El 'abuelo' ('chino', para los malos) del Grupo de Atracos se despide tras una vida de entrega a la Policía Nacional
José Antonio Bombien cuelga la placa tras 42 años de servicio público, en los que ha resuelto robos violentos y tratado de erradicar la venta de droga al por menor
Un técnico de seguridad roba 110.000 euros de una caja fuerte de un banco de Málaga
Cuatro atracadores a la fuga en una persecución de Rincón de la Victoria a Málaga tras robar en un estanco
Los ojos rasgados de José Antonio Bombien son reconocibles por muchos de los “malos” de la Costa del Sol, que lo apodaron como chino. A sus espaldas, más de mil detenciones y centenares de operaciones. Los últimos siete años los ha pasado intentando capturar a los autores de los robos más violentos de la provincia. Ya rozaba la sesentena cuando aterrizó en el Grupo de Atracos de la Comisaría Provincial de Policía Nacional de Málaga. Aunque sus compañeros lo llaman abuelo, la “ilusión”, “ganas” y “predisposición” que -reconocen- mostró hasta el final, cuando capturó al técnico de seguridad que logró hacerse con 110.000 euros de una caja fuerte de un banco de la capital malagueña, deja una huella imborrable en todos ellos.
Nacido y criado en Ceuta, Bombien ingresó en un centro de menores para hijos del cuerpo con tan solo once años tras quedar huérfano de padre. Para entonces ya quería ser ese policía “de barrio” al que había visto desde pequeño salir de casa para buscar a un vecino desaparecido o encontrar la barca que habían robado a un pescador. Quién le diría que casi una década más tarde patrullaría las calles de la barriada ceutí de El Príncipe, donde campan mafias de hachís, descansan debajo de la alcoba armas de fuego y se suceden los ajustes de cuentas.
El policía, de sangre y vocación, fue uno de los integrantes de la promoción 34, instruida en la Academia de Badajoz, aunque solo por tres meses. Corría el año 1982 y la Copa Mundial de Fútbol se disputaba en territorio español; era necesario reforzar efectivos y los recién ingresados no pudieron cumplir el periodo de formación previsto. El primer destino de prácticas de Bombien fue Málaga, en Bandera Móvil -una unidad equivalente en funciones a la de Seguridad Ciudadana de hoy. 50 días antes de marcharse a Figueras (Cataluña) para continuar con su carrera en el cuerpo conoció a Sisi. Menos de dos meses le bastaron para tener claro quería casarse y tener hijos con aquella mujer.
Las colas y el dineral eran el precio que debía pagar para comunicarse con su novia, a más de 1.000 kilómetros de distancia, a través de una cabina telefónica; pero ningún esfuerzo pesaba para aquel policía veinteañero enamorado. La boda y los niños (Víctor y Luis) no tardaron en llegar, y el deseo de criarlos en la tierra en la que se fraguó su amor hizo que pidiera traslado al paso fronterizo de La Junquera con el fin de conseguir puntos y retirarse en la Costa del Sol. Ambas cosas consiguió, pero tiempo le costó.
Tras más de siete años en Gerona, Bombien -siempre acompañado ya por su familia- regresó a sus raíces. En su nueva etapa como miembro del Cuerpo de la Policía Nacional en Ceuta también pasó por la frontera, aunque tan solo un mes; la mayoría de su estancia allí prestó servicio en el Grupo Operativo de Extranjeros. En aquellos tres años se convirtió en el agente que, ya siendo un crío, soñaba; como su padre. Él ya no estaba para verlo, pero su legado aún persistía en la ciudad. Y es que, el apellido alemán, bromea, también ayudaba a ello, pues en un lugar de unos 70.000 habitantes era difícil de olvidar; más aún si esa persona había ayudado a su pueblo de día y de noche.
Aquel periodo coincidió con la Expo 92 de Sevilla y a José Antonio Bombien lo enviaron durante unos meses para llevar a cabo labores de seguridad. Tras aquello, consiguió por fin destino en Málaga. Si bien, no todo parecía idílico entonces. Cayó en la Inspección de Guardia de la Comisaría Provincial, lo que en un primer momento le desagradaba. Acostumbrado a patear los callejones de El Príncipe, no se visualizaba pasando los días en una oficina. Al tiempo, lo terminó agradeciendo. “Reconozco que cuando entré ahí no sabía las diferencias entre cosas tan sencillas como un delito o una falta, un hurto o un robo. Aprendí muchísimo”.
