Día de la Mujer en Málaga: Siempre sí al 8M
En este 8 de marzo sobre el que planea la reforma de la ley del solo sí es sí y la de paridad, cinco mujeres hablan de sus experiencias, su perspectiva sobre el machismo y su carrera profesional
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Si toda mujer hubiese sido siempre considerada por la primera acepción del diccionario de la RAE, esto es, persona del sexo femenino, sin más vueltas ni juicios, probablemente hubiera habido igualdad hace mucho. Pero las reglas del mundo fueron concebidas por los hombres y no hay que detenerse en explicar lo que esto ha significado históricamente. Todavía en el siglo XXI, en plena efervescencia de la cuarta ola feminista, las mujeres occidentales, muchas de ellas formadas, independientes y supuestamente libres, cargan con una mochila llena de piedras que les ponen desde el entorno más íntimo al más global, desde el trabajo o la familia a la sociedad en general.
El 8M, el Día Internacional de la Mujer, siempre es una reivindicación necesaria. Y no solo porque haya un 21% más de mujeres en paro que de hombres en Málaga, porque las mujeres malagueñas siguen siendo el 70% de los contratos temporales o parciales, ni porque la brecha salarial a consecuencia de esas diferencias sea de más de 4.000 euros anuales, según denuncian desde el sindicato UGT. O porque tan solo el 14% de los puestos de dirección lo ocupen mujeres, como apuntan desde CCOO. También porque continúan el miedo al acoso y a la agresión sexual, el abuso de poder, las dificultades en el ascenso laboral y la evaluación constante, desde el aspecto físico a la valía intelectual.
En este 8 de marzo sobre el que planean la reforma de la llamada ley del solo sí es sí, la ley trans y la ley de paridad, para asegurar la equidad en los futuros gobiernos y en las direcciones de las grandes empresas, que deberán tener al menos un 40 % de mujeres, cinco mujeres de diferentes profesiones y edades hablan de sus experiencias, su perspectiva sobre el machismo y su carrera profesional.
Carmen, diestista y azafata de vuelo
Carmen tiene 26 años. Es dietista, especializada en nutrición deportiva y obesidad. Trabaja en una clínica médica y en dos centros multidisciplinares, pero también es azafata de vuelo en excedencia. En el avión asegura que ha tenido situaciones muy desagradables, con pasajeros que han llegado a agredir a alguna compañera. “Y que se llame a la policía al aterrizar y que no pase nada”, lamenta.
“Lo que más me duele, y por eso me quiero especializar en nutrición femenina, es que cuando eres madre te olvidas absolutamente de ti misma y no tienes tiempo para dedicarte ni una hora al día, eso sin contar con las obligaciones estéticas que hemos tenido siempre, a todos los mitos a los que tenemos que enfrentarnos”, considera Carmen. “Que la mujer no puede entrenar fuerza porque si no se vuelve como un hombre… Lo que es físicamente imposible, que las mujeres no pueden comer grasa, ni carbohidratos, ni tanta proteína como el hombre…”, agrega y afirma que esto deriva en “problemas graves de sarcopenia en la edad de la menopausia, dolores para toda la vida por seguir unos estándares estéticos impuestos por la industria”.
Para esta joven decidida también existe el temor a que “no te tomen en serio”. “He conocido a chicos que se sorprenden de mi inteligencia porque creen que detrás de un buen físico no puede haber también cerebro”, apunta. “Soy consciente de que la mayoría de mis trabajos los he conseguido simplemente por mi físico y no por el valor que se me ha dado como profesional. Es algo que llevo, que sé que existe, pero en mi mano está el cambiarlo”, sostiene al tiempo que sueña con rodearse de un equipo íntegro de mujeres. “Somos seres distintos y tenemos que sacar valor a lo que nos diferencia”, apunta.
Para Carmen, con el auge del movimiento feminista “se le vio el plumero a mucha gente y tuve que separarme de muchas amistades por sus ideales, he escuchado comentarios tremendos hacia las mujeres en chavales de 18 años, desde que todas somos unas putas a que no servimos para nada, nos ven como un ser inferior y ese cambio en la educación machista los de mi generación no lo han tenido”. Los micromachismos van a seguir existiendo, considera, por lo que “tenemos que estar abiertos a que se nos reeduque en ese sentido, y eso es lo complicado”.
Lourdes, maestra de Educación Física
Lourdes, maestra de Educación Física de 37 años, ha vivido en Ceuta una realidad en la que la mujer aún está en mayor desventaja. “Fui madre soltera con 24 años y a mí los primeros que me juzgaron fueron mis padres, que me echaron de casa”, confiesa. Con valentía enfrentó sus estudios, cuenta que a algunos exámenes tuvo que acudir con su bebé, y su carrera profesional.
“No me puedo quejar de mi etapa de la carrera porque tuve mucha ayuda, pero luego en la vida laboral sí que han habido más problemas. Tenía que organizarme de otra manera porque no tenía a nadie, hacer malabares para poder trabajar”, destaca Lourdes. El padre de su hijo, sin embargo, no tuvo carga alguna.
En este 8M protagonizado por la ley del solo sí es sí, la reforma legislativa más que seguridad le genera desconfianza. “Yo creo que ahora mismo es peor ser hombre que mujer, porque ser hombre está más criminalizado”, afirma. “Como madre de un chico me da miedo lo que pueda pasar con sus relaciones futuras, que una chica lo acuse...”, explica y sostiene que en Ceuta no son pocos los profesores que temen acercarse a sus alumnas por las posibles malinterpretaciones que puedan ocurrir.
Aunque también es consciente de que “las mujeres siempre hemos sido más víctimas de acoso que los hombres”, dice. Y pensando en su última experiencia, en una entrevista laboral reciente, los comentarios y las miradas “de arriba a abajo” le hicieron sentir incómoda. “Todo el rato se estaba refiriendo a mi “presencia”, a mi aspecto físico”, subraya.
Isabel, farmacéutica
Isabel es farmacéutica y no ha notado grandes desigualdades en su vida. En su carrera eran mayoría femenina. Pero sí que convive con micromachismos a diario. Tiene una farmacia en propiedad junto a su hermano y “muchas veces dan por hecho que él es el jefe y eso me molesta, la verdad”, confiesa. “A la hora de tratar con un delegado, a mí me ningunean más y le tienen más respeto a él, con esto hay veces que me enfado y me rebelo y otras que me canso de luchar”, añade.
Aunque se crió en un pueblo “donde la mayoría era machista”, asegura que “yo no he repetido esos clichés, desde joven, leyendo, estudiando, saliendo, he tenido otra forma de ver”, asegura. “Mi madre era feminista en el sentido de querer que hiciera mi carrera, que trabajase y no dependiese de ningún hombre, pero a la hora de hacer las camas, yo tenía que hacer la de mi hermano”, recuerda. En su casa familiar se enfrentaba a esos patrones replicados durante siglos y en la calle a alguna que otra situación molesta. “No conozco a una sola mujer que no se haya sentido acosada en algún momento de su vida. Esto lo he hablado con muchas amigas y todas han pasado un mal momento, todas, y los hombres, sin embargo, no”, destaca Isabel.
Su hermana es ingeniera informática, trabaja en consultoría y afirma que en su gremio “sí que hay machismo”. “Ella ha llegado a ser directiva, pero porque ha dedicado su vida al trabajo y porque siempre se ha sentido con capacidad suficiente para pararle los pies, para callar a cualquiera”, indica.
Olivia, profesora de Matemáticas
Oliva es graduada en Química y ejerce actualmente como profesora de Matemáticas. Al igual que Isabel, decidió no ser madre. Y no por poner por delante su carrera profesional, sino porque “no me gustan los niños, me parecen una lata, aunque sea políticamente incorrecto decirlo”, confiesa. “Por se mujer no hay que ser madre, estamos confundiendo los términos. Parece que no te completas si no eres madre y ese es un error muy gordo”, estima y asegura que se ha sentido muy presionada por su decisión, “por la familia, sobre todo”.
En su trabajo con adolescentes percibe un retroceso hacia conductas machistas que lamenta especialmente. “Veo mucho control en las relaciones de pareja, mucho machismo. Lo peor de todo es que al adolescente le gusta ese machismo y conciben que los celos son amor y que si no hay celos no hay amor. Y ya no es solo él, sino también ella”, señala Olivia. Además, cuenta que “todavía tengo alumnas que piensan que ellas tienen que estar en casa, esperar al chico con la comida preparada, y es él el que tiene que trabajar”.
En un plano más personal, Olivia relata que ha sufrido diversas agresiones. “Conmigo se han propasado, me han metido mano, me han acosado, se han pajeado delante mía en la calle... Pero antes no se denunciaban esas cosas”, dice. En cuanto al trabajo, en el ámbito científico también considera que ellos lo tienen más fácil para acceder a un puesto. “Muchas mujeres se ven en la obligación de aceptar lo que sea, tienen hijos y aguantan carretas y carretones para no perder el trabajo. Se callan, tragan. Yo no tengo carga y me da igual decir lo que me salga por la boca, pero está claro que las mujeres, en general, tenemos que aguantar mucho”, sentencia.
Por ellas, por todas, el 8M siempre tendrá sentido. Así que esta tarde, a partir de las 19:30, saldrá desde la plaza de la Marina la marea violeta que recorrerá las calles del centro de Málaga para gritar alto y claro que la igualdad no es un capricho, sino una necesidad, la forma más justa de vivir en sociedad.
Susana García Segura, enóloga y bodeguera
El alma de los vinos Capuchina Vieja es de mujer. Esta bodega asentada en la localidad de Mollina está dirigida por Susana García Segura, una bióloga de 58 años que dejó su trabajo en la delegación de Agricultura de la Junta de Andalucía para hacerse cargo de la finca de su familia. “Eso fue en los años 95 ó 96 y antes que enóloga fui agricultora, porque la finca tiene olivar y viñedo”, explica. En 2000 comenzaron la puesta en marcha de la bodega, que comenzó a funcionar en 2004 y sacó su primer caldo al mercado al año siguiente, en 2005.
Desde entonces, trabajan las 20 hectáreas dedicadas al viñedo con cinco variedades de uva tinta y tres de blanca. “Hacemos tanto vinos de la denominación de origen Sierras de Málaga como de denominación de origen Málaga, blancos, tintos, rosados y los tradicionales Málaga”, señala Susana.
En 2007 comenzaron a exportar fuera de España y sus principales mercado eran Suiza y Estados Unidos. “Hasta la llegada del Covid vendíamos casi el 60% de la producción a Estados Unidos, pero se unieron el impuesto de Trump al vino y la pandemia y el mercado se vino abajo, ahora estamos intentando recuperarlo”, agrega la enóloga. Por el momento, Alemania y Suiza siguen comportándose bien en las exportaciones y están potenciando el mercado local, “que es al que tenemos que terminar yendo”, considera Susana.
“En el mundo agrícola hay muy pocas mujeres, seguimos siendo minoría, y la verdad es que hay cierta desconfianza hacia las que gestionan fincas agrícolas”, apunta la dueña de la bodega Capuchina Vieja. Sin embargo, no es lo mismo en relación al vino. “En el mundo de la enología y las bodegas había mujeres cuando empecé, pero en segunda línea. Ahora es todo lo contrario, hay muchas que están en grandes bodegas, se están rompiendo barreras”. Destaca que en las 42 bodegas que existen en Málaga, “hay mujeres trabajando en gran parte de ellas, o enólogas o bodegueras, hay muchas que son dueñas”.
Susana considera que “una mujer puede hacer lo que quiera”. De hecho, subraya que son “muy buenas enólogas”. Pero en la ganadería y en la agricultura “a la mujer le queda mucho camino por recorrer”. También para estar al frente, por ejemplo, de cooperativas. A ella, su carácter y su forma de ser la han ayudado a abrirse camino. “No me considero inferior a nadie, si te dejas avasallar lo hacen”, considera.
En el terreno profesional, en los accesos a puestos de poder, considera que a las mujeres “nos cuesta más porque tenemos más cosas que atender, no es solo la empresa, es también la familia, das tanto de ti para todo que luego te tienes que dividir mucho, estamos hasta las tantas trabajando porque no llegamos”, sostiene. Y señala que “las peores somos nosotras mismas, porque el problema es intentar llegar a la perfección, llevar todo hacia adelante, nosotras mismas nos cargamos demasiado”.
La desigualdad, asegura, dependen del gremio y Susana no lo ha notado especialmente ni con su empresa ni en el funcionariado. También destaca que no ha sufrido acoso, “pero es obvio que pasa y sigue pasando”. Por eso considera en cuanto a la ley del solo sí es sí que “se tenía que haber consultado, haberla hecho más despacio y se hubieran ahorrado todo esto y no que están entretenido con el bienestar animal y pasando ampliamente del bienestar de la mujer, ya van más de 600 tipos en la calle”. Para Susana, si el mal ya está hecho, lo importante es acelerar el cambio de la reforma.
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