“Hay un ‘overbooking’ de mafiosos en la Costa del Sol. Ya no están seguros”
Entrevista a Miguel Díaz | Autor de 'Costa Nostra. Las mafias en la Costa del Sol'
Alerta de que "abogados y asesores financieros colaboran con las mafias y facilitan el blanqueo"
Denuncia las carencias de los intérpretes, lo que dificulta las escuchas policiales. Y ello pese a las “180 nacionalidades” de los criminales en Málaga
Diez años después de la publicación de Costa Nostra: Las mafias en la Costa del Sol, el periodista Miguel Díaz y Antonio Romero, histórico dirigente de Izquierda Unida, ofrecen un nuevo análisis de la realidad del crimen organizado. “Siguen las mismas alarmas que hace una década pero de forma más intensa”, apostilla el reportero.
–¿Qué reacciones ha generado la publicación del libro?
–Nos decían que íbamos a atacar la imagen turística de la Costa del Sol. Hay que mirar de frente y combatir el fenómeno si queremos preservar la imagen. La Fiscalía, en su última memoria anual, recogía que luchar contra el crimen organizado es la principal preocupación y pedía medios. Vemos que están en una situación de indefensión. En el libro hacemos un repaso de las principales operaciones policiales. Nos detenemos en el Caso Malaya, en la corrupción en los distintos ayuntamientos de la Costa del Sol. Se blanquea dinero negro y se inserta en la economía legal. Hay despachos de abogados y asesores financieros que hacen, a medida, sociedades pantalla o realizan gestiones para facilitar ese blanqueo. Una red de profesionales en la Costa colaboran con las mafias porque generan riqueza a muy corto plazo.
-Y las instituciones, ¿cómo actúan?
–Algunas instancias miran hacia otro lado. Pedimos controlar esas actividades en los despachos. Más allá del paraíso fiscal en Gibraltar, hay que ir quitando agua para que no se siga engordando la actividad de las mafias.
–¿Qué organizaciones mueven los hilos en la Costa del Sol?
–El Ministerio del Interior habla de 120 grupos organizados. El panorama ha cambiado. Antes, muchos responsables políticos y policiales negaban la implantación de las mafias. Decían que eran hechos aislados. Ahora se habla de un fenómeno instalado. Operan a través del blanqueo de fondos que ganan con actividades ilegales.
–¿Está ya la Camorra asentada en la provincia de Málaga?
–La Camorra tiene sus tentáculos en la Costa del Sol desde hace décadas, aunque sus dirigentes están en Nápoles. El hecho de que llamen Costa Nostra a la Costa del Sol da prueba del grado de implantación. Principalmente en relación al narcotráfico con vía de entrada por el Estrecho de Gibraltar. Periódicamente se producen detenciones de capos de la Camorra. Muy sonada fue la de Raffaele Amato en Marbella, considerado el jefe del narcotráfico en Europa.
–¿Cómo es la relación entre los grupos criminales?
–El crimen organizado se ha ido internacionalizando. Cada vez hay una mayor cooperación entre las bandas, que se reparten el trabajo en cada uno de los eslabones de la cadena criminal. Ya no son las mafias que empezaron a actuar. Están formadas por pocos individuos muy especializados que tejen alianzas entre ellos. Contratan a gente que vienen a poner bombas. Hacen el trabajo, se van y vienen otros. Hay un overbooking de mafiosos y ya no están seguros. Uno de ellos fue detenido cuando celebraba su cumpleaños en un bar de Puerto Banús. Acaban en los mismos círculos del lujo.
–La violencia se escenifica con toques de atención en plena vía pública
–El tiroteo que se produjo la semana pasada en Marbella –con un fallecido y un herido– ocurrió a solo 200 metros de un supermercado. Hace unos años ya entraron con armas de asalto en una peluquería de Puerto Banús y un chico murió.
–El triángulo Marbella-Fuengirola-Estepona ha sido el escenario elegido estos meses.
–También Mijas, por las mafias argelinas en la zona de El Zoco. En esos puntos nadie levanta sospecha. En la zona de Nagüeles –en Marbella– acribillaron a tiros a un hombre que iba a llevar al niño al colegio. En estos años ha habido ajustes de cuentas con bombas, quema de chiringuitos, de un gimnasio a manos de mafias holandesas...
–¿Cuál sería el punto de inflexión para frenar a estas bandas?
–En 2009 ya planteamos un decálogo de la lucha contra el crimen organizado. Es necesaria una dotación de efectivos especializados, pero también hay unas carencias brutales en los intérpretes. Hablamos de 180 nacionalidades con lenguas y dialectos distintos. Se pierden muchas posibilidades de interceptar comunicaciones.
–¿Qué otras medidas habría que impulsar?
–Una legislación más estricta para combatir el fraude. Hay desunión y se deben tomar medidas internacionales. El contexto político no es ni mucho menos de cooperación. Reino Unido es clave y el Brexit aleja que Europa tenga una legislación común. De fondo hay un caldo de cultivo que es el empobrecimiento social, el desempleo y la falta de alternativas. En el libro analizamos que la corrupción existe porque la sostienen. Hay un apoyo muy fuerte al negocio de las bandas criminales. Tienen a la Infantería en las playas tirando piedras a la Guardia Civil. El crimen organizado se da en un Estado cada vez más débil. Las políticas de educación social también serían claves.
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