Coronavirus en Málaga: Miedo y desesperanza en la cuarentena de Palma-Palmilla y Los Asperones
Con la economía de supervivencia asfixiada por el encierro y sin nada a lo que echar mano, la situación se agrava entre los veicnos de barrios como Asperones y Palma-Palmilla
Málaga/En las calles extrañamente vacías de barrios como Los Asperones y Palma-Palmilla se respira miedo y desesperanza. Después de una semana de encierro, los endebles recursos económicos se han esfumado, las neveras se han quedado casi vacías y crece la angustia por una situación desconocida que se alarga y les impide seguir con su frágiles herramientas de supervivencia.
La reanudación del reparto de comida a los alumnos incluidos en el Programa de Refuerzo de Alimentación Infantil supuso un respiro, aunque insuficiente para dar respuestas a las necesidades de la Málaga más vulnerable.
“Las familias tienen mucho miedo, no pueden ir a ganarse la vida, es su principal problema”, explica Miguel Ángel Muñoz, director del colegio Manuel Altolaguirre de Palma-Palmilla. “No pueden ir a buscar chatarra, no pueden tirar de ningún remanente, no tienen ahorros, no tienen nada y ni siquiera pueden ir a pedir, se están viviendo situaciones muy malas según nos cuentan”, agrega Muñoz.
En su centro 113 alumnos recibirán hoy martes la comida pero destaca que los hermanos que tengan en Secundaria “no van a recibir nada, así que vamos a intentar suplir esto con bolsas que se queden huérfanas, porque no nos parece que haya esa desigualdad”.
Para este docente, la crisis del coronavirus ha demostrado que “no tenemos la resiliencia suficiente para trabajar en esta situación, incluso desde el punto de vista pedagógico porque funcionamos con la página web, pero eso significa que las familias deben de tener ordenadores e internet, y no es el caso”, apunta.
Aunque ahora lo principal, dice, “es no coger la enfermedad y poder comer”. En el barrio, que se sepa no hay ningún positivo. “Nuestra gente no sale tanto, tiene menos interacción con turistas ni con gente de fuera, no viajan y salen menos a comprar, así que hay menos contagios”, considera el director del Manuel Altolaguirre.
Llamadas de gente "bastante desesperada"
Tabita Heredia es monitora de tiempo libre y vecina de La Palmilla, además de llevar un economato social. “Los que dependían del mercadillo, de lo que ganaban al día lo están pasando regular, la verdad”, indica y subraya que son muchos los vecinos que están respetando la cuarentena aunque hay otros, sobre todo, marroquíes y subsaharianos “que hacen su vida normal, están en la calle, la policía pasa y advierte con megáfonos, se meten en sus bares y luego vuelven a salir”.
Tabita explica que reciben llamadas todos los días de gente bastante desesperada que “no sabe cómo hacerlo, no tienen ningún tipo de ingresos, vendían algo por el barrio y se ganaban un dinerillo, se apañaban buscándose la vida y con el encierro no reciben nada”.
Igualmente señala que el “Distrito ha puesto una ayuda para llevar alimentos y productos de higiene a las casas”, algo de lo que se están encargando las entidades que trabajan en el barrio, que están recogiendo datos para poder enviar la ayuda.
Fuentes oficiales del Ayuntamiento aseguran que "se están atendiendo los casos por orden de prioridad, llevándoles necesidades básicas a su domicilio" e indican que a los más necesitados en centros como a la Casa de la Buena Vida le llevamos dos camiones de comida el pasado jueves. "Aún así muchos colectivos del barrio quieren que les llevemos lotes de comida para ellos repartir y hemos decidido que no para que no se hagan colas o se repartan de manera no adecuada", agregan.
Los Asperones, casos de verdadera urgencia
Pero si en barrios como éste se está pasando mal, en Los Asperones la situación es más urgente aún. Patxi Velasco, director del colegio María de la O de la barriada de Los Asperones, asegura que “la gente está fatal, son muy vulnerables, viven al día y no saben cómo van a comer, en una economía de supervivencia en un contexto de pobreza extrema, esto ha provocado una situación aún más grave”.
Velasco comenzó ayer en su centro el reparto del antiguo plan SYGA (Seguridad y Garantías Alimentarias) con la colaboración de Protección Civil pero no se trata de ninguna dotación extraordinaria por el estado de alarma. “Es lo que había y lo que teníamos pero gracias a ONG y a donaciones hemos podido sobrevivir por ahora”, señala.
“La situación es muy dramática, estamos hablando que en un familia que tiene tres hijos en distintas etapas educativas solo comería el de Primaria, eso es una barbaridad, así que estamos intentando multiplicar los panes y los peces, coordinar esfuerzos que ya existían para llegar a la mayor gente posible”, agrega el docente.
En el barrio, además de pensiones y algunas prestaciones por discapacidad, las nóminas no llegan a la media docena. “La situación es extrema y estamos dando cuidados paliativos”, comenta. En su centro la asignación de alimentos es para 101 alumnos y llega a 56 familias. Pero los pequeños de la escuela infantil, de 0 a 3 años, no están cubiertos y Secundaria tampoco, algo que demandan con urgencia.
"Me mandan fotos de sus neveras vacías"
Jesús Juárez, educador social del colegio María de la O de Los Asperones, también sabe de la preocupación de los vecinos. “Me llaman a diario pidiéndome mascarillas, mandándome fotos de las neveras vacías, que no tienen nada que comer, en la Fase III se fue la luz y estuvieron dos días sin electricidad, hay mucho desconocimiento, muchos bulos y mucho miedo, son más vulnerables y tenemos que estar constantemente desmintiendo informaciones falsas”, comenta Juárez .
El educador social destaca que si normalmente hay un 15% que pasa mucha necesidad a diario, en esta situación se suma “el 80% que son chatarreros y vendedores ambulantes, se ha multiplicado la necesidad, la pobreza”. “El otro día una mujer me dijo que a su marido lo habían multado por buscar comida en la basura, hay mucha desesperanza, las políticas de ayuda cuesta que lleguen a los pobres”, considera Juárez.
Hasta en la educación se nota la desigualdad en barrios como Asperones. Con el colegio cerrado les haría falta ordenadores, internet e impresoras. “Y de eso hay poco en Asperones, a los alumnos que tenemos en la ESO y en segundo de Bachillerato les está costando muchísimo seguir el ritmo”, agrega y reitera que “no ha llegado todavía ninguna ayuda de emergencia” a este barrio en el que viven una 1.000 personas. “Esto es como en la película Titanic, los últimos siempre son los últimos en poder salir y los primeros en ahogarse”, comenta Patxi Velasco.
Cero ingresos para familias que viven al día
Eva Muñoz, es miembro de Misioneros de la Esperanza. Con MIES llevan cinco años repartiendo comida preparada en Los Asperones. “Ahora no tenemos más, simplemente estamos intentando multiplicar lo que tenemos y esperamos que los recursos duren al menos el tiempo del estado de alarma”, destaca. “Viven al día, no pueden ir a la chatarra, no pueden vender, tienen cero ingresos”, apunta.
También señala que “se quejan mucho del teléfono 010, porque dicen que no se les atiende, y quieren alimentos para cocinar, leche, galletas, zumos para los niños, jabón, detergente, productos higiénicos”, sostiene. También apunta que “se ha luchado para que el plan SYGA vuelva y la semana anterior se ha hecho el reparto urgente de alimentos (RUA), que es lo que se venía dando pero se están incluyendo a todas las familias”. Eva señala que “con el RUA se come hoy pero mañana tienen la misma necesidad” y teme no saber hasta dónde podrán llegar.
“Ellos están asustados, algunos tienen mascarillas, otros se las han fabricado con tela y gomillas, la situación es nueva para todos y para ellos es más difícil todavía”, afirma la miembro de MIES, cuya preocupación principal es que “nadie se quede sin comida”. También apunta a que, por el momento, no se ha detectado ningún caso positivo de coronavirus pero hay mucha población mayor.
“No están saliendo tanto como cabía esperar, están en las casas, se nota mucho la diferencia en las calles, no hay niños jugando, ni nada”, afirma Eva Muñoz. También destaca el respeto con el que han afrontado los repartos de alimentos. “Dijimos que no subieran con niños, que viniera una sola persona y guardando las distancias y así lo han hecho”, agrega. La entidad y el colegio han unido fuerzas para intentar un mejor reparto y para exponerlos lo menos posible.
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