Cuentos de la Gran Bretaña: Diablos y judíos
El jardín de los monos
Desde que Yahvé les prometió (y valga la redundancia) la Tierra Prometida, a los judíos nadie les ha dejado en tierra alguna
España soy yo
Un lugar llamado inmundo
Málaga/Siguiendo, Víctor, Conchi, Nani y yo, con nuestra ruta por el Reino Unido de la Gran Bretaña, desde Canterbury nos dirigimos hacia el norte de la isla. Nuestras caravanas se deslizaban entre los apacibles y verdes prados de la campiña éste inglesa. Tan solo la circunvalación de Londres alteró la monótona imagen de los pastos infinitos. “Todos los días en el campo son iguales”, se quejaba Jane Austen que vivió y relató en sus novelas la vida de la campiña inglesa. Todos los paisajes son iguales en Inglaterra nos quejábamos nosotros. La M-25 es la circunvalación más grande del mundo con alrededor de 195 kilómetros y se nos hizo divertido ya que al este de Londres cruzamos el Támesis pasando por dos túneles y el puente Queen Elizabeth II, paso éste al que se le denomina Canterbury Way.
Pasada la gran urbe londinense navegamos atravesando Hertfordshire, Cambridgeshire y Lincolnshire (la terminación “shire” significa condado) para llegar a nuestro siguiente objetivo que era la ciudad de Lincoln, capital de este último condado como su propio nombre indica. En cada etapa, a los campistas siempre nos aguarda la sorpresa con el camping que nos vamos a encontrar, porque no siempre hay varios a elegir, sino más bien lo normal es que, en ciudades pequeñas, sólo haya uno en suerte. Pero tuvimos suerte otra vez, nos encontramos con uno (el único que había en la ciudad) que nos pareció algo más que bueno, nos pareció un cinco estrellas porque era la primera vez que nos encontrábamos un camping cuyos aseos parecían una caja fuerte, ya que se accedía a los WC mediante una clave. Pareciese que la mercancía que allí se depositaba fuese de gran valor.
Lincoln es una ciudad de unos 90.000 habitantes, si bien su área metropolitana acoge a unas 300.000 almas. Sus orígenes puede que sean un asentamiento celta de la Edad del Hierro construido sobre una colina que se alza sobre un represamiento natural del río Witham. Los celtas bautizaron el asentamiento como Lindun, nombre que, con la dominación romana se latinizó, pasando a llamarse Lindum Coloniae que, a su vez fue nuevamente rebautizado por los anglosajones con el actual Lincoln.
Los romanos convirtieron el asentamiento (año 48 d.C.) en una fortaleza que vigilaba varias rutas importantes. Con Domiciano (final del s. I d.C.), la legión se trasladó a York y Lincoln quedó como una colonia donde se asentaron veteranos del ejército que se llamó Colonia Domitiana Lindensium. Tras la caída del Imperio Romano la ciudad entró en una época oscura en la que fue abandonada hasta que aparecieron los vikingos por el horizonte que consiguieron hacer de ella un centro comercial de relativa importancia. En el año 1068, una vez conquistada por los normandos, Guillermo el Conquistador mandó construir el castillo en el mismo lugar donde estaba el primitivo asentamiento.
Pero lo que realmente veníamos buscando en Lincoln era la catedral de St. Mary porque quizá sea la más bella de las catedrales de Inglaterra. Situada en la misma loma, dominando toda la ciudad, como si se asentara en el mismísimo cielo, esta catedral es la expresión más perfecta del arte normando-gótico. Su reconstrucción, después de sufrir un terremoto, en el siglo XII es la que hoy día se ofrece al visitante.
La fachada principal es románica normanda con tres portadas de arcos de medio punto muy profundos que dan al nartex (vestíbulo propio de las iglesias románicas). Encima de las dos portadas laterales pueden contemplarse unos frisos con bellas esculturas que representan escenas de los Testamentos y, la portada central de estilo borgoñón, está escoltada por dos columnas con tallas de excelente factura que soportan unos arcos con arquivoltas y figuras geométricas.
Lo verdaderamente curioso es que esa fachada normanda fue encastrada, casi un siglo después, dentro de una fachada cuadrangular gótica mucho mayor, y además se le añadieron las dos torrecillas laterales y el pináculo central. Adornada enteramente con arquillos y elevada considerablemente la portada central, el conjunto es extraordinariamente bello. En el siglo XV, se le abrió el ventanal gótico que hoy contemplamos y también se elevaron las dos torres de la fachada soportadas en la base románica. St, Mary, advocación que procede de la primitiva iglesia que ocupó su lugar, presenta una planta de cruz patriarcal, esto es, con dos naves de transeptos.
