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Málaga/No queda un solo alma en toda la provincia que lo desee, pero todo parece indicar que las temperaturas extremas nos seguirán acompañando durante al menos las próximas dos semanas. Y es que en torno a estas fechas acostumbra a tener lugar la fase más tórrida del verano: la canícula. Un periodo que este año, según precisan los expertos, dejará jornadas “especialmente calurosas”.
Las claves al respecto las da el catedrático de Geografía Física de la UMA José Damián Ruiz Sinoga, que destaca dos conceptos: la cantidad de vapor de agua en suspensión (su nivel repercute en la radiación solar) y la circulación general atmosférica; siendo este último el más importante, toda vez que la situación depende del encaje de los distintos bloques de altas y bajas presiones.
“El anticiclón de las azores bloquea todos los vientos del oeste y, dependiendo de sus movimientos, puede convertirlos en vientos del norte. Si además lo hace porque se coloca cerca de la Península Ibérica, genera terral. Puede ocurrir a su vez que tenga una depresión por encima, como pasa ahora, provocando un pantano generalizado con viento muy flojo y temperaturas muy altas”, explica.
Y para prueba el calor que lleva haciendo en Málaga desde hace días. Sin ir más lejos, el pasado miércoles 12 de julio en la capital llegaron a alcanzarse 43,1 grados, a sólo 1,1 del máximo histórico (44,2), registrado en la estación del aeropuerto el 18 de julio de 1978. O también lo vivido en el Valle del Guadalhorce días atrás con multitud de sus municipios superando la cota de los 40 grados por amplio margen.
Aunque Ruiz Sinoga señala que en plena canícula es “normal” ver estas gradaciones “de forma aislada”. No lo es tanto, sin embargo, “la racha consecutiva de olas de calor que están sucediendo en tan poco tiempo”. En este sentido, tienen especial relevancia las temperaturas mínimas, “a pesar de que a veces cueste entenderlo”, puesto que en verano es “frecuente” alcanzar máximas de “38 grados a las cuatro de la tarde”, pero es “más complicado que estemos a 30 a las cuatro de la madrugada”, como de hecho ocurrió el pasado jueves 13 de julio, cuando se llegó a los 36,1 grados a las doce de la noche en la estación del puerto; el nuevo récord de temperatura mínimarécord nocturna de la capital.
Llegados a este extremo, tras la puesta de sol se sobrevienen lo que los expertos denominan noches ecuatoriales o tórridas (es decir, que no bajan de 25 grados), que pueden incluso afectar a la salud física y psicológica, ya que “no se duerme bien, no se respira bien y se alteran los sistemas nervioso y cardiovascular”.
De manera que los ciudadanos se ven abocados a poner “el aire acondicionado a toda pastilla”. Una práctica que, según el director de la Cátedra de Cambio Climático de la UMA, Enrique Salvo Tierra, supone que la sensación de bochorno en la ciudad aumente “porque para producir frío se genera mucho calor hacia el exterior”.
Salvo Tierra, en consonancia con el análisis de su colega universitario Ruiz Sinoga, explica que las condiciones climáticas están cambiando en los últimos tiempos “con un aumento de las temperaturas medias” e indica que “aunque se repitan patrones”, en referencia a los picos máximos superiores a 40 grados registrados a lo largo de la serie histórica, ahora “pasa de forma continuada”, por lo que la “emergencia climática es ya una realidad”. Los científicos habían previsto que esto podría acontecer “en 2038 o 2039, pero se ha anticipado”.
Y recuerda el reciente estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), publicado en la revista Nature Medicine, que sostiene que en la provincia de Málaga, entre el 30 de mayo y el 4 de septiembre de 2022, se produjeron 313 muertes atribuibles al calor.
Desde hace unos años, detalla, también está alterándose el lapso temporal en el que se ubican las características veraniegas, pasando de “un alargamiento hasta el otoño” a “acaparar parte de la primavera”.
Una variación climática que empieza a afectar a los cultivos, ya que con las actuales condiciones es frecuente que “se adelanten las cosechas”; un efecto que Salvo Tierra ha observado “especialmente en las cerezas y viñedos de Tolox y Yunquera”, donde la maduración de los frutos se produce “unos 15 días antes”.
A lo anterior hay que añadir la desertificación tanto “humana”, en el entorno de la provincia, como “natural”, sobre todo “del desierto del Sahara”, cuya influencia es notable y de sobra conocida en el sur peninsular. “Los investigadores sabíamos que los desiertos nacen, crecen y mueren, y pensábamos que el del Sahara estaba en su última fase, sin embargo, ahora más que nunca, está demostrando que sigue creciendo; la mayor prueba es la calima que con frecuencia llega a Málaga”.
Es por toda esta amalgama de factores y circunstancias que los expertos lo tienen claro: “Nos quedan semanas duras”.
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