Fascinante Croacia: De Dubrovnik a Split
La disolución de la Yugoeslavia dio lugar a seis repúblicas: Serbia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia, Macedonia del Norte y Montenegro
La ciudad de Split es increíble, diversa, irrepetible y asombrosa, la segunda de Croacia con alrededor de 350.000 habitantes
Fascinante Croacia: Dubrovnik (V)
Málaga/La disolución de la Yugoeslavia de Tito dio lugar a la formación de seis repúblicas independientes cuyas fronteras fueron las que tenían los antiguos reinos respectivos: Serbia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia, Macedonia del Norte y Montenegro (a las que hay que añadirle la ciudad independiente de Kosovo). Mucho antes, la República de Ragusa cedió a los otomanos, para resguardarse de los ataques venecianos, una franja de costa, de unos 20 Km, para darles una salida al Adriático.
Ahora esa franja de terreno, donde se encuentra el pueblecito costero de Neum, pertenece a la República de Bosnia y Herzegobina. Lo cierto es que, debido a ello, el condado dálmata de Dubrovnik-Neretva se quedó aislado del resto de Croacia y, para ir de un lado al otro, hay que pasar los trámites fronterizos dos veces. Hoy, en 2024, esa situación se ha superado con la ejecución del Peljesac Bridge, un puente de 2,5 Km que atraviesa el canal de Komarna, uniendo norte y sur de Croacia por autopista.
Para nosotros no fue el caso. Pasamos la frontera y entramos en Bosnia. Vimos que, desde el costero pueblo de Neum, Mostar estaba a unos sesenta kilómetros, por lo que decidimos hacer un paréntesis en nuestro recorrido por Croacia para acercarnos a la ciudad que había sido la base de las tropas españolas durante la misión Bosnia que se prolongó hasta 2010. El gobierno de Bosnia y Herzegovina, en homenaje a los militares españoles caídos en la guerra de Bosnia, construyó la Plaza de España que fue inaugurada oficialmente el 3 de abril de 2012 por el rey Juan Carlos I en su visita oficial al país.
Como miembro, que tengo el honor de ser, de la gran familia legionaria, quiero recordar aquí la heroica gesta del teniente José Luis Monterde y los 35 soldados, caballeros legionarios, de la sección mecanizada perteneciente a la Agrupación Táctica (AGT) Canarias, del Tercio Don Juan de Austria, 3º de la Legión. Por dicha gesta, todos fueron calificados por Barry Frewer, portavoz de las Fuerzas de Protección de la ONU para la antigua Yugoeslavia, como “unos verdaderos héroes”. Estos fueron los hechos:
Recién incorporada a la misión Bosnia la AGT Canarias, la situación bélica cambió de forma dramática. Los antes aliados bosnios, croatas y musulmanes, comenzaron su particular guerra civil justo en la zona donde operaban las tropas españolas. Mostar se convirtió en el escenario de una sangrienta guerra que, nada más comenzar, se cobró la vida de diez legionarios, y más de 58 heridos, de la AGT Canarias. El 25 de abril de 1993, la sección mecanizada que mandaba el teniente Monterde, se desplazaba desde el destacamento de Jablanica (a 40 Km al norte de Mostar) hacia Sarajevo.
A la altura de la localidad de Konjic, estaba la carretera cortada y personal militarizado bosnio-croata abría un camino para evacuar a los supervivientes de una aldea que había sido atacada por los musulmanes. Sin esperarlo, Monterde y sus soldados, se vieron rodeados por un numeroso grupo, en torno a 200 personas, ancianos, mujeres y niños que, aterrorizados, les pedían protección como fuerzas de la ONU que eran.
Esa noche, los musulmanes habían atacado su pueblo, llamado Radesine, sito a 60 Km al norte de Mostar. Lo habían arrasado, quemado y habían matado a la mayoría de su población. Eso les estaban contando, cuando aparecieron los tristemente famosos Cisnes Negros musulmanes. Les cercaron y, apuntándoles con sus armas, les exigieron la entrega de todos los civiles croatas huidos de ellos. El teniente Monterde intentó negociar con los musulmanes. Pero éstos, exaltados por la matanza anteriormente perpetrada, no se venían a razones y amenazaban con matarlos a todos, soldados españoles incluidos.
A la vista de que no había forma de negociar con el cabecilla, llamado Sulman, el teniente contactó por radio con la superioridad. Les advirtió de que los muyahidines amenazaban con pasarlos a todos a cuchillo, degollando tanto a civiles como a militares. Advertido de la extrema situación, el mando ordenó al teniente Monterde, ya que no había negociación posible, abandonar el lugar dejando a los refugiados en manos de los feroces musulmanes. Pero la superioridad no tuvo en cuenta que, por encima de todo, para un caballero legionario está su credo y su fe.
