroteca. Paco de la Torre ha consolidado esa herencia recibida, y dependiendo de los temas y de los barrios, la ha gestionado bien, es decir, con éxitos y fracasos ha ido conformando un atractivo escaparate de ciudad, que, como todo escaparate, solo muestra al visitante lo más atractivo, faltaría más. Tiempo ha tenido, desde luego. Pero sigue obcecado en el gran proyecto de ciudad, a veces dando palos de ciego, y como su carácter le imposibilita admitir consejos, ha tenido que gestionar errores gordos y costosos, que por supuesto los hemos pagado los malagueños.
Un ejemplo. La Expo27 podría haberse dedicado al turismo en la encrucijada del siglo XXI, y habría tenido un máximo consenso ciudadano. ¿Quién iba a dudar del papel de Málaga en ese tema? Somos un auténtico laboratorio desde el punto de vista turístico, con una capacidad de resiliencia espectacular. Tan solo tenemos que mirar dos años hacia atrás. Sin embargo, que el lema de la candidatura para la Expo27 sea La era urbana: hacia la ciudad sostenible es una extraordinaria insolencia, porque Málaga puede ser mucho y lo es, menos sostenible. Los precios de los alquileres no son sostenibles, ni los espacios verdes por habitante, ni la movilidad, ni la inclusión es sostenible, ni el nivel de gobernanza, lo único sostenible a lo largo del tiempo han sido las ganas de pegar el pelotazo. Pregunten a los vecinos de Huelin, del Perchel, de Teatinos, de Cruz de Humilladero, de Calle la Unión, de Carretera de Cádiz, del Centro Histórico, del Palo, de la Pelusa, o de los Asperones... Vayan y cuéntenle la milonga de que vamos hacia la ciudad sostenible. Todos los estamentos del país están detrás de la candidatura, aunque mucho me temo que no sepan realmente lo que están defendiendo, lo que tampoco es muy extraño en política.
A mis alumnos les cuento la sostenibilidad urbana como la búsqueda del desarrollo de la ciudad sin menoscabo de su entorno y disminución del impacto en el mismo, equilibrando las necesidades ambientales, sociales y ecológicas. Tan simple como la consolidación de un modelo urbanístico que permita mantener, e incluso incrementar, el bienestar de la población, de toda, garantizando los recursos futuros. No resulta nada difícil entender esto, si se quiere, claro.
Cuando solicitamos ser Capital Cultural, todos convinimos que nos faltaba un hervor en ese sentido, que los museos, la universidad, y la propia estrategia de gestión irían generando masa crítica que nos permitiría cubrir todos los factores necesarios para que nos la hubieran concedido, más adelante. No nos equivocamos, y no nos la dieron. Probablemente si lo hubiéramos solicitado ahora con nuestro perfil, la cosa habría cambiado. Aquí puede suceder lo mismo. Quizá hemos desechado la faceta en la que somos fuertes, basada en el turismo, para irnos a jugar a un campo, en el que ni de lejos cubrimos las expectativas, el de la sostenibilidad urbana.
Ya le rendimos justo tributo a un Ingeniero de la Torre Acosta, pero los malagueños ya estamos también tributando a costa de las barrabasadas socioambientales de otro Ingeniero de la Torre. Aún está a tiempo, pero pudiendo pasar a la historia como el alcalde que hizo una ciudad amable para sus propios ciudadanos, parece empeñado en ser el mayor depredador del ecosistema urbano malagueño. Va a lo suyo, que cada vez coincide menos con lo de los malagueños.
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