Cuarenta años durmiendo a pacientes

'Málaga Hoy' reproduce el reportaje íntegro publicado en este periódico hace ahora 9 años con motivo de la jubilación de José Sarmiento, que ha fallecido en el Clínico donde ingresó con coronavirus hace dos semanas

En el mismo, se habla del homenaje que sus compañeros le hicieron en marzo de 2011

José Sarmiento, cuando trabajaba como anestesista del Clínico.
José Sarmiento, cuando trabajaba como anestesista del Clínico.
Leonor García / Málaga

25 de marzo 2011 - 01:00

José Sarmiento empezó a ejercer la Medicina cuando no había ni formación MIR y los respiradores eran manuales. Desde entonces han pasado 41 años en los que, como anestesista, ha dormido a miles de pacientes. "Entonces usábamos éter y para ver cómo iba el enfermo nos fijábamos en su color. Hoy todo se monitoriza y hay máquinas muy sofisticadas", apunta.

Por una patología coronaria, tuvo que retirarse de su profesión un año antes de lo previsto. Hoy sus compañeros y amigos le regalan un homenaje que él recibe con orgullo y pudor. "Me siento abrumado porque excede lo que yo hubiera imaginado. Pero lo que mis amigos me quieran hacer, yo se los agradezco de corazón", comenta. Pide incluso que este reportaje -un reconocimiento sobre papel- sea pequeño.

Sarmiento -veleño, graduado en Medicina en 1969- se inició en el área de anestesia de forma circunstancial. Por aquel entonces, con la carrera recién acabada vivía en una habitación del Hospital Civil, en el que trabajaba. Y allí hacía falta alguien que echara una mano para dormir a los pacientes. Así que fue aprendiendo y enamorándose de la especialidad. Dice que aprendió mucho de un practicante que tan pronto encendía las calderas del hospital como ponía anestesia.

Fue médico rural en Casabermeja y allí se curtió en enfrentarse solo a un parto. Desde entonces siente un profundo respeto por los facultativos que trabajan en los pueblos.

Los primeros quince años de trabajo fueron tan hermosos como duros. "Trabajaba mañana, tarde y noche", recuerda. Cuando no había ni móvil, ni busca, se quedaba atado a un teléfono fijo por si surgía un parto. Y eran muchas las noches en las que se encargaba de ayudar a nacer a algún niño. "Esos 15 años sí que no los repetiría, pero te coge joven y con ganas de trabajar... Pero si volviera a empezar, elegiría otra vez esta especialidad", dice satisfecho de que la vida le llevara por esos derroteros.

No puede ni calcular a cuántos enfermos habrá anestesiado. Porque después del Civil pasó al Clínico y también trabajó en la clínica Gálvez y el Hospital Parque San Antonio. Ahora ya está jubilado, pero mata el gusanillo pasando algunas tardes por este último centro sanitario.

Las mañanas las dedica a caminar y hacer algo de ejercicio "sin excesos" para cuidar su corazón. Ese que le operaron sus propios compañeros del Clínico. "Aquel día fui pensando que tendrían que hacerme una prueba y ponerme un stent [muelle para ensanchar un estrechamiento de las arterias]. Pero me tuvieron que operar de urgencia al día siguiente", relata. Cuenta que trata de mantener alguna actividad profesional aunque sea testimonial para no cortar bruscamente su trabajo. "De lo contrario, sería un golpe muy fuerte para mí", admite.

"Terminar mi vida profesional con un reconocimiento de mis compañeros me halaga, aunque me siento un poco aturdido, nunca he sido de bullas", dice. Hoy mejor que se relaje y disfrute la que le han preparado sus colegas. Mejor dicho, sus amigos.

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