Fascinante Croacia: Dubrovnik (V)

El Jardín de los Monos

Uno piensa, con verdadera fascinación, en la valía de un pueblo que supo ser durante siglos el más avanzado de Europa dentro de un escenario hostil

El Palacio de los Rectores, que está junto al Ayuntamiento, es una de las joyas más importantes de la arquitectura civil de Croacia y de Europa

Fascinante Croacia: Dubrovnik (IV)

Palacio del Rector (Dubrovnik)
Palacio del Rector (Dubrovnik) / M. H.

Disfrutando de un espléndido día de intenso azul adriático, sentado en la terraza de un bar de la plaza Luza, degustando una espumosa y exquisita cerveza Karlovacko que, salvo indicación expresa, la ponen en jarra de medio litro, no puede uno escapar de esa atmósfera medieval prerrenacentista que impregna la ciudad. Respirando su ambiente, admirando los edificios de la plaza, embelesado con el pórtico renacentista de seis arcos y columnas de maravillosos capiteles del Palacio de los Rectores, la imaginación vuela por ese pasado que recrea la serie televisiva Juego de Tronos.

En ese entorno uno piensa, con verdadera fascinación, en la historia acumulada entre los muros de Ragusa y en la valía de un pueblo que supo ser durante siglos el más avanzado de Europa dentro de un escenario hostil. También vino a mi mente la admiración por su resurgimiento tras la cruenta guerra vivida hace tan solo unas cuantas décadas. Y flotan por mi cabeza, como volutas ingrávidas, versos de los poetas croatas actuales que nacieron en la desaparecida Yugoeslavia, y vivieron el trauma del terrible conflicto balcánico. Un movimiento poético que brilla ahora con esplendor en el firmamento croata y universal, y que también han comenzado a iluminar “el ancho territorio del castellano”. Cayó en mis manos una antología de poemas que recogía versos, traducidos al español, de doce poetas actuales croatas. Se llama Dulce Libertad, está prologada por el profesor de la Universidad de Salamanca Alfredo Perez Alencart y la traducción es de Zeljka Lovrencic, curtida en cientos de traducciones al croata de escritores hispanoamericanos y españoles. Con esta antología –pensé mientras le daba un buen trago a mi cerveza– se abrieron las puertas del Parnaso dálmata al mundo hispanoparlante. Davor Salat, Mladen Machiedo, Ljerka Car Matutinovi´c, Delimir Rešicki, Boris Domagoj Bileti´c o Zvonimir Balog, entre otros, abanderan la pujanza de las letras croatas. Pujanza que se manifiesta en todos los ámbitos de las artes y de las ciencias, porque en Croacia el pasado siempre fue presente y el presente siempre es futuro, como en la República de Ragusa, en la que el pasado fue tan avanzado que aún es hoy presente.

El Palacio de los Rectores, que está junto al Ayuntamiento, es una de las joyas más importantes de la arquitectura civil de Croacia y de Europa. De estilo gótico-renacentista, su fisonomía actual recoge las múltiples reconstrucciones habidas a lo largo de los siglos por causa de sucesivos siniestros como terremotos, explosiones o incendios. Tormentosa existencia la de este palacio, morada del regidor durante el mes que duraba su mandato, y sede del Gran Consejo, máximo órgano de gobierno de la República de Ragusa, en cuyo salón de reuniones, en el arquitrabe, reza la frase en latín: “Oblite privatorum publica curate” (Hay que olvidar los asuntos privados y velar por el bien público). Tras el incendio sufrido en 1435 que arrasó el palacio, se le encargó al napolitano Onofrio della Cava, que ya estaba por Dubrovnik diseñando fuentes y acueductos, la construcción de un nuevo edificio que proyectó de una sola planta y estilo gótico. A él le debemos el pórtico, aunque sus bellísimos capiteles y semicapiteles, cargados de figuras góticas con alma renacentista, son obra del maestro escultor milanés Pietro di Martino. Tras la explosión del polvorín en 1463, se le encargó la reconstrucción al florentino Michelozzo que no llegó a terminarla, pero dejó el sello renacentista en toda la reconstrucción que incluyó la reforma del pórtico original.

