Cuentos de la Gran Bretaña. Glasgow: el anillo de la reina
EL JARDÍN DE LOS MONOS
Es una ciudad que sorprende por su cosmopolitismo y animación, además de porque se ha convertido en el tercer destino de Gran Bretaña tras Londres y Edimburgo
Diablos y judíos
En busca del cuento perdido
De Edimburgo nos fuimos a Glasgow. Fue siempre una ciudad eminentemente industrial y la más poblada de Escocia con cerca del millón de habitantes. Atravesada por el río Clyde asombra por sus más de setenta parques y jardines públicos que hacen honor a su propio nombre, ya que Glasgow en gaélico significa “valle verde” por lo que recibe el apodo de 'querido lugar verde'. Pero, en realidad, si por algo es famosa esta ciudad es por ser la capital del whisky. ¿Quién no se ha deleitado alguna vez con un buen whisky escocés? Pues casi todos son de Glasgow. Un blended (mezclado) como un “Antiquary Etiqueta Negra”, o un “pura malta” como un “Glenfiddich”, ¿hay alguien que no lo haya pedido apoyando el brazo sobre la barra de algún bar?
Glasgow, aunque turísticamente no ofrece muchos atractivos, es una ciudad que sorprende por su cosmopolitismo y animación y, especialmente, porque se ha convertido en el tercer destino turístico de Gran Bretaña tras Londres y Edimburgo. Y, si a alguien sorprende, a nadie como a los españoles. Es difícil sospechar la estrecha conexión que esta ciudad ha tenido con nuestra historia reciente, o sea, con nuestra guerra civil. Su tradición laborista junto a un arraigado movimiento sindicalista, le llevó a tener una numerosa representación de voluntarios en las brigadas internacionales y, por consiguiente, a mantener el recuerdo de los glaswegians caídos en la citada contienda. La “International Brigade Memorial Trust Fund” y el Ayuntamiento de Glasgow han tenido mucho que ver en ello. De ahí que nos sorprendiera que, en el muelle de Custom House, a orillas del río y muy cerca de la Central Station, nos encontráramos con una enorme estatua de Dolores Ibarruri, La Pasionaria, con los brazos en alto mirando en dirección a España. Una obra del escultor Arthur Dooley que fue inaugurada en 1980. También en otros sitios de la ciudad pueden encontrarse placas y recordatorios de los brigadistas muertos en España.
La plaza central de Glasgow, George Square, es el centro neurálgico de la ciudad y el panteón de los personajes ilustres de Escocia. En ella se alza una gran columna con la estatua de Sir Walter Scott rodeada por doce monumentos dedicados a las más importantes celebridades, entre las que cabe destacar al más venerado poeta romántico en lengua escocesa, Robert Burns; al inventor del caballo de vapor, James Watt; o a Sir Robert Peel, fundador del Partido Conservador y (¿por ende?) de la Sociedad Zoológica de Londres. Del poeta Burns leí una estrofa de un poema titulado “Por los viejos tiempos” que decía así “Y he aquí una mano, mi fiel amigo, / y danos una de tus manos, / y ¡echemos un cordial trago de cerveza / por los viejos tiempos!”
Estrofa que me hizo recordar a mi querido amigo Alfonso Heras, “Gran Maestre de la Orden de la Cebada Fermentada”. El edificio más destacable de la ciudad es su catedral. Su construcción se desarrolló entre los siglos XII y XV. La iglesia primitiva fue reconstruida a comienzos del s. XII, pero tras sufrir un incendio se reconstruyó en estilo gótico primitivo un siglo después. Primero se hizo el ábside, luego las naves, entre los s. XIV y XV en el que se terminó la aguja de la torre. Es una de las catedrales más pequeña de Gran Bretaña.
Sus tres naves, muy elegantes por cierto, están sustentadas por pilares polilobulados y triforios con tracerías caladas. Los muros están plagados de monumentos funerarios y sus vidrieras que son de mitad del s. XX muestran representaciones relativas a la Creación. El coro, de estilo gótico primitivo, queda separado por un prominente y hermoso iconostasio del s. XV. Pero la verdadera joya de la catedral se encuentra bajo el coro, una cripta del s. XIII con tres naves sostenidas por un bosque de columnas en cuyo centro se encuentra la tumba del obispo San Mungo, muerto en el s. VII, fundador y patrono de la ciudad. Aunque, a decir verdad, lo que realmente nos causó más impresión fue la Necrópolis, antiguo cementerio que rodea la catedral, cuyos
mausoleos son auténticas obras de arte.
