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“Ahora no hay quien nos pare”
Día de la Mujer en Málaga
Estudiantes, trabajadoras, niñas y abuelas, mujeres de todas las edades, y muchos hombres participaron ayer en la manifestación del 8M
Algunas contaron aquí sus motivos
Málaga/Las agresiones sexuales en el entorno más próximo han marcado la juventud de Clara. Pese a todo, tiene la valentía de escribirlo en una pancarta y salir junto a sus amigas y hermanas a reclamar que ninguna mujer tenga que pasar por lo mismo. “Cuando una persona ha sufrido una agresión sexual que la crean, por favor, que es muy difícil dar el paso, contarlo, y no es justo que luego se dude de ella”, comenta esta estudiante de 20 años. Clara sabe que acabará la noche llorando porque “sentir toda esta fuerza, de tantas mujeres, vernos arropadas” la emociona hasta las lágrimas. No es para menos. A su lado caminaron miles y miles de almas pidiendo al unísono respeto, libertad e igualdad.
Paula, de 27 años, ha sufrido acoso laboral. En su trabajo siempre le asignaron tareas que consideraron más propias del género femenino, como limpiar los baños, y cada mes su nómina era inferior a la de sus compañeros. “Al principio lo aceptas, pero a lo largo del tiempo empiezas a preguntarte por qué esto tiene que ser así”, reflexiona la joven y pide “poder salir a la calle sin miedo, andar sin tener que mirar siempre hacia atrás”.
Carmen Cabrera, monitora escolar y opositora de 33 años, se prepara junto a su grupo en la Plaza de la Marina minutos antes de que la multitudinaria manifestación parta hacia el Paseo de los Curas. “Estoy aquí para demandar la igualdad real y efectiva, porque no la hay, manifestarnos es una forma de expresar los sentimientos y que tenga un impacto social, que sepan que ya no somos tres gatos”, comenta y considera que “la gente está muy implicada y cada vez más”.
En su casa no hay desigualdad con su pareja, “vamos a la par”, afirma, pero sabe que su caso no es el mayoritario y todavía queda mucho por hacer. Igual que en el terreno laboral. Rara era la entrevista de trabajo en la que no le preguntaban si tenía pareja e intención de ser madre. “Y esas preguntas no se la hacen a un hombre”. A su lado, Carmen Catalina, con los labios pintados de violeta, pide “que las mujeres cobremos lo mismo que los hombres, que no haya techo de cristal, que tengamos las mismas oportunidades, que la justicia no se haga patriarcal, que no haya más violaciones, que exista una igualdad en condiciones y una libertad absoluta”. Tiene 20 años y sabe que está viviendo una revolución histórica, en la que participó ya el pasado 8M.
Noelia García, de 33 años, trabaja con mujeres adolescentes que han sido y son víctimas de violencia de género. “Me choca que en las nuevas generaciones haya una violencia tan extrema y tan rápida”, comenta. “El establecimiento del control se realiza muy rápido, debido principalmente a las redes sociales, y se pasa enseguida a la siguiente fase, al maltrato físico”, agrega. Subraya que las chicas ahora “son más guerreras” pero los chicos igual o más machistas, así que “cuando ellas intentan cortar la violencia psicológica o el control es cuando se da la violencia física”.
Cuando comenzó su labor se sorprendió de la cantidad de casos de agresiones físicas y sexuales que se producen en las primeras relaciones sentimentales. “Al final lo que veo es que la mujer sigue estando estereotipada, o son fáciles o santas, la regresión es importante y creo que se debe a la pornografía, que es excesivamente violenta y de todo menos feminista”. Mientras que se forman su visión del sexo con este tipo de imágenes, “las chicas continúan instaladas en el cuento de hadas, ahora son las princesas guerreras pero, al fin y al cabo, siguen en la búsqueda del príncipe”.
Para poder avanzar en el camino de la igualdad, la educación es fundamental. Empezando por el hogar y la familia y siguiendo por la escuela. Ainhoa Serrano, portavoz del Sindicato de Estudiantes, reclama una “educación sexual inclusiva en los colegios desde Primaria, ya no es un tabú, es algo a lo que nos enfrentamos todos y tenemos que tener herramientas, porque no queremos que eduque la pornografía”. Estima que ésta sólo habla de “humillación, sumisión y agresividad” y que sigue favoreciendo que el placer masculino se consiga a costa de la utilización y la violencia sobre la mujer.
El cuerpo considerado como objeto, el miedo a que sea cogido y usado al antojo del más fuerte. “Mi cuerpo no se toca”, gritan las mujeres. Y suman el eslogan de “la noche y la calle también son nuestras”. Conseguir el logro de la libertad, el poder trasnochar sin la compañía de un hombre llegó con un caro peaje. “He luchado mucho, hemos ido consiguiendo metas pero hay un retroceso, estos trifachas que se han instalado en la Junta dan miedo y suponen una llamada de atención”, señala Ángeles Lavin, profesora de Lengua y Literatura ya jubilada. A sus 75 años y después de medio siglo de lucha “no podemos perder los derechos adquiridos y ahora están en peligro, tengo dos nietas y estoy aquí por ellas, para que no retrocedan ni un paso atrás del terreno ganado”.
La ley del aborto, de la violencia de género y de igualdad están en peligro, dice y reclama una “igualdad real porque todavía pagan un 30% menos a la mujer, esa es una lucha que tenemos que ganar”. Además, apunta, “la maternidad es un freno en la carrera laboral indudable si no tienes una fuerza titánica”. A su lado escucha y asiente Charo Calzada, de 78 años, que sostiene una pancarta que dice “Las mujeres fuertes cambiamos el mundo”. Y ella lo ha sido y lo sigue siendo. “Solo queremos luchar por nuestros derechos, nadie quiere ser más que nadie”, apunta y recuerda que han vivido la posguerra, el franquismo, la transición “y llevamos la lucha en el alma, este movimiento a mi me emociona porque antes las mujeres no se atrevían o no podían alzar la voz y ahora no hay quien nos pare”.
Como a las del Club de Boxeo Málaga que piden “libertad, ser menos vulnerable, confianza, respeto, fortaleza e igualdad”, en este 8 de marzo. “El machismo afecta tanto a las mujeres como a los hombres, hay que luchar por la igualdad, romper el techo de cristal y hacer que sea una realidad que la mujer pueda salir de noche sin miedo, no todos los hombres somos unos animales en celo”, comenta Miguel, estudiante de la UMA de 22 años. Alejandro apunta: “Ni los hombres son superiores a las mujeres ni al revés”.
Así que unidos a ellas, en mayor número que en otras ocasiones, los hombres también alzan la voz para apoyar el movimiento feminista. Quizás mañana y pasado sigan convencidos de que la justicia social es imprescindible. Quizás asuman la lucha como propia y sean partícipes de la verdadera revolución, aquella que parte desde la intimidad para proyectarse en todas las parcelas de la sociedad. “Aquí estamos las feministas”, aclaman. Voces que ya se han desatado con fuerza y que pocas mordazas podrán callar.
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