Y tras el terremoto de 1667, con el maestro croata Petar Andrijic de Korcula, adquirió los elementos barrocos que hoy podemos contemplar. Es hermosísimo el atrio con la escalera barroca que sustituyó a la primitiva. En la primera planta se puede ver un campanil fusiforme que originalmente estaba conectado a un reloj para dar las horas. En la planta baja está la estatua de Miho Pracat, único ciudadano raguseo al que el Senado, en los mil años que duró la República, acordó erigirle una estatua. Fue en 1667, en correspondencia a que él había donado su inmensa fortuna a la República. Hoy en día, el palacio alberga el Museo de Dubrovnik, cuya visita resulta de gran interés, tanto por su mobiliario como por la colección de pinturas, de los siglos XVI al XVIII, de pintores italianos y dálmatas. Conviene advertir que, si por un casual o por voluntad, se visita Dubrovnik en los meses de julio o agosto, estaremos viviendo uno de los mayores y mejores festivales internacionales de música, ópera, teatro y danza de Europa. 45 Días en los que Dubrovnik se convierte en un escenario global y, dentro de los diversos escenarios donde se desarrolla el festival, por su excelente acústica, el Palacio del Rector es uno de ellos.

La iglesia de San Blas cierra la plaza Luza. Del siglo XVII, fue proyectada por el veneciano Marino Groppelli siguiendo los cánones del barroco veneciano. Guarda en su interior una estatua de San Blas, patrono de la ciudad desde el año 972, fundida en plata dorada en el siglo XV que sobrevivió a un terrible incendio en 1706 y por ello lleva una inscripción que dice: "todas las demás estatuas de oro, plata y cobre ardieron en las llamas, pero esta estatua del santo, protegido milagrosamente, fue sacada intacta”. El santo lleva en su mano derecha una maqueta de la ciudad antigua.

Detrás de San Blas hallamos la plaza de Gunduliceva poljana (campo de Gundulic), también conocida como la plaza de las Hierbas por el mercadillo de flores, frutas y verduras que allí amanece todas las mañanas. En el centro de la plaza está la estatua del gran poeta Ivan Gundulic al que ya conocemos. Cerca tenemos la Velika Gospa, o sea, la catedral de Santa María la Mayor que se alza sobre la huella de la catedral antigua derruida por el terremoto de 1667. Se terminó en 1713 y consta de tres naves que abocan en un ábside. Son interesantes las capillas laterales, el gran retablo con la Asunción de Tiziano, sobre el altar mayor, y el excepcional tesoro con fascinantes relicarios entre los que se encuentran uno con la cabeza de San Blas, del siglo XI, otro con uno de sus brazos, del siglo XIII y, un tercero, con un fragmento de la Cruz de Cristo. Acoge también una colección de importantes obras pictóricas. Frente a ella está el palacio episcopal y, junto a él, hay una puerta que nos conduce al puerto. Esta zona pertenece al barrio de Pustijerna, donde nos vamos a encontrar con la iglesia de la Virgen del Carmen, del siglo XVII, el Acuario y el Museo del Mar.

Terminaremos nuestra visita al Dubrovnik histórico, el de Juego de Tronos, en la plaza dedicada al astrónomo y físico croata Ruder Boskovic (1711-1787). Famoso por su contribución al conocimiento del electromagnetismo, que Faraday desarrolló, y a la influencia que tuvo su “teoría atómica” sobre Einstein. En esta plaza podremos visitar la iglesia de San Ignacio que formaba parte del Collegium Ragusinum, donde cursó sus estudios Boskovic.

Fuera de las murallas, Dubrovnik se extiende por el barrio de Ploce, al que se accede por la puerta homónima. En él nos encontraremos con el edificio que fue el lazareto, de 1590, donde hombres y mercancías tenían que pasar la cuarentena para entrar en la ciudad, y con la playa más bonita de la ciudad. La Puerta de Pile toma su nombre del barrio extramuros de su mismo nombre. En él veremos el palacio barroco Pucic y, frente a él, una fuente de Ivan Rendic que homenajea al poeta Ivan Gundulik, representando en ella a los personajes de su célebre obra pastoril Dubravka. En este barrio podremos disfrutar de bellos acantilados y del parque Gradac, desde el que se disfruta de una fantástica panorámica de la fortaleza Lovrjenac. Los barrios modernos de Gruz y Lapad se extienden más al oeste, junto al puerto nuevo, alejándose de Dubrovnik. En cualquiera de los dos encontraremos magníficos restaurantes donde comer. Por ejemplo, unas quisquillas, unas gambas o unas cigalas de entrante y un típico y riquísimo crni rizot (arroz negro de calamar en su tinta), acompañado de un Plavac, un excelente vino blanco dálmata.

Esa melancólica noche de despedida, jurándome volver, escribí en mi cuaderno de viaje:

Dubrovnik, adiós.

Adiós, Trono de juego,

reina del fuego,

prendido por Dios

en mi corazón.

Composición celestial

de la divina armonía.

Hermosa sinfonía,

himno de libertad

y bandera de tu nación.

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