En Glasgow nos encontramos con una ciudad moderna donde arte y cultura son referentes y motores de una potente industria turística. La ciudad que fue cuna de la Revolución Industrial ha logrado hacer otra revolución que la ha llevado a ser destino de excelencia en el turismo europeo. Por algo consiguió ser nombrada “Ciudad de la Arquitectura y de la Música” por la Unesco y Capital Europea de la Cultura en 1990 por la CE. La ciudad tiene una oferta muy interesante de buenos y bonitos edificios de los siglos XIX y XX, sobre todo los que dejó el arquitecto glaswegian Charles Rennie Mackintosh, principal exponente del Art Nouveau en Escocia. Además posee buenos museos que albergan magníficas obras procedentes de las colecciones de los potentados industriales de la segunda mitad del s.XVIII y del s. XIX.
Tras terminar con nuestra visita a la catedral fuimos visitando edificios y museos que consideramos dignos de ver. Entre ellos el Ayuntamiento (City Chambers) de estilo italianizante típico del s. XIX; el Royal Exchange, un palacio neoclásico del s. XVIII; frente a él se halla la estatua de Wellington, obra del turinés Marochetti. Es frecuente encontrarse con edificios de Mackintosh en Glasgow y nos encontramos dos, uno junto al otro, ambos de estupenda factura, el Willow Tearoom y la Glasgow School of Art que conservan el mobiliario original diseñado por el arquitecto. Las callejuelas del Ashton Lane son subyugantes, una delicia para los bohemios, tiendas vintage, pubs, restaurantes… Y allí, al compás de una pinta de scotch ale (cerveza escocesa) nos
tomamos unos scotch eggs (huevos escoceses). Nunca supe como puñetas metían un huevo duro suelto dentro de una bola de empanada frita. Después vimos el magnífico edificio del Museo Kelvingrove, extraordinaria pinacoteca que contiene obras desde Boticelli, Ribera o Rembrandt hasta Van Gog, Gauguin, Cézanne o Dalí; The Lighthouse Mackintosh, un faro que nunca alumbró y que se ha convertido en el Centro Escocés de la Arquitectura, el Diseño y la Ciudad, y tantos otros que lograron hacer que no nos aburriéramos en el “querido lugar verde”. Ya ultimada nuestra visita a Glasgow, vimos la Provand’s Lordship, la casa más antigua de Glasgow (s. XV), que se encuentra junto a la Necrópolis, detrás de la catedral.
Aposentados en el camping comentamos lo extraño que nos resultó que el escudo de Glasgow no estuviese flanqueado por leones rampantes, como casi todos los escudos del mundo o, por lo menos, casi todos los europeos. El de Glasgow tiene dos salmones a los lados y otro a sus pies, debajo de un árbol. Pensamos que, siendo la capital del whisky, lo lógico es que en lugar de salmones lo escoltasen merluzas, pero no, curiosamente son tres salmones que llevan sendos anillos en la boca. ¿Por qué? Nos preguntamos.
Cuenta la leyenda que cierto rey de Glasgow le regaló un precioso anillo a su esposa. La reina, bastante más joven que él, tenía como amante a un joven paje con el que se solazaba al socaire de su juventud. Estaba tan enamorada y agradecida que le dio en prenda el anillo que le había regalado su esposo. El rey, que era rey pero le picaban los cuernos como a todo hijo de vecino, sospechó del paje al percatarse de que su esposa no llevaba puesto, desde hacía algún tiempo, el citado anillo. Así que una noche, con todo sigilo, entró en el dormitorio del paje, le robó la sortija y la tiró al río Clyde. Días después le dijo a su esposa que necesitaba que le dejase el anillo por unos cuantos días. La reina, toda apurada, se lo pidió al paje. Pero éste, al no encontrar el anillo, creyó que lo había perdido y le dijo a la reina que no podía devolvérselo. La esposa del rey, llorando, recurrió al obispo Mungo (después Santo Patrón de Glasgow) y éste que había encontrado el anillo en el estómago de un salmón que había pescado en el río, compadecido, se lo entregó a la reina que, a su vez, se lo dio a su esposo. Cuando el rey vio el anillo quedó convencido de que había sospechado injustamente de ella. La reina le estuvo agradecida a Mungo toda la vida (el paje también) y por eso en el escudo de Glasgow aparece el salmón con el anillo en la boca. Lo que no aparece son los cuernos del rey.
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