Análisis
Santiago Carbó
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El bar El Racimo de Málaga cierra su persiana para siempre. Cien años de historia y dos generaciones después, la Trinidad despide uno de los pocos establecimientos tradicionales que quedan en la zona. El próximo 20 de diciembre el gerente del bar, Miguel Blanca Céspedes, se jubilará y no habrá vuelta atrás. “Aquí se quedan muchas vidas, ya tengo 66 años y toca jubilarse”, asegura el dueño.
Este establecimiento malagueño abrió por primera vez en 1922 de la mano del matrimonio formado por Manuel Blanca Romero y Ana Céspedes Fernández. Desde aquel momento, han sido miles las personas que se han sentado en sus mesas, haciendo que a día de hoy cuenten con un gran número de clientes fijos. Actualmente, Miguel Blanca Céspedes, uno de los hijos de este matrimonio, es quien dirige el bar. “Somos siete hermanos y todos hemos pasado por aquí, algunos se han jubilado, otros se han ido por otros sitios y el que he quedado he sido yo”, cuenta el malagueño.
Desde que estaba en el vientre de su madre, Blanca ya deambulaba, sin saberlo, por El Racimo. Lleva prácticamente toda su vida detrás de esa barra y ahora suelta las riendas para siempre del número 54 de calle Mármoles. El edificio en el que se encuentra el establecimiento lo ha comprado la empresa Aljonoz que tiene previsto construir un bloque de viviendas y bautizarlo como El Racimo. Al llegar a este punto, Blanca asegura que la razón por la que iba a cerrar, aparte de su jubilación, era el fin del contrato del alquiler, pero al ver que el edificio había sido comprado por una empresa y que ninguno de sus hijos va a ponerse al frente del bar, algo que él tampoco quería porque “este es un oficio muy sacrificado", decidió no buscar un nuevo local y empezar a “descansar” después de toda una vida tras la barra de este bar.
Mirando a través de la ventana y sin dejar de atender a la barra, Blanca recuerda que “antiguamente ahí en frente lo que había era una huerta y mira ahora todo lleno de bloques”. En este punto, cuenta que el menú que ofrecen, al igual que su horario, ha ido cambiando con el paso de los años. Actualmente, tienen desayunos y comidas, donde quien se siente a comer puede comer jamón ibérico y queso jurado, hasta marisco, algo muy característico de este establecimiento. Eso sí, a su gran variedad de mariscos, también se suman pescados de la bahía y una tapa con la bebida, ya que fue de los primeros en empezar con esta oferta. Aunque si algo destaca dentro de su menú es el ladrillo, un plato de cinta de lomo, con especias morunas y patatas, su plato estrella. En cuanto a su horario, sostiene que están abiertos de 8:30 a 15:30.
Todas las decisiones son difíciles y ésta también. “Nos da mucha añoranza, pero cuando algo se acaba, se acaba”, incide. Una sonrisa le ilumina la cara al recordar todo lo vivido, pero su alquiler se termina y con él llega su jubilación. Cierto es que el cierre no lo ha informado con carteles, simplemente ha comenzado a decírselo a sus clientes habituales. La noticia está siendo recibida por los vecinos con tristeza, ya que para muchos de ellos la historia que guarda estas cuatro paredes es la de su vida. “Es una pena” es una de las frases más repetidas entre muchos de los comensales allí presentes, los cuales no olvidarán nunca lo vivido en El Racimo.
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