Enfermera agredida en Málaga: “He hecho RCP bajo la amenaza de rajarnos con un cuchillo”
La sanitaria describe la situación mientras reanimaba a un paciente
Un médico relata otro caso y admite: “Tuve miedo, me sacaba medio metro y me encaró”
Casi 200 agresiones en los centros sanitarios de Málaga en el segundo año de pandemia
Málaga/A. es enfermera y trabaja en la zona de Antequera. En sus 12 años de ejercicio la han agredido una vez. Fue física y verbalmente. Y no se le olvida. Fue en diciembre de 2021, de madrugada. Recibieron un aviso para acudir a un domicilio. Un hombre estaba grave por una sobredosis de tóxicos. “Ni siquiera nos habíamos bajado de la ambulancia y ya nos estaban insultando”, recuerda.
El paciente estaba en parada cardiaca. Cuando entraron a la vivienda, los insultos siguieron y empezaron las amenazas. Bajo esa presión y con miedo, A. le cogió la vía y le puso la medicación correspondiente. El equipo comenzó las maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP).
“Mientras hacíamos la RCP, el padre daba patadas a los muebles y le decía a otro familiar que cogiera un cuchillo porque si moría su hijo, de allí no salía nadie vivo y nos rajarían de arriba a abajo”, relata.
Además de las amenazas, los familiares zarandearon a A. y empujaron a la técnica cuando bajó por material a la ambulancia. Pese a las agresiones físicas y verbales, el equipo siguió haciendo su trabajo. “No nos fuimos en ningún momento y todo se hizo según marca el protocolo”, explica. “Es horrible estar haciendo tu trabajo y que te estén amenazando con que no vas a salir vivo de allí”, afirma. Cuenta que incluso los ataques verbales continuaron cuando la Policía ya se había personado en el domicilio, ante el aviso de los sanitarios.
El hombre fue trasladado al hospital de Antequera, donde finalmente falleció.
Hubo un juicio rápido. La coincidencia de los testimonios de los sanitarios y los agentes fue determinante para la condena de los agresores y para que el juez dictara una orden de alejamiento. Pero A. admite que tras aquel incidente temía represalias. Poco a poco, esos temores se fueron diluyendo. “Fue una cosa puntual, pero no se olvida”, reconoce. Sigue ejerciendo. Y cuenta que –aunque la técnico sufrió un cuadro de ansiedad y una crisis hipertensiva severa tras aquel episodio– ninguno de los miembros del equipo se dio de baja en los días posteriores. Cuando se le pregunta si aquel incidente hizo mella en su pasión por el ejercicio profesional contesta sin fisuras: “Mi vocación sigue intacta”. De hecho, sigue ejerciendo.
F. es médico de familia. Tras 40 años de ejercicio, ya está jubilado. Trabajaba en la zona de la costa occidental. Resume los ataques que ha sufrido a lo largo de su vida profesional: “Agresiones físicas, tres; verbales, incontables”.
La peor que recuerda fue también de un aviso domiciliario. Ocurrió en Fuengirola. Un hombre que “iba de cocaína hasta arriba”. La familia llamó. Cuando llegaron, estaba agitado, en el baño, autolesionándose. “Cuando intenté aplacarlo fue horroroso. Se encaró conmigo. Tuve miedo porque era fuerte; me sacaba medio metro y estaba fuera de sí por la coca y el alcohol”, recuerda el facultativo. Tanto él como el enfermero fueron agredidos físicamente.
No fue el único ataque físico. En otra ocasión, un hombre al que recogieron en la calle inconsciente le dio una patada al volver en sí. Aquella vez sólo le agredieron a él. Pero hubo otro aviso domiciliario en el que todo el equipo fue víctima de la agresividad de un hombre que no quería ser traslado al hospital. Cuando los sanitarios iban bajando con el paciente, éste se arrojó por las escaleras y los arrastró a todos. “Estaba agitado. No sé si por alguna sustancia, pero rodamos todos por las escaleras”, cuenta.
F. se ha desempeñado como médico, cargo directivo y delegado sindical. Recuerda que en más de una ocasión tuvo que convencer primero a algún compañero para que denunciara y luego a un directivo para que tramitara la denuncia. Dice que nunca se dio de baja a raíz de una agresión, que siempre siguió trabajando. Pide que, junto con los profesionales, se revise el protocolo de agresiones, que haya más apoyo del SAS hacia sus trabajadores y que las Administraciones realicen “una campaña más activa” de sensibilización contra estos ataques. “Porque yo tengo que respetar al paciente, pero el paciente tiene que respetarme a mí”, apunta.
R. es enfermera. Ha trabajado en el Hospital Regional y ahora desarrolla su actividad en la costa oriental. Ella personalmente nunca ha sufrido ningún ataque, pero ha presenciado dos agresiones. Una física, en la que una mujer daba patadas a un médico de ese hospital, y otra verbal, en la que una paciente insultaba a una médica de un centro de salud de la Axarquía con la frase: “Eres una hija de la gran puta”. Todo porque la facultativa entendía que con su cuadro clínico no procedía un antibiótico, como exigía la mujer.
“Es muy triste. Sientes impotencia porque te debes callar. No puedes ponerte a su altura. No puedes entrar en esa pelea. Para eso tenemos la Ley”, comenta. Y luego concluye con una reflexión: “Aquel día, a raíz de esa agresión verbal, hubo que anular una UVI móvil porque la doctora tuvo que dejar de trabajar para poner la denuncia”.
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