El teniente Monterde, no haciendo caso a las órdenes recibidas y manteniéndose firme ante las exigencias del enemigo, decidió cumplir con su deber de dar protección a los indefensos croatas y bajo el grito: “De aquí no se mueve nadie”, mandó a sus legionarios ponerse en orden de combate. Viendo eso los muyahidines, aun superando en 10 veces el número de efectivos, pues eran más de 300, se percataron de que enfrentarse a 35 hombres armados dispuestos a morir matando, era bastante más arriesgado que degollar ancianos mujeres y niños así que, tras doce tensas horas de indecisión, terminaron desistiendo de sus intenciones y se retiraron. De esa forma, el teniente Monterde, junto a sus hombres, salvaron la vida a los cerca de 200 croatas que iban a ser víctimas de la crueldad de los yihadistas bosnios, autodenominados Cisnes Negros.
Regresamos de Mostar, no sin antes haber comido en un restaurante cercano al famoso e icónico puente construido por Soleiman el Magnífico, destruido y restaurado tras la guerra. Tomamos un cevapi, plato muy típico, que consta de una serie de salchichitas de ternera o cordero cocinadas a la parrilla y embutidas en un sobre de pan de pita, muy tradicional por estos lares, y unas cervezas Mostarsko que es la cerveza local.
Nos quedaba 166 Km por recorrer desde Naum a Split.
Los mismos que haríamos fascinados por una de las costas más espectaculares y bellas del mundo que conforma la región central de Dalmacia. Diríase que Dios la pintó sobre el mapa del mundo para su propio regocijo, haciendo alarde del más hermoso impresionismo con su divino pincel. Cada paletada ocre fue una isla, si verde un bosque, si zafiro el mar, si turquesa una bahía, si roja un atardecer de ensueño. La carretera avanzaba por una franja costera encajada entre una sucesión de macizos montañosos como Mosor, Biokovo y Rilic, y las olas del Adriático que constantemente mojan sus pies. Franja en la que se percibe un fuerte contraste entre el interior triste y montaraz, y la alegre y esplendorosa costa. Un interior, que sufrió el largo y oscuro medioevo bajo el poder otomano, y una costa iluminada y favorecida por la esplendorosa y rica República veneciana.
A lo largo de los kilómetros de costa que íbamos recorriendo se sucedían pueblos marineros, canales e islas. La ciudad portuaria de Ploce; los pequeños pueblos de pescadores, como Podaca con su interesante y preciosa iglesia románica Sv. Ivan (San Juan), con una torre circular del siglo XVII, o como Zaostrog, con su iglesia gótica, con restauración barroca, ambos en el Neretvanski kanal formado por la península de Peljesac.
Más adelante se suceden pueblos como Igrane, situado en una pequeña península donde ya hubo asentamientos romanos, que conserva restos de la muralla medieval y la iglesia de Sv. Mihovil del siglo XII, o Markaska que es la mayor población de esta parte de la costa, y que merece una parada para visitar su catedral de Sv. Marko del siglo XIII, el Franjevacki samostan (monasterio Franciscano) del siglo XV y el Mujez malakoloaki (Museo malacológico) que contiene la mayor y mejor exposición de conchas y moluscos de Europa. Todos ellos frente al Hvarski kanal que forman las islas Hvar y Brac al norte, conocidas también por sus nombres italianos de Lesina y Brazza, respectivamente.
Hvar es una isla que merece una visita obligada. Enclavada en un paisaje natural que Dios pintó para adornar su salón del Trono de la Gloria, los griegos ya se establecieron en ella fundando la colonia de Faro. Los griegos siempre persiguieron la belleza allá donde estuviera. Por cierto que nuestro emperador Carlos V también debió de enamorarse de ella, ya que su capital, así mismo llamada Hvar, está coronada por una gran fortaleza, denominada la spanjola, remodelada por orden suya.
La isla de Brac da lugar al Bracki kanal, al que se asoma la ciudad de Omis que, durante los siglos XII al XV, perteneció a la República de Venecia. Después, fue un refugio para piratas que lograron poner de los nervios a la Serenísima. Conserva una preciosa iglesia prerrománica, Sv Petar (San Pedro) del siglo X. Pasada esta ciudad, a 25 km, conduciendo con la vista puesta en el Splitski kanal, llegamos a la pequeña península que acoge la increíble, diversa, irrepetible y asombrosa ciudad de Split, segunda de Croacia con alrededor de 350.000 habitantes.
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