Francisco Puche, una Málaga mejor
El librero abrió un verdadero pulmón cultural en Málaga en pleno franquismo con la inauguración en 1969 de Proteo, Premio Nacional a la Mejor Librería Cultural en el año 2017
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EL año 2021 quedó sin remedio grabado en la historia de la librería Proteo por la coyuntura impuesta a sus responsables para la superación de la tragedia: en julio, sólo dos meses después del incendio que devastó el
establecimiento, el centro despedía a su fundador, Francisco Puche, fallecido a los 81 años. Eso sí, con Puche no se iba sólo un librero, sino un agente decisivo en la historia reciente de Málaga y en su articulación y reconocimiento como ciudad cultural. Su aportación al propio sector del libro a nivel nacional revistió, igualmente, un carácter fundacional. La pujanza de Málaga como territorio cultural nunca habría podido entenderse sin su aportación.
Puche fundó la librería Proteo en Málaga en 1969 bajo la determinación de convertirla en un refugio y un verdadero pulmón para la cultura en pleno franquismo. Así, mientras que de manera abierta se vendían de cara al público los libros que la dictadura permitía, en la más discreta clandestinidad se distribuían los desautorizados, la literatura perseguida y silenciada, por la que Puche asumió riesgos mucho más allá de lo que correspondía a su oficio. En Proteo se fundaron partidos, se gestaron colectivos sociales y se impulsaron proyectos culturales que han definido en gran medida la evolución de Málaga en sus más diversas aristas.
Puche amplió el campo de acción con Proteo y Prometeo hasta atesorar en la ciudad uno de los fondos bibliográficos más ambiciosos en toda España, que hasta el fatal incendio de hace dos meses contaba con más de 100.000 volúmenes. “Si alguien quería o necesitaba un libro, Puche se lo garantizaba. Así de fácil”, explicaba el director de Proteo, Jesús Otaola, quien recuerda el papel fundamental del librero en la puesta en marcha de la Feria del Libro de Málaga hace más de medio siglo: “Sin él, Málaga habría sido una ciudad distinta. No sé si mejor o peor, pero sí distinta”.
Pero este impulso renovador no se limitó al contexto malagueño. Subraya Otao la que los estatutos actuales de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) siguen siendo esencialmente los mismos que Puche promovió hace 52 años. En 2017, la CEGAL concedió el Premio Nacional a la mejor Librería Cultural a Proteo “Como discípulo tardío del viejo taoísmo me dejo llevar por el sol y la luna, me agarro al espacio y al tiempo y lo mezclo todo”, decía de sí mismo Francisco Puche en una entrevista concedida a Málaga Hoy en 2004. Entonces, a sus 64 años, se mostraba como un hombre preocupado y comprometido con su tiempo, lo que le hacía ser una voz muy crítica con los políticos y los grandes grupos empresariales. Sus palabras, además, no estaban vacías porque él mismo intentaba dar ejemplo, porque estaba convencido de lo que decía y porque tenía muy claro que si no conseguía ganar las batallas que emprendía contra administraciones y empresas, al menos su lucha personal le serviría “para no cambiar”, subrayaba. Entre sus batallas, que el librero y las empresas culturales se separaran de las multinacionales y practicaran “un cierto laicismo empresarial”.
Puche era economista y fue profesor de Ciencias y Matemáticas en Formación Profesional y también en la Facultad de Económicas de la Universidad de Málaga. El trabajo docente lo estuvo compaginando durante años con el de librero, pero el mundo de este último le fue arrastrando poco a poco hasta que se decidió por dedicarse íntegramente a la librería, una profesión a la que llegó por casualidad. “A finales de los 60 pusimos una librería con el objetivo de sacar dinero para un partido político clandestino, pero a los dos meses desapareció el partido. Entonces, unos amigos y yo decidimos seguir con la librería que habíamos montado”, rememoraba. De la época franquista le quedaba la nostalgia de los viejos recuerdos: “Lo pasamos muy mal, te podías buscar muchos problemas con la policía, pero también tenía su pequeño intríngulis por todo lo que rodeaba a la clandestinidad y la liturgia que se seguía para comprar los libros prohibidos. En aquellos años los que estábamos en este negocio éramos libreros de mucha vocación”. La suya fue una lucha activa por una Málaga mejor.
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