Hermosa Sicilia IX: Por la costa del Tirreno

El jardín de los monos Juan López Cohard

Es la punta más al noreste de la isla, en la parte más angosta del estrecho de Mesina y también marca el límite del mar Jónico, donde se une con ese mar

Ciudadano Cohard

Deseos y realidades

Catedral de Cefalú.
Catedral de Cefalú. / M. H.
Juan López Cohard

30 de julio 2023 - 06:16

Málaga/"Capo Peloro" o Punta del Faro es uno de los tres vértices del triángulo que forma la isla de Trinacria o, como la denomina Homero en la Odisea, la isla de Helios, porque era en ella donde el dios del sol cuidaba su ganado al que conocemos como “las vacas del sol”. Es la punta más al noreste de Sicilia, en la parte más angosta del estrecho de Mesina y también marca el límite del mar Jónico, donde se une con el Tirreno.

Recordemos que el Mar Jónico es ese trozo del Mediterráneo que va desde la costa oeste de Grecia y Albania hasta la costa este de Sicilia, bañando de paso toda la costa sur de Calabria, esto es, la suela y el tacón de la bota que forma la península Itálica. Todo en Sicilia es subyugante, como lo es todo lo que fue la Magna Grecia, porque todo, absolutamente todo, procede de la mitología griega.

El nombre de “Mar Jónico” se lo debe al “Don Juan” del Olimpo, o sea el padre de los dioses, Zeus. Éste, que andaba siempre de amoríos, se enamoró y persiguió a una bella sacerdotisa de su esposa, la diosa Hera. Celosa, Hera no la perdía de vista, por lo que Zeus, para despistarla y poder amar a “Io”, convirtió a ésta en una