Despoblación en la Serranía

TERRITORIO COMANCHE

El tema del despoblamiento ya requiere un pacto de Estado, puesto que su dimensión multicausal obliga a un consenso entre partidos para definir políticas coherentes

¡Esto es de lowcost!

Un vecino de Montejaque caminando por una de sus calles.
Un vecino de Montejaque caminando por una de sus calles. / Javier Flores
José Damián Ruiz Sinoga - Catedrático de Geografía Física

18 de noviembre 2022 - 06:40

Málaga/DURANTE estos días y hasta el próximo domingo se está celebrando en Ronda un congreso internacional cuyas referencias son la naturaleza, el paisaje y la identidad, organizado por el Instituto de Estudios de Ronda y la Serranía y la Real Maestranza de Caballería de Ronda y dirigido por el entusiasta y magnifico conocedor de la misma, Pepe Castillo. Un maestro de la Serranía, en el más noble sentido del término. Uno de los temas que se abordará será el del despoblamiento dado que muchos municipios integrantes de dicho territorio lo padecen.

Es difícil comprender como a tan solo unos kilómetros del dinámico litoral turístico puede haber problemas de despoblación con todo lo que supone, pero hay solidas razones para abordar la problemática de estos municipios al margen de lo que se ha denominado la España vaciada, puesto que lejos de estar vacíos o vaciados, forman parte de una actividad digna de consideración y no exenta de problemas que requieran soluciones, como así recientemente se advirtió desde el Proyecto Goevacui, formado por diferentes investigadores de universidades españolas. Y es que el problema de la despoblación constituye un reto de gestión mayúsculo que tiene en la ordenación del territorio una de sus claves ineludibles. Se trata de buscar un nuevo equilibrio entre población en un marco territorial de incuestionable valor ambiental.

Es sobradamente conocido el valor tanto ecogeomorfológico como socioambiental de la serranía. Esto no es nuevo puesto que se ha ido forjando a través de generaciones conformando un paisaje único. Especialmente espectacular en estas fechas con la policromía de los castañares. Pero viene padeciendo precisamente de la dinámica del litoral, y de su factor atractor. La secuencia: primero se fueron los hijos e hijas a trabajar a la costa, la capital o Ronda, volvían los fines de semana, hasta que se asentaron en sus respectivos ámbitos laborales. Ya no subían al pueblo cada semana sino cada mes. Después tuvieron familia, y se iba ampliando la frecuencia, hasta que eran los abuelos en la mayoría de los casos los que terminaban viviendo con la familia de los hijos e hijas. Ley de vida, decían. Pero ese no ha sido solo un proceso de despoblación, sino que ha sido un incalculable sumidero de memoria histórica. De tradiciones, de soluciones basadas en la naturaleza, como no podía ser de otra manera, de una economía natural agraria, del peso de lo local, de la cultura del campo. Todo eso iba quedando en los pueblos. En muchos lugares, el ámbito rural se ha ido desangrando en favor de la denominada civilización urbanita. La pandemia nos puso en nuestro sitio, valorizando también estos territorios.

El despoblamiento ya requiere un pacto de Estado

El tema del despoblamiento ya requiere un pacto de Estado, puesto que su dimensión multicausal obliga a un consenso entre partidos políticos para definir políticas coherentes con la complejidad territorial, social y económica que plantea. No existe una solución única, aplicable a todos los territorios por igual como si se tratase de una reedición del bálsamo de fierabrás, por los que se demandan consensos, que han de ser diseñados en buena medida por las administraciones locales o comarcales, de acuerdo con sus necesidades específicas, para lo que es imprescindible el respaldo de las administraciones de rango superior para su ejecución y buen fin, con desarrollo de las buenas iniciativas locales, públicas o privadas. Es decir, un consenso en el que han de estar involucradas todas las administraciones, todas las instituciones.

Y en este tema, que en realidad supone un reequilibrio demográfico, una necesidad de mantener a población en territorios de incuestionable calidad ambiental, una de las cuestiones más importantes a considerar debe ser la implantación de una fiscalidad diferenciada. Equiparar fiscalmente el medio rural al urbano supone una clara discriminación hacia las áreas con escasa densidad de población, con sistemas productivos agrarios de pequeña dimensión y sin fácil acceso a las vías de comunicación rápidas. No existe correlación entre distancia y tiempo en recorrerla, y si no que se lo pregunten a los habitantes del valle bajo del rio Genal, o del alto del Guadiaro. La fiscalidad justa ha de contemplar exenciones y estímulos fiscales en las áreas rurales y, en todo caso, un trato diferenciado con la finalidad de reequilibrar los desajustes sociales y económicos que existen entre ellas y las áreas urbanas. Además, la simplificación de las trabas administrativas es una de las demandas más frecuentes entre los empresarios y los emprendedores rurales. Dar coherencia y facilidad a los procesos administrativos es un reclamo general para el estímulo del emprendimiento rural.

Conexión y conectividad rápida y permanente

Estos espacios demandan una conexión y conectividad rápida y permanente. En un mundo en permanente conexión, el aislamiento supone la pérdida de referentes y oportunidades de desarrollo individual y colectivo. La accesibilidad física y la buena conectividad a internet son elementos fundamentales para evitar el aislamiento y el empobrecimiento del medio rural alejado de los centros dinámicos. La pandemia nos la ha mostrado como uno de los factores clave, y no basta tener conexión telefónica, faltaría más, sino una buena conectividad digital, porque cada territorio tiene un potencial y unos recursos endógenos que hay que valorar de forma individual. De ahí que las líneas estratégicas generales deban articularse en medidas que observen las singularidades de los territorios rurales, con propuestas de dinamización socioeconómica ajustadas a las realidades concretas, estratégicamente sólidas y en línea con la sostenibilidad. Creer en los proyectos que pretenden la revitalización de estas áreas y poner en ellos la voluntad para su desarrollo, exige profesionalidad y rigor por parte de todos los agentes implicados, desde las administraciones hasta los emprendedores confiando especialmente en las administraciones locales, en los ayuntamientos como auténticos dinamizadores de este desarrollo. Es el tiempo de los consensos y del sentido común.

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