“España perdió una generación con la heroína; puede perder otra por el juego”
Francisco Abad Domínguez | Presidente de Amalajer
Vecino de Rincón de la Victoria, reivindica un tren de Cercanías hacia la costa oriental de la provincia
Denuncia que hay menores que entran a salones de juego pese a estar prohibido
A Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer) nació en 1989. Desde sus inicios, Francisco Abad fue una de sus piezas claves. El actual presidente de la organización sufrió en carne propia la ludopatía y, tras rehabilitarse, quiso tender su mano para que otros salieran de su adicción al juego. Lleva tres décadas haciendo esta labor de manera altruista.
–¿La ludopatía sigue siendo un problema?
–Cada vez es mayor y de gente más joven. Antes eran personas de 45 a 50 años, de una profesión libre, generalmente autónomos, con tiempo libre o asalariados con estudios básicos. En los últimos tiempos, mayoritariamente las personas que vienen a tratamiento están entre los 25 y los 35 años, universitarios, muchos ni tan siquiera han accedido al mundo laboral y ya vienen con deudas grandísimas. Algunos tienen 22 ó 23 años y tienen ya la vida hipotecada por las deudas [de juego] sin haber comprado una vivienda...
–¿Y cómo puede un chico tan joven endeudarse de esa manera?
–Porque los bancos han cambiado el sistema de préstamos. Hay créditos de entre 3.000 a 6.000 euros para los que no piden la firma del cónyuge o de la pareja. Son préstamos personales. Así acumulan esos préstamos... Pueden sumar créditos instantáneos de distintas entidades; pueden acumular entre 30 ó 40 minicréditos que van de los 300 o 600 euros. Cuando se dan cuenta se han endeudado puede que en 30.000 euros. Es un problema grande y grave. Y por no hablar de los créditos ilegales, que también funcionan...
–O sea que tienen un problema de adicción y además la deuda...
–Exactamente, tienen la adicción y la deuda. Y el endeudamiento es un factor importante por el que a la persona le cuesta más trabajo iniciar la rehabilitación porque cree que va a resolver su problema con un golpe de suerte.
–¿Cuánta gente tratan en la asociación?
–Hay unas 400 personas en tratamiento, de las cuales unas 40 están iniciando tratamiento. Antes llegaban unas 110 al año. Sin embargo, en 2018 fueron 167. Hemos elevado el número [de usuarios]. El tratamiento dura dos años, si no hay recaídas.
–¿Se puede salir de la ludopatía?
–Sí, se sale si uno es capaz de hacer el tratamiento completo. En torno al año se produce mucho abandono del tratamiento. La rehabilitación es complicada porque hay que cambiar el estilo de vida y aprender nuevas estrategias. Hay personas que tienen que reiniciar el tratamiento. Hay personas que lo abandonan por motivos laborales o por vergüenza, porque quieren hacer el tratamiento ocultándose y esto las lleva al abandono, con lo cual se producen recaídas. Hicimos un estudio y concluía que el 98% de las personas que completaban el tratamiento no volvían a jugar. Pero hay otras que se quedan en el camino.
–¿La ludopatía es un problema bastante habitual?
–Yo vivo en un bloque en el que hay 38 vecinos. Cinco hemos pasado por aquí [Amalajer] a recibir tratamiento. Algunos están bien, pero otros siguen jugando. Cuando tú ves a una persona que ha estado aquí y no te mira a la cara... es que no está muy bien.
–Supongo que ven historias personales peliagudas...
–Vemos dramas gordísimos. Podemos hablar hasta de delitos, que principalmente se cometen en la familia. Porque hablamos de falsificación porque suplantan la identidad de un familiar o un conocido.
–¿Para usar su tarjeta para jugar?
