El Guadalmedina, punto de encuentro
Una de las caras más desoladas de Málaga se ha revitalizado desde 2014 En ese tiempo la Fundación Ciedes ha autorizado una docena de actividades en el cauce
"No utilizar el cauce el primer miércoles de cada mes", reza una pintada más que anodina si se le compara con todos los grafitis que la rodean. La tipografía sencilla y recta se impone en una pequeña zona de la pared. Una isla de sobriedad en un mar de firmas que solo respetan los murales de los grafiteros más admirados de Málaga. Las olas de spray y pintura inundan las paredes del cauce del río Guadalmedina, confiriéndole un aspecto de galimatías alocado, una entropía que mantiene un orden establecido pero invisible para muchos. Una representación perfecta de la situación actual de la rambla.
El cauce del Guadalmedina es, en la actualidad, una zona suburbana sobre la que políticos e instituciones han prometido mucho, han hecho poco y sobre la que muchos malagueños se preguntan aún si está permitido bajar. El cauce continúa recibiendo el poco honorífico título de "la cicatriz de Málaga", mientras otros menos poetas apuestan simplemente por "estercolero" o "vergüenza". "No sé lo que debe pensar un turista que vea la suciedad del cauce en pleno centro", se lamenta Salvador Jiménez, presidente de la asociación cultural Zegrí y gurú de la relación histórica del Guadalmedina con Málaga. El cauce posee un aspecto tan deteriorado que el director barcelonés Kike Maillo decidió usarlo para rodar su próxima película, Toro. Un filme donde Mario Casas tiene que librarse de una organización criminal. Todo muy al estilo del Bronx neoyorquino.
Sin embargo, a pesar de la penosa situación en la que se encuentra el cauce, existen colectivos ciudadanos que han dado un paso adelante. Estos grupos han reanimado la vida de un río muerto cuyos únicos residentes eran prostitutas, drogadictos y sintechos.
Los skaters del Decrepit Park, los jugadores de futvoley,los ciclistas y los perros con sus dueños. Ellos son los precursores de una tendencia que ha reanimado el cauce del río. Convirtiéndolo en un punto de encuentro de la ciudad. Desde que la fundación Ciedes formara la llamada Oficina del Guadalmedina se han llevado a cabo una docena de actividades en las que han participado unas 600 personas. La mayoría de ellas por parte de colectivos de patinadores.
"Decrepit Park fue una salida forzada", explican algunos de los patinadores más veteranos. "Nos echaron de la plaza de la Marina. No teníamos sitio". Los módulos que conforman este curioso skatepark en el lecho del cauce nacieron literalmente de la noche a la mañana. En 2011, amparados por el ocaso, construyeron los módulos. "Hasta la Policía nos ayudó. Unos agentes nos dijeron la altura máxima y las características que debían tener los bloques para que no tuvieran que derribarlos", explica Álvaro R., "Es nuestro último reducto, nosotros llenamos de vida este lugar. Un niño de 12 años no podría ir solo al Málaga Rock -el nuevo skatepark construido cerca de la avenida de Valle-Inclán-", explica Juan Alberto, estudiante de ingeniería de Software en la Universidad de Málaga. Un hombre corta la conversación. Busca algo de maría. "Nada, tío, aquí sanos", responde el skater. "Eso es lo que queremos evitar, aquí patinan niños y no deberían estar rodeados de drogas". "Nosotros somos los que limpiamos cuando los camiones de la obra dejaron todo lleno de tierra o cuando hay riada", explica Juan Alberto.
Los colectivos de ciclistas también llevan tiempo reclamando el adecentamiento de la rambla. "Sería maravilloso ir desde el mar hasta el Jardín Botánico", anhela Alonso Rodríguez, presidente de la Asociación Ruedas Redondas. Sueño que está cerca de cumplirse. A falta de la aprobación de la Junta. El Ayuntamiento destinaría 900.000 euros a la construcción de una vía verde desde el puente de Tetuán al pantano del Limonero. "Deberíamos sentirnos orgullosos del río, no ocultarlo detrás de macetas de flores". "Un carril bici o pistas deportivas son un proyecto de crisis, apenas se necesita pintura y una estructura que se pueda desmontar los días de suelta de agua, como han hecho los que se ponen a jugar al voleibol".
Aquellos a lo que Alonso se refiere no es voley, sino futvoley, una modalidad de voleibol basada en toques permitidos en fútbol muy extendida por Sudamérica, sobre todo en Brasil y Paraguay. De este país americano vinieron las personas que prácticamente todas las tardes animan el cauce del río a la altura del puente de la Aurora jugando al Piqui.
Hace más de diez años que plantaron por primera vez las redes. Tanto tiempo ha que los precursores de la idea han vuelto a Paraguay, dejando a sus amigos a cargo de mantener la tradición. "El piqui es uno de los deportes más populares de Paraguay", explica Isidro Ledesma. Este joven de Tobatí espera su turno para jugar. "¿Te acuerdas de Romario? Ahora se dedica al futvoley", comenta. Paraguay, junto a Brasil, es una de las potencias mundiales de este deporte. "Se televisa, hay campeonatos y hasta existen escuelas de piqui".
Ocho simples puntas mantienen tensas las cuerdas que forman el campo. Con eso basta para soportar las ocasionales riadas que vienen. Utilizaron los propios agujeros que ya existían en la rambla para colocar los maderos que conforman la red. "Algunos fines de semana vienen compatriotas de fuera: Marbella, Fuengirola e, incluso, Madrid para jugar campeonatos. Nos podemos reunir cerca de cien personas. Sin embargo, "no me atrevo a traerme a los niños", explica José. "Todo está sucísimo, huele fatal y está lleno de ratas". Todos lamentan la falta de limpieza por parte de las administraciones. "Si vinieran una o dos veces por semana al menos, desde que llegué no han limpiado las escaleras", reclama antes de levantarse del quicio para entrar a la cancha".
Bajo el puente de Tetuán, lugar sin hormigonar que ha permitido crecer la hierba, los perros y sus dueños forman cada tarde jaurías mixtas donde cada animal, a pesar de venir de casas diferentes, se sienten de la misma familia. Verónica gana un dinero extra paseando los animales de los vecinos. "Siempre vengo aquí, es una delicia tener un sitio como este donde los perros puedan estar sueltos y desfogar todo lo que necesiten. No hay parques caninos por el centro", agradece. Sin embargo, "como no se cuida, muchas veces los perros se cortan con cristales, por no decir las guarrerías que se acumulan en las escaleras. También debería haber papeleras, como en cualquier sitio de la ciudad".
Todos estos colectivos disfrutan de una zona de la ciudad olvidada y solo recordada en tiempos de elecciones. El pasado mayo el Tribunal Superior de Justicia sentenció que el mantenimiento de los cauces es competencia de la Junta. Tarea que hasta ese momento había realizado el Ayuntamiento de manera esporádica.
Más allá de las elucubraciones prospectivas, la realidad es que un grupo de ciudadanos son los verdaderos actores de esta reanimación. Personas que, sin el apoyo de la administración, han logrado que los malagueños miren el río con algún sentimiento más allá del desapego o el hastío.
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