Google y el rascacielos portuario
Tribuna de Opinión
La principal materia prima es ahora "la materia gris", el cerebro humano, y el talento se encontrará allí donde pretende vivir mejor, al margen de las grandes urbes, de sus rascacielos y su congestión
Mucho morro
Este año Google inaugurará nueva sede en el paseo de la Farola gracias a la crucial actuación de unos emprendedores malagueños. Asistimos al efecto de arrastre que esta decisión, junto al gran trabajo de la Fundación InnovaIRV, está encadenando hasta el punto de que en la próxima década se prevé que los trabajadores del Málaga TechPark llegarán a cincuenta mil, duplicando las actuales cifras. El futuro soñado por varias generaciones de convertirnos en la California europea empieza a materializarse.
Todavía muchísimos “actores” en la política, la administración y la empresa no son conscientes de los cambios que las estructuras industriales están experimentando a escala mundial, con sus favorables efectos para nuestra tierra. Una mutación iniciada antes de que la pandemia y la invasión de Ucrania la hayan acelerado dando marcha atrás a la globalización económica.
Estamos constatando los efectos perniciosos derivados de la dependencia occidental en los suministros de las cadenas de producción globales (mascarillas, microchips, hidrocarburos, minerales raros, etc.,). A la vez hemos comprobado cómo la congestión y concentración urbanas han favorecido y expandido la pandemia y su mortandad.
Esta transformación de los modernos complejos manufactureros consiste en que se están “aligerando” de peso. Las industrias “pesadas”, históricamente vinculadas con la proximidad a los suministros de materias primas, van perdiendo importancia; entre muchas razones porque las fábricas están cada vez más robotizadas. Sin embargo, la principal materia prima es ahora “la materia gris”, el cerebro humano. Este es el factor de localización fundamental de los desarrollos industriales presentes y venideros. Hoy las empresas pueden trasladarse a su conveniencia con cierta facilidad; pero mucho más sencillo es el desplazamiento de las personas.
Así pues, siendo decisivo el talento en la producción manufacturera y de servicios, son las empresas quienes se instalan donde están las personas que lo ostentan, a diferencia de las migraciones de siglos anteriores con millones de personas que se desplazaron a grandes urbes en busca de trabajo.
También presenta dos novedades relevantes: que el talento escasea y que se encontrará allí donde pretende vivir mejor. Así, al atraerlo o generarlo, la sociedad y el territorio que lo consiga atraerá a las empresas sentando las bases de su futuro desarrollo.
Uno de esos innovadores lugares es Málaga. El reto ya no es captar talento -que se hace- sino retenerlo, que eche raíces. Lean algunas respuestas de la presidenta en Europa de la mayor empresa mundial fabricante de microchips, entrevistada al visitar el PTA (*)
“¿Por qué cree que Málaga atrae empresas y talento tanto nacional como internacional? Porque, hasta ahora, la gente iba donde había trabajo y empresas y, de hecho, muchos ingenieros de nuestra promoción han vivido fuera de España, porque es donde había trabajo. Ahora, las empresas de Centroeuropa se encuentran que ya no hay talento al que acceder. Por eso, es la propia empresa la que va donde está el talento. El desarrollo de las telecomunicaciones y el teletrabajo están facilitando que las empresas vengan al parque tecnológico, a Málaga y a España, y se instalen aquí, en lugar de ser los ingenieros españoles los que emigren fuera. Me parece muy interesante. Y en otra parte de la entrevista dijo en relación al PTA: Me ha llamado la atención el énfasis que se ha puesto en la estética y a mi me parece que la estética es muy importante porque, al final, para atraer gente hay que transmitirle comodidades y la belleza del entorno”.
Ciertamente estas declaraciones evidencian que la estética, el paisaje y las comodidades para vivir y trabajar, que Málaga ofrece a los residentes turísticos desde hace más de medio siglo, juegan un papel fundamental para seducir talentos. Personas que, cambiando sus preferencias vitales hacia entornos más amables, huyen del estrés de las grandes urbes, de los rascacielos y de su congestión. Buscan una vida más apacible donde teletrabajar y disfrutar nuestro maravilloso clima al que se añaden otros atractivos como los relacionados con la salud, el ocio, la cultura, la convivencia y enseñanza internacionales, etc.
No obstante lo imprescindible es satisfacer la necesidad de una “conectividad” doble: a) del conocimiento con la cobertura de telecomunicación en todo el espacio provincial; y b) del transporte para atender a las exigencias de desplazamiento personal (buenas conexiones aéreas internacionales, buenas conexiones ferroviarias y carreteras para distancias cortas y medias nacionales, y buen transporte público para el ámbito local).
Finalmente, una ciudad media tan cosmopolita como Málaga, que satisface bastante bien casi todas los requisitos anteriores, donde se absorbe talento y la propia Universidad lo produce, tiene todas las bazas para ganar el reto del mañana.
Ahora bien. Si tomamos conciencia de que la instalación en Málaga de Google, caracterizada por huir del rascacielismo y rehabilitar edificios antiguos de todo tipo, con decoraciones interiores sorprendentes y “rompedoras” en sus centros de trabajo como emblemas de su filosofía empresarial, comprenderemos el grave error de darle la bienvenida con un icono tan opuesto a estos valores. Porque el halagüeño porvenir que se avizora puede irse al traste con el malhadado proyecto de rascacielos portuario a un kilómetro de Google, que destroza el paisaje de la ciudad y agudiza los problemas de tráfico convirtiendo su sede en una ratonera. Pero, sobre todo, reverdece la codicia por los “pelotazos” inmobiliarios, la admiración cateta por iconos del pasado siglo y el “bienvenido Mr......Al Thani” que creíamos errores superados. Esto rompería la idílica imagen internacional de modernidad sostenible que con gran esfuerzo se ha logrado en el último cuarto de siglo.
Sabemos lo que nos ha costado conseguirla, ¿vamos a quemarla a lo bonzo por mor de una estupidez política como el mamotreto portuario? Porque la decisión final no es empresarial sino política. “¡Y que sea la administración quien la promueva sobre unos terrenos públicos por concesión temporal!”.
Porque la gran debilidad del “modelo malagueño” es precisamente la fragilidad de lo no consolidado y la movilidad de un talento que, igual que viene, se puede ir con absoluta facilidad. No faltan competidores que quieran reproducirlo en otras ciudades medias. En cambio el rascacielos permanecerá como símbolo acusador de ausencia de la obligada pulcritud administrativa y de la culpable indiferencia ciudadana.
¿Dónde queda entonces el eslogan “Hacia la ciudad sostenible”? ¿Es compatible con la barbarie inmobiliaria del puerto? ¿No contribuiríamos decisivamente, con su sonoro entierro, al éxito de la candidatura malagueña?
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