– O porque mienten y le dicen a la familia que el dinero de la hipoteca no hay que ingresarlo en una cuenta, sino en otra; que es suya, personal, y juegan con ese dinero. Y cuando se da cuenta la familia es porque les ha llegado el desahucio. Si se lo hace un hijo a una madre es un delito, pero... O trabajadores, que cogen dinero de su empresa... Mayoritariamente, las personas que se ponen en tratamiento intentan pagar la deuda, si es que viven lo suficiente para pagarla...
–¿Y cuánto llegan a deber?
–Bueno, ten en cuenta que en el juego patológico no hay una sobredosis, como en el alcohol o la cocaína. Una sobredosis de cocaína te mata. Y el alcohol también, por un coma etílico. Pero en el juego puedes apostar 6.000 ó 7.000 euros, lo que hace la persona es endeudarse cada vez más.
–Ahora el juego on line está en cada casa ¿Es más difícil combatir así la ludopatía?
–Es más complicado. Además antes no había publicidad en el juego y ahora la publicidad se abre y no hay regulación. Hay anuncios muy agresivos y están haciendo mucho daño porque se sancionan, pero no se retiran.
–He leído que proponen una especie de carné para poder jugar. ¿Cómo sería?
–Como una licencia de conducir o de caza. La persona tendría que pasar unos tests psicotécnicos . Y eso te permitiría jugar. Es que hay hasta personas con discapacidad intelectual o enfermedades mentales y están jugando. Les permiten jugar en los salones...
–¿No hablamos de ludópatas que sean vulnerables?
–No, no. Hablo ya de personas con discapacidad cognitiva, que juegan; y la ludopatía los destroza. Personas con enfermedades mentales que juegan en su periodo de crisis. Todo esto se podía evitar con ese carné. Lo mismo que podemos evitar que conduzcan o tengan escopetas...
–¿Algún país lo ha regulado así?
–Por desgracia no. Es una idea de surgió en la Facultad de Psicología de Valencia, del profesor Mariano Chóliz. Se la hemos planteado a la Dirección General de Juego a nivel nacional, pero ni caso. Otra propuesta es alargar el tiempo entre las jugadas. En una tragaperras, por ejemplo, si entre echar la moneda y la siguiente jugada el tiempo es de dos segundos, alargarlo a cinco segundos. El problema es que las casas de juego estudian los perfiles de los jugadores patológicos para adaptar el producto a que cada vez se juegue más en este país.
–¿Cuándo es patológico el juego?
–Cuando se deja de hacer cosas importantes para jugar, cuando aparece la mentira, cuando hay que volver a jugar para recuperar lo perdido...
–¿Cómo llegan a Amalajer?
–Normalmente vienen presionados por la familia, cuando tienen problemas sociales, económicos o familiares. Es muy importante que la familia acuda también con ellos al tratamiento, de grupo y psicológico. Porque hay que tener un control económico, mirar las cuentas... Hay síntomas que se pueden detectar con estos controles. Para la ludopatía no hay fármacos que inhiban las ganas de jugar. Hay que resetearse; cambiar el estilo de vida, pero con el mismo trabajo y la misma familia. La familia en muchos casos se entera de golpe cuando no hay para pagar la hipoteca.
–No entiendo que una persona pierda y siga apostando...
–Muchos de los jugadores somos narcisistas porque estamos venciendo a las matemáticas que sabemos que están en nuestra contra. Cuando estamos en un salón y acertamos un pleno, hay una exclamación de admiración hacia el ganador. Eso no se produce con el juego on line. Por eso las casas de apuesta on line crean chat para que los jugadores interactúen y comenten las jugadas; para fomentar el juego, para engancharlos.
–Siendo una ONG, ¿cómo subsisten?
