Esther Cruces: “Los cambios han sido positivos, pero no siempre a favor de la ciudadanía

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La ex directora del Archivo Histórico Provincial de Málaga y hoy directora del Archivo General de Indias, Esther Cruces.
La ex directora del Archivo Histórico Provincial de Málaga y hoy directora del Archivo General de Indias, Esther Cruces. / Carlos Guerrero

LA que durante muchos años fue directora del Archivo Histórico Provincial de Málaga, hoy directora del Archivo General de Indias en Sevilla, y reconocida recientemente con el nombramiento de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por parte del Gobierno de Francia, vivió personalmente la última gran metamorfosis de Málaga en el mismo centro de la ciudad, “a donde me trasladé hace justo veinte años. Se supone que la transformación que comenzó entonces, especialmente con la peatonalización del centro, venía a poner punto y final a aquella Málaga sombría y triste de la que hoy hablan algunos. Particularmente, yo no la recuerdo tan sombría, ni tan triste: en muchos sentidos, era una ciudad más amable que la actual. Es evidente que gran parte de los cambios que se han dado desde entonces han tenido efectos muy positivos, pero no han sido así para todo el mundo, en el sentido de que no siempre han beneficiado a la ciudadanía cuando esto era precisamente lo que se esperaba de ellos”.

Para Esther Cruces (Málaga, 1958), los primeros agentes de esta transformación no fueron otros que la Universidad de Málaga y el Parque Tecnológico de Andalucía: “Muchos hemos mantenido la ilusión de que estas instituciones llegasen a cambiar de verdad la vida de la gente, como una verdadera oportunidad histórica. Y, aunque el camino es largo y quedan no pocas cuestiones pendientes, creo que esa asociación ha alumbrado las mejores ocasiones de desarrollo para Málaga y los malagueños. Me sorprende incluso cómo la expansión académica de la UMA ha coincidido con la de la propia ciudad en términos urbanísticos, tal y como podemos comprobar en Teatinos”. Cruces se detiene en otro ámbito geográfico vital para la ciudad, el litoral: “Ha habido una mejora proverbial de las infraestructuras con efectos muy positivos. El problema es que las inversiones que llegaron después han tenido determinadas contrapartidas que no se han resuelto bien. El desarrollo de la industria hostelera ha favorecido una erosión del espacio público que debió corregirse en su momento y que ha tenido efectos poco deseables. Es cierto que estos efectos son comunes entre las grandes ciudades, pero también lo es que esa erosión de lo público en beneficio de un sector privado, con menos espacios y menos servicios al alcance de la ciudadanía, no puede darse sin más. Una ciudad no puede quedarse cruzada de brazos ante eso. Del mismo modo, el comercio local ha desaparecido ya prácticamente, sustituido por franquicias que no aportan un valor propio, sin que se haya intentado, al menos, mantener cierto equilibrio”.

En cuanto al futuro inmediato que aguarda a Málaga, Esther Cruces opta por una posición pragmática a la hora de expresar su análisis: “La verdad es que ya me da por pensar a veces en lo que podré necesitar cuando sea una anciana. Y lo cierto es que, para entonces, me gustaría contar con una red de asistencia pública que, por ejemplo, facilite mi acceso a los medicamentos que pudiera necesitar, pero que también garantice la preservación de espacios públicos a los que yo pueda acudir, calles y plazas placenteras por las que pueda pasear sin temor a que me atropelle nada y en las que no tenga que estar topándome con terrazas que me cierren el paso”. Málaga necesita, en su opinión, que expresa con intención ilustrativa, “lugares para el encuentro, donde de manera pacífica puedan coincidir y conocerse gentes de distintas edades. Esto, históricamente, ha sido vital para mantener la buena salud social en las ciudades, lo que se traduce en parques, zonas verdes y espacios públicos. Málaga tiene un déficit notable al respecto que podría costarle caro”.

En este sentido, Esther Cruces percibe como una amenaza “la posibilidad de que Málaga, con toda su historia y sus particularidades, termine convertida en una ciudad más, una ciudad cualquiera, definida por los atractivos que pueda ofrecer a los visitantes y que no son más que los que se pueden encontrar ya en cualquier parte”. En gran medida, “Málaga parece abocada a eso, a dejar a un lado su memoria y perder su identidad sólo porque ha interpretado que esto beneficia a la industria turística, pero habría que comprobar también hasta qué punto una ciudad sin rasgos propios resulta atractiva a según qué visitantes”. Para la archivera malagueña, la alternativa “consiste precisamente en la preservación de espacios públicos en los que la ciudadanía pueda encontrarse, definirse, dialogar y desarrollar las funciones cívicas que le corresponden”. Y confía en que, con las decisiones adecuadas a nivel político, sea posible.

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