Adiós a un tipo muy grande
obituario
Fallece a los 85 años el cantaor y humorista malagueño Chiquito de la Calzada, patrimonio nacional con tantas expresiones adoptadas por la gente
Málaga/A los 62 años la vida te dice que es hora de parar y comprobar el recodo más tranquilo. Pero Gregorio Sánchez Fernández, un superviviente malagueño del 32, halló la fama, una popularidad calurosa e instantánea, cuando normalmente no hay mucho más que esperar. La televisión le captó y le enfocó y España entera se meó de risa. Todo el mundo quería remedar a ese calvo de las camisas iridiscentes, de palabras atropelladas y suertudas, que puso en boca de todos. Jarl. Pecadorl de la pradera. No puedo, no puedo. Cobarde. Finstro. Por la gloria de mi madre. Nadie ha aportado más latiguillos y frases propias al léxico de todo el mundo. Chiquito, aquel cantaor con voluntad, caminante, obsequioso, se convirtió en un fenómeno y a día de hoy es un clásico. Da igual si contaba chistes o se arrancaba con fluidez para un cantiñeo. Era un personaje. Se creó un personaje. A los 62 años. Y la vida se le estiró hasta los 85. Fue una fama entre jóvenes que se reían con él como nietos en Nochevieja. Nietos que lo imitaban. Sus expresiones quedarán por mucho tiempo entre nosotros. Tedacuén.
Hay que insistir en la casualidad de toparnos con Gregorio una noche de verano en Antena 3. La primera vez que lo vimos fue el 24 julio del 94, domingo. En mayo Tomás Summers remataba Son risas y lágrimas en Canal Sur y un directivo de Antena 3, Ricardo Visedo, no se anduvo por las ramas: para las noches de vacaciones quería un programa sencillo y barato sobre chistes. Summers aceptó con resignación eso de hacer lo de siempre, con la pereza de buscarse una cantera. Y mientras bufaba de cansancio en el almuerzo se topó en el restaurante La Coquina de Torremolinos a un animador con el que se tronchaba la concurrencia. Fue una aparición. Predestinación. Una broma que terminaría señalando la vida cotidiana de todos los españoles. Unas semanas después aquel hombre que se echaba la mano a los riñones entre saltitos incomprensibles se convirtió en la estrella de Genio y figura, el modesto programa del mago Pepe Carrol. Qué digo estrella. Se convirtió en la persona más conocida del país. La más querida. La más jaleada. Lo nunca visto.
Eran tiempos que se antojan rudimentarios para la televisión del entretenimiento y aún así hubo directivos de Antena 3 a los que no les convencía el extraño español que pronunciaba "ese señor mayor". Para llegar hasta San Sebastián de los Reyes sólo pidió llegar en tren, no en avión. Fue un año de gloria para Genio y figura, que terminó presentando Bertín Osborne, cuando Chiquito, patrimonio nacional, voló solo, por espectáculos, colaboraciones, anuncios. E incluso un par de películas. Una selección de sus actuaciones se convirtió en una de las cintas de VHS más vendidas de todos los tiempos cuando youtube era impensable. Era el regalo ideal de 1995.
De niño ya apuntaba maneras con el flamenco, en su barrio de la Trinidad. Su apodo se debe al nombre de la calle donde se crió. El chiquito que asombraba por fandangos. Se casó con la cordobesa Josefa García, Pepita, cuando apenas eran unos chavales y durante sus más de cincuenta años de matrimonio fueron felices. Sin descendencia pero con sobrinos de sobra. La suerte que encaró Gregorio en su recta final se trastabilló el día que falleció repentinamente su esposa cuando despuntaba la primavera de 2012. Desde entonces no se repuso del golpe. Apareció en Mi casa es la tuya, con Bertín y su primera compañera televisiva de chistes, Paz Padilla. Anunció de todo, pero su participación en los spots navideños de Campofrío fueron uno de sus últimos grandes regalos. Le fallaba la memoria para rematar los chistes, pero en realidad nunca hizo falta que los terminara. El público tenía suficiente con que se pusiera en pie, pateara al aire y empezara a contar lo que surgiera. Un lago negro, un lago blanco. Cuatro caballos vienen de Bonanza.
El otro día, recuperado del infarto cuando los bomberos tuvieron que entrar en su casa el 14 de octubre, alertados por la familia, reconoció que todo había sido "una caidita". Otra de sus expresiones. Hasta luego... grandes.
Entre dos generaciones
De humoristas Chiquito forma parte de los cómicos que contaban chistes al estilo de los espectáculos de variedades de siempre. Fue una tardía réplica malagueña a los casos verídicos de Paco Gandía y al también cantaor Manolo de Vega, descubiertos ambos en la pantalla de casa en los años 70. El humor televisivo en las primeras décadas solía parcelarse en segmentos independientes en los programas donde aparecían chistosos como Pajares o Esteso, que intercalaban imitaciones en sus gags, como harían en los 80 Los Morancos. Josele, también cantante antes que cómico, era la versión andaluza de Gila y Pepe Da Rosa (foto) cantaba por derecho sus piezas propias, a veces parodias, como Emilio El Moro. Con Chiquito se fue cerrando una época y el humor televisivo se encaminó hacia el monólogo a lo stand up comedy y vetas renovadas como los chanantes, herederos de Tip y Coll y su evolución, Faemino y Cansado.
Tres películas, por llamarlas de alguna forma
Hay que rastrear bien para encontrar a un actor protagonista debutante con 64 años como le pasó a Chiquito en 1996 con Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera. En la línea con las películas disparatadas de sketches, Álvaro Sáenz de Heredia parodiaba el western. Bigote Arrocet encarnaba a Lucas. El éxito de este placer culpable tentó a una secuela que se llamó Brácula: Condemor II. En 1998 aún tendría Chiquito una tercera película, Papá Piquillo. Con Leslie Nielsen, podríamos decir que su émulo en Estados Unidos, promocionaría Spanish Movie. Y aún tendría un cameo en Torrente 5.
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