–En este momento no sabemos qué va a pasar. Desde que ha cambiado el gobierno de Andalucía estamos en un impasse de incertidumbre. Por un lado por el cambio de consejería; estábamos en Igualdad y nos han pasado a Salud. Y por otro, porque tenemos un concierto que se ha paralizado; no cobramos. [Explica que la organización que preside surgió en 1989, de un grupo para tratar la ludopatía que había en la Asociación de Alcohólicos en Rehabilitación (AREA) que se escindió y que Amalajer está acreditada como centro de tratamiento del juego patológico ]. Llevamos 30 años viviendo tiempos difíciles. Vivimos en la incertidumbre continuamente, no terminamos de arrancar. Ahora podemos subsistir gracias a la colaboración de las personas que vienen a tratamiento y que pagan una cuota voluntaria de 20 euros mensuales. Si no, no podríamos subsistir.
–¿La adicción al juego afecta también a menores?
–Sí. Hay chavales con 16 años que ya apuestan en los salones de juego, cuando está prohibido hasta los 18. Quiere decir que esto habría que mirarlo. Con los menores hay que tener tolerancia cero. Los padres tienen que llamar a la policía y poner una denuncia contra ese salón de juegos. Está prohibido, pero la policía no interviene. No levantan actas, o se hacen interminables, o las sanciones no le llegan... Esto es un desmadre.
–Como lo pinta, la ludopatía es un problema social...
–Si no hacemos algo ya contra el juego nos vamos a cargar una generación. Este país ya vivió algo parecido con la generación que se cargó con la heroína. Y con el juego patológico, si no hacemos algo, nos cargaremos otra generación porque está aumentando a pasos agigantados. Ya hay chavales que no van a pagar sus deudas de juego aunque vivan 60 años. Además, hay mafias dedicadas a los préstamos ilegales. Para colmo, la familia tiende a ocultar al jugador patológico para que no pierda el puesto de trabajo... Así que la propia familia tiende a invisibilizar el problema; igual que ocurrió con la heroína, que se trataba de proteger al hijo, pero cada vez el problema era mayor.
–¿Usted que perdió con el juego?
–Perdí mi dignidad como persona, ver crecer a mi hijo, no estar al lado de ellos cuando me necesitaban, tener a mi compañera abandonada y a la familia desquiciada.
–Me refería a lo material, aunque creo que esto que ha dicho es más importante...
–Perdí un pequeño negocio que se fue al garete por mis deudas de juego.
–En esta entrevista hay que hacer preguntas sobre otros asuntos. Por ejemplo ¿qué le mejoraría a la provincia?
–Le pondría una mejor comunicación. Vivo en Rincón y deberíamos tener un tren de Cercanías. Nos quitaron la Cochinita y nos pusieron autobuses, pero debería haber un tren de Cercanías hacia la costa oriental.
–Ahora que hay tantas elecciones, ¿qué le diría a los políticos?
–La gente de mi edad, cuando luchábamos, algunos de los que conocimos el régimen de Franco, pensábamos que cuando se acabara, se acabarían también los chorizos, pero todavía siguen los chorizos. Creíamos que cuando llegasen las urnas, se acabarían la corrupción y la mentira. Pero todavía seguimos con las mismas...
Un ludópata al que ayudaron y ahora ayuda a los demás
Francisco Abad confiesa sin ambages que es un jugador patológico. Lo dice en presente, aunque lleva más de media vida rehabilitado. Electricista, tenía un pequeño negocio que se fue al garete por sus deudas de juego. Con 33 años tocó fondo. Pero hubo personas que le ayudaron y logró salir adelante. Desde entonces ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer). Desde esta organización de la que es presidente, de forma altruista intenta ayudar a otras personas que como él han caído en la adicción al juego. Es su forma de devolver a la sociedad lo que hace ya muchos años hicieron por él. Además, es el presidente de Fajer, la federación andaluza que agrupa a estas asociaciones. Le gusta pasear por la playa y hacer vida en familia, la que también fue clave para salir adelante tras su tropiezo con el juego. Dice que “ni aunque tuviera siete vidas” podría pagar con su trabajo cotidiano desde las organizaciones Amalajer y Fajer todo lo que hicieron por él cuando cayó en el pozo de la ludopatía.
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