'Crystal': El circo también vive bajo el hielo
El Circo del Sol trae a Málaga un espectáculo en el que aúna su esencia con el patinaje sobre hielo
Podrá visitarse en el José María Martín Carpena entre el 10 y el 18 de diciembre
El Circo del Sol estará en Málaga en diciembre y ya se pueden comprar las entradas
Así entrena el Circo del Sol antes de llegar a Málaga
Frankfurt/Un paso más allá. Es la sensación que inunda el cuerpo tras comprobar de primera mano cómo se puede llevar un espectáculo puramente circense a las cuchillas y los crampones necesarios para desplazarse sobre el hielo. En Crystal, el próximo evento con el que el Circo del Sol desembarcará en Málaga del 10 al 18 de diciembre, la impresión del espectador es de máxima sorpresa. A la hora de ir al estadio (por las condiciones necesarias para mantener el hielo Crystal es uno de los pocos títulos de la compañía que debe alejarse de su ya famosa carpa), uno quizá arquea una ceja con la percepción de que lo va a ver no debe distar mucho de un campeonato del más alto nivel de patinaje artístico. A poco que se apagan las luces, incluso los más escépticos se dan cuenta de que a pesar que eso está presente, Crystal es mucho más.
La compañía canadiense sigue llevando el circo en su nombre y en su espíritu desde que se fundase hace 40 años, pero no deja de moverlo fuera de su zona de confort. El estreno del montaje de Crystal en Frankfurt el pasado miércoles permitió comprobar en primera persona el alcance de la apuesta por el hielo de compañía circense, que pone toda su maquinaria a trabajar para que la hora y media que dura el espectáculo te agarre por las solapas y sólo te suelte cuando la música deja de sonar. La cuna del Banco Central Europeo es una de las últimas ciudades de su gira alemana antes de aterrizar el próximo mes de diciembre en Málaga. Después, parará en Pamplona y Barcelona antes de regresar a Estados Unidos.
En Crystal, el Circo del Sol no esconde todo su potencial en efectos especiales para que el espectador no tenga que fijarse en otra cosa que no sean los artistas. Sobre el hielo y el atrezzo las proyecciones lumínicas hacen que un –a priori– espacio no demasiado grande aumente sus posibilidades exponencialmente. Si a esto se le suma la música en directo, junto a las cuatro canciones populares remasterizadas para Crystal –es la primera vez que se añaden canciones de este tipo a un espectáculo del Circo del Sol– todo está a medida para que, en un mundo acostumbrado al hiperestímulo del audiovisual, uno se sienta parte de una superproducción en directo.
Todo esto se potencia con una historia inmersiva y con la que resulta sencillo empatizar. El espectáculo va guiando al espectador a través de la historia de Crystal, una joven que se siente incomprendida por su faceta creativa y que mientras patina, cae bajo el hielo hasta el fondo de sí misma, donde se encuentra con un álter ego más sombrío que no hace sino que guiarla en el camino hacia la luz como una suerte de dos imanes que, con la misma carga, se repelen. Todo ello acompañado de no pocos sketches cómicos de los que el público llega a formar parte. De esta manera la compañía no se olvida en ningún momento el carácter divertido del circo, la esencia primigenia. Una historia que, pese a ello, no renuncia a su dosis de hora y media de sortilegios y hazañas imposibles para aquel que busca en el Circo del Sol un momento en el que mantener la mandíbula desencajada.
"Bien no es suficiente"
De que todo esto fluya como la seda se encarga Robert Tannion, director artístico del montaje. Tannion llegó al espectáculo en su relanzamiento tras la pandemia, a pesar de que el show estaba concebido desde 2017. "No quiero que esto sea un show normal, quiero que esto sea una experiencia que no se olvide al salir", asegura. Para ello, liman los detalles al máximos, "para cada factor tenemos plan A, B y C; se invierte mucho tiempo y mucho dinero en que bien no sea suficiente, tiene que ser mejor".
"Aquí, más que de una familia, me gusta hablar de una cultura; yo aquí tengo un cargo, pero no soy más importante que el conductor de los camiones, por ejemplo. Intentamos que todos se sientan iguales", esta es una de las claves que señala el director artístico para que todo fluya de esta manera.
Todo lo que rodea al espectáculo responde a los números de la gran superproducción que se acaba viendo sobre el escenario. Son 40 artistas los que se ponen a disposición del goce del público, a los que hay que añadir tres músicos que tocan hasta ocho instrumentos diferentes (guitarra eléctrica y acústica, acordeón, piano o clarinete, entre otros), todos ellos en directo. A la familia de intérpretes se le añaden otras cincuenta personas entre el personal técnico, cocineros, montadores o conductores. En total, 93 empleados de 25 países diferentes que hablan 18 idiomas. Sólo el escenario principal cuenta con 221 piezas diferentes, todas móviles sobre el hielo. Además, en cada uno de los lugares necesitan de mano de obra local para completar el equipo, lo que acaba triplicando el número total de personal.
Las múltiples toneladas de equipaje que llevan consigo (portan sus propias lavadoras, un gimnasio completo, todas las maquinas de costura y arreglos de vestuario, un horno para que las pelucas mantengan el peinado durante una semana o todos los instrumentos) se recogen en 421 maletas de gran tamaño para las que necesitan 41 camiones para transportarlas por toda Europa.
En esta particular torre de Babel que supone una organización de estas magnitudes, la troupe circense ya no sólo habla el idioma de las acrobacias y los malabares, ahora deben comunicarse también sobre patines. Aunque para hacerlo más accesible hablan todos en inglés (algo que facilita la propia empresa dando clases a los menos iniciados en el idioma). Por los pasillos del backstage para los entrenamientos se mezclan heterogéneamente y como un todo flexible y atlético un cardumen de artistas que luego deberán moverse de la misma manera sobre el hielo.
Vestuario a medida
Para eso utilizan patines y zapatos hechos completamente a medida. Es más, una de las prendas más especiales de este evento es la que usan los acróbatas para poder hacer su trabajo de manera confortable. Después de tres fases de pruebas en Montreal, el equipo técnico en conjunto con los propios artistas acabaron desarrollando unos zapatos especiales con crampones y doble suela para que pudieran adherirse al hielo con la suficiente seguridad antes de volar sobre el mismo.
Encargada de todo el vestuario del espectáculo hay una española, Isabel Franco; que llegó al Circo del Sol en una de estas paradas en las que necesitan apoyo logístico local para poder sacar el show adelante. Poco a poco fue integrándose hasta acabar estar al mando de uno de los puntos más importantes del espectáculo. "Es primordial que todo esté perfecto para que el espectador no se fije en que hay algo que no encaja en el vestuario", no incomodar, que nada esté fuera de su sitio, implica un trabajo impecable.
En esta labor, precisamente, los zapatos son uno de los puntos más importantes junto con las pelucas. "Trabajamos mucho y pintamos los zapatos para que parezcan normales, estamos constantemente, pintándolos y remachándolos" en un taller propio que llevan consigo en cada una de las paradas. Sin embargo, este espectáculo destaca por algo y es la necesidad de adaptar el vestuario a unas condiciones tan extrañas para el circo. "Tiene que ser de una tela que además de ser cómoda y flexible para los artistas tenga cierto tratamiento para que el agua resbale", apunta Franco.
Su vestido favorito es el de las sombras, que combina tonos blancos y negros, además de llevar capucha. Las sombras, sin ser los personajes principales, son completamente necesarios para que la historia evolucione. Representan miedos y lugares inhóspitos para Crystal. Pero son la mejor metáfora del espectáculo, fluyen por el escenario con elegancia, pero también hacen acrobacias, mortales y participan de los momentos cómicos. Son necesarios para seguir avanzando, como el Circo del Sol, que también emerge de debajo del hielo.
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