Al coronavirus también se le gana
El malagueño Mario Arias relata su pelea contra el virus en Barcelona, donde vive y pasó seis días en el hospital
Mario Arias Canivell (Málaga, 1979) es un experimentado navegante, patrón de altura de la marina mercante, que ha surcado los mares del Sur, ha cruzado medio Pacífico de Chile a Tahití y ha estado en la isla de Pascua, la Polinesia o el archipiélago de las Pitcairn, allí donde desembarcaron descendientes de los amotinados del barco Bounty y sólo viven 60 personas. Deportista, acostumbrado a vivir en condiciones extremas, en forma, a él también le atacó el coronavirus, que no hace distinciones.coronavirus Vive y trabaja en Barcelona y allí comenzó una lucha que empieza a ganar tras estar seis días en el hospital y varios días más KO.
Tras un primer diagnóstico que no fue acertado, era un momento también en el que el virus no estaba tan en auge, el malagueño pasó varios días en casa en malas condiciones, con fiebre y con cada vez más problemas para respirar, -"con mareos, escalofríos, fiebre, falta de apetito, pérdida de olfato y gusto... Parecía un poco zombie", explica-. Se puso en contacto con una clínica de su seguro, ya bajo coordinación pública. Tras varias horas en ella, ya de madrugada, las pruebas revelaron que tenía una neumonía, con manchas de tres centímetros en cada pulmón, y dio positivo en el test del coronavirus. Debía quedarse ingresado.
"Estaba un 95% saturación de oxígeno, si bajaba ya me tendrían que haber enchufado, hasta entonces con inhaladores me fui manteniendo. Con antibióticos, antivirales y algún paracetamol ha ido remitiendo. Entré el 17 de marzo y el 23 fui para casa para seguir aquí recuperando porque se aproximaba el pico de contagio y llegaría gente que venía peor. Y aquí seguimos, queda un poco de tos seca residual, pero mejorando", explica el malagueño, que se deshace en elogios para los sanitarios que le han tratado en este periodo de tiempo: "Les he visto trabajar en situaciones duras, muchas horas, y me quito el sombrero con ellos y con ellas, especialmente las mujeres, que me trataron con una humanidad increíble. Entré al principio de la primera ola y poco a poco fue llegando progresivamente gente. Entré y sólo había una planta con coronavirus y ya cuando me fui estaba así casi todo el hospital. Lo que me dijo la doctora y los que me trataron fue que esta enfermedad no se ha conocido y que va poniendo pruebas constantemente. Se han llevado sorpresas de recaídas inesperadas y críticas, no querían mandar a casa a infectados porque los tratamientos para hacerse bien son largos y se llevaban sorpresas, con cada paciente que entra iban aprendiendo. Pero la situación empezaba a desbordarse".
Mario vive con su pareja en Barcelona, pero está encerrado en su habitación. Nadie puede entrar. Toallas, sábanas y ropa se lavan a más de 60 grados para evitar cualquier residuo del virus. Es una situación que, sólo semanas atrás, se vería inverosímil, pero que es real. "Sólo nos vemos de lejos, con mascarillas y guantes. Ella me trae una bandeja, siempre me pongo los guantes, la mascarilla y dejando distancia. Todas las superficies que puedan llegar a contaminar las limpio y le dejo en la puerta todo. Con máximo rigor y escrúpulo. Me realizan desde la clínica seguimiento telefónico. En un primer momento la cuarentena era de 14 días, pero la aumentaron a 28 porque ha habido casos de que después de más de 20 días, no se sabe si por recaída o porque el virus tarda mucho en irse, ahí estaba", explica el malagueño sobre cómo es su vida ahora mismo. En este periodo ha perdido casi cuatro kilos, aunque ya va recuperando apetito y reponiéndose.
"Entiendo que el encierro, para niños pequeños o para gente con necesidades, es complicado con un tiempo tan prolongado. Para mí es como si estuviera cruzando el Atlántico. Con la ventaja de que la casa no se mueve, la temperatura es constante, no hay chubascos ni vientos, la comida es buena, me ponen el desayuno...", bromea el malagueño, que en este periodo de hospital y aislamiento también intenta sacar lo positivo: "No me llevo la experiencia personal como algo horroroso. Una vez lo superas, aprendes a valorar muchas cosas, cuando realmente se ponen las cosas feas y la gente se crece y arrima el hombro. La experiencia en el hospital ha sido alucinante, se me ponen los pelos de punta. Los admiro un montón, me iba de allí sobrecogido. Como yo me he sentido es inexplicable. Es una tarea muy difícil de explicar, cómo trabajaban, expuestos a carga viral... Todo el mundo hace lo que puede y sabe. Es verdad que ahora el aislamiento me da un poco de preocupación laboral, todos estamos preocupados de qué va a pasar, si va a haber temporada para el barco... Todo el mundo está a lo mismo, pero he salido de la ruleta rusa de esta enfermedad, hay gente que tiene predisposición a una respuesta inmunológica desmedida. Si la carga viral es alta, puedes ser persona sana, o sin patologías, yo llevaba tres meses en el gimnasio a tope, súper en forma, pues puede hacerte mucho daño. A veces piensas que eres invulnerable, como con los accidentes de coche, hasta que toca".
"Pasé mentalmente por varias fases en la enfermedad. Primero tenía un agotamiento severo, después me sentía irascible, por las medidas que se habían tomado tarde, como queriendo culpar a alguien de todo, pero después estaba más tranquilo. Empecé a percibir cómo a mi alrededor había gente que tenía miedo, con gente que estaba en grupos de riesgo. Me he moderado, he templado y he comprobado que no es el momento de acusar o denunciar", reflexiona Mario Arias, que estudió Ciencias de la Comunicación y también piensa en el consumo que se hace de la información: "Ahora hay que salir de esto. Sería importante pararlo, la desinformación provoca sentimientos malos, meditar la información y no ir a por nadie, habrá tiempo de hacerlo. Tenemos internet, una herramienta muy potente pero no la educación para utilizarla, hemos crecido con la idea de que la persona que tiene una formación es libre para opinar. Y en un mundo con un alto flujo de comunicación quizá no estamos educados, esa formación la tenemos pendiente, debería haber menos contaminación".
Pasado su Cabo de Hornos particular, Mario Arias acaba con un mensaje optimista tras su pelea con el coronavirus: "Tenemos motivos para estar positivos, estamos jodidos y no es bueno para nadie, pero tenemos que hacer un esfuerzo. Yo me lo tomo no como que estamos confinados, sino como que estamos a salvo. No debe generar ansiedad sino seguridad estar en casa. Desde el punto de vista del marino, yo me lo tomo como con la mar, hay que tenerle respeto, pero no miedo. El miedo te paraliza, te produce unos sentimientos malos para sortear una situación. El respeto te hace prever que la situación no te coma, te estás poniendo a salvo, tus sentimientos son positivos. Para minimizar esta crisis también hay que verla como una oportunidad, puedes hacer tantas cosas, aunque sólo sea descansar...". Porque sí, en este páramo de noticias buenas, también se le gana al coronavirus.
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