Una, de gran tamaño, delante del coro, que forma el crucero externo y otra, más pequeña que cruza delante del altar, que forma el crucero interno. En el transepto externo sobresale el llamado Guillee Porch, del que se eleva la extraordinaria torre gótica central. En la cabecera de la nave transversal derecha se abre el enorme e inquietante rosetón con vidrieras del siglo XIV. Inquietante porque por algo le llaman los lugareños “el ojo del obispo”. En realidad es impactante, tanto por su tamaño como por el colorido.
El interior es impresionante y digno de admiración. La catedral está plagada de obras de arte medieval. El coro, la Sala Capitular, el Claustro, las capillas o los numerosos sepulcros con estatuas, son verdaderas joyas del gótico inglés. En el ábside, está la capilla funeraria Easter Sepulchre y, detrás de ella, se encuentra el pequeño coro llamado Ángel Choir que es la más bella obra gótica que alberga la catedral.
Cuando llegábamos al crucero, sentí que un escalofrío recorría mi columna vertical. Me pareció que alguien posaba su mirada, una mirada malévola, en mi nuca. Volví el rostro y me hallé frente a la estatua de un diablillo sentado, con las piernas cruzadas, sobre el capitel de una columna. Supe que se trataba del Lincoln Imp (el duende de Lincoln). Leí que en la ciudad de Lincoln existió desde el siglo XIV una leyenda que relata un extraordinario suceso ocurrido en la catedral. Alguien cuyo nombre no consigo recordar la dejó escrita en 1904. El Diablo envió a dos diablillos a Lincoln para incordiar a sus habitantes y no dejar a nadie en paz, especialmente al obispo.
En la catedral tiraban al suelo todos los objetos que pillaban, revolvían Roma con Santiago y molestaban al prelado. Así estaban las cosas, cuando un ángel salió de uno de los libros de himnos del coro y comenzó a reprenderles. Uno de los diablillos se asustó y se escondió bajo una mesa, pero el otro se subió a una columna y comenzó a arrojarle todo tipo de objetos al ángel. Éste lo convirtió en estatua de piedra, en tanto que le dio al otro diablillo la oportunidad de huir y regresar al Infierno. Fue en esos momentos, absorto, con mi mente en la leyenda, cuando Víctor tropezando con una silla la hizo rodar cerca de mí. Pegué un repullo, no vi a Víctor, miré al diablillo de piedra (¿lo era?) y me alejé rápidamente. He de decir que el orfebre local James Ward Usher se forró vendiendo réplicas del diablillo a comienzos del s. XX.
Sin duda, la catedral de Lincoln es una de las maravillas nacidas en la época de “Los Pilares de la Tierra”, con sus diablos incluidos. St. Mary, junto con el Palacio Arzobispal y el Castillo de Guillermo el Conquistador, constituían el centro religioso y administrativo del Lincolnshire. Abandonada la catedral, paseamos por la ciudad y llegamos a una empinada calle que baja a lo que fue en el medievo una de las juderías más importantes de Europa. La calle Steep Hill. Se conserva “la casa de Aarón el judío” que es de estilo románico tardío. Cerca, en la calle Strait se encuentra una de las casas más antiguas de Inglaterra, de época normanda, con una fachada magnífica, conocida como “La casa del judío”.
Pero no podemos olvidar que, desde que Yahvé les prometió (y valga la redundancia) la Tierra Prometida, a los judíos nadie les ha dejado en tierra alguna, siempre han sufrido persecuciones y han sido expulsados de allá donde se asentasen. Viene esto a cuenta de una historia, que no de un cuento, que sucedió a mediados del siglo XIII. Un hecho terrible que afectó extraordinariamente a la comunidad judía y que se le conoce como “La calumnia de Lincoln” (The libel of Lincoln).
Ocurrió que, en 1255, acusaron a notables judíos de haber asesinado a un niño cristiano en la celebración de un rito religioso. Todos fueron encarcelados en la Torre de Londres y dieciocho de ellos murieron por poner el cuello en el sitio más inadecuado, bajo el hacha del verdugo. Al niño cristiano, supuestamente sacrificado, se le conoce popularmente como “San Huguito de Lincoln”. La realidad, según fuentes históricas, el suceso no fue más que parte del movimiento que, en toda Europa, la Iglesia estaba fomentando contra los judíos. En 1298 fueron expulsados de Lincoln. También en Inglaterra se les persiguió y expulsó aunque los malos siempre fuimos los españoles.
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