300 detenciones y 80 registros al año contra el menudeo
Siete años de formación pasaron hasta que volvió a la acción incorporándose al Grupo de Pequeño Tráfico. Desde entonces, y durante casi una década, estuvo derribando puertas y desmantelando puntos de droga. Unas 300 detenciones y unos 80 registros anuales practicaba, pues las investigaciones que llevaba a cabo el grupo, asegura, son muy rápidas. En aquella etapa vio cómo la heroína borraba del mapa a prácticamente una generación y vivió la llegada de las drogas de diseño. Desde médicos, abogados y guardias civiles que consumían sustancias estupefacientes hasta señoras mayores que vendían y guardaban papelinas en sus casas. La lección más valiosa que aprendió: el respeto por los demás ante circunstancias crudas de asumir “sin dejar que te lo pierdan a ti”.
Cabe destacar en este punto de la trayectoria de Bombien que aquel momento se vio interrumpido durante dos años (desde 2010 hasta 2012) por su estancia en la embajada de Libia, donde descubrió la mejor y la peor parte del ser humano. Corría 2011 cuando, a la estela de las protestas ciudadanas que sacudían Túnez, Egipto, Siria o Yemen, miles de libios salieron a las calles para exigir reformas y el fin de los abusos de clan Al Gadafi. Estallaba la Primavera Árabe y, con ella, la masacre. “Todo el día se escuchaban tiros, muertos en cada esquina...”. Cuando hablaba por teléfono con Sisi trataba de tranquilizarla diciéndole que eran “petardos”.
Tras pasar unos cuantos años más combatiendo el menudeo, a sus 59, esas labores pasaron a las comisarías de distrito y el grupo de la Comisaría Provincial desapareció. Junto con otros dos compañeros fue incluido entonces al Grupo de Atracos y Delitos Violentos. El sistema de trabajo -escuchas telefónicas interminables y largas pesquisas para encontrar pruebas-, totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado, supuso un reto al que supo estar a la altura.
La última detención
A principios de año, Bombien asumió las labores propias para tratar de dilucidar el atraco de un banco de Málaga. El ladrón aprovechó que las cámaras de seguridad habían sido inhabilitadas temporalmente, por unos cambios en los sistemas de seguridad, para entrar en el habitáculo de la caja fuerte y en cuestión de minutos robar 110.000 euros. Unos días más tarde, el policía, cayó cuando se encontraba buscando precisamente dispositivos de videovigilancia sobre el pie izquierdo, sufriendo una fractura que le dio de baja dos meses y medio.
Las averiguaciones continuaron por parte del resto de investigadores del Grupo de Atracos, quienes tuvieron que mover fichas como si del auténtico juego se mesa Quién es quién se tratase, escudriñando así las características de todo aquel que tuvo la oportunidad de manejar el dinero. El principal sospechoso, un técnico de seguridad con un historial criminal limpio que atesoraba sobrada capacidad y formación para abrir la caja fuerte, además de contar con acceso a una zona restringida de la entidad bancaria, para la que había trabajado anteriormente. No fue lo único que hizo sospechar a los policías. Un Tesla de 120.000 euros y las propiedades que tenía a su nombre, incompatible con los ingresos que declaraba, lo mantuvieron en el centro de la diana.
La detención de E.K.V se produjo el pasado 11 de abril. Bombien ya estaba de vuelta. La hora -media por la mañana y media por la tarde- de bicicleta estática que se comprometió a hacer al día agilizó el proceso de recuperación, aunque con la advertencia médica de que si corría podía retroceder pasos. El día de la captura del técnico de seguridad del banco, por precaución, tuvo que irrumpir en la vivienda el último de sus compañeros. Sin embargo, dejaron que le pusiera las esposas al sospechoso, siendo éste el último arresto de su carrera profesional.
El pasado 28, Bombi -como lo conocen sus allegados- cumplió los 65; un día después entregó la pistola y colgó las esposas, aunque “por obligación”. Habría continuado cinco años más y todavía no se hace a la idea de estar retirado. Han pasado dos semanas desde entonces, pero sigue desayunando con su grupo en el bar de siempre. Un mitad y un sándwich mixto. A las 8:00. La norma: paga quien vuelve de vacaciones y ahora él lo está siempre, así que no se libra de apoquinar. Mientras, el teléfono no para de sonar. Los malos no parecen jubilarse nunca. El quiosquero que repartía periódicos y revistas frente a la Comisaría Provincial lo sigue reconociendo cuando se cruza con él. De momento, nada ha cambiado tanto.
El menor de sus hijos, Víctor, sigue sus pasos en el puesto fronterizo de la Línea de la Concepción (Cádiz) y el mayor de sus nietos ya predica que quiere patrullar con su tío algún día. Con tan solo diez años -y probablemente sin saberlo- le ha hecho el mejor regalo de cumpleaños a su abuelo; una nota que Bombi guarda con cuidado en su cartera y enseña emocionado: "Estoy muy orgulloso de ti por estar 42 años siendo policía. Tu padre también estaría muy orgulloso. Con cariño, tu nieto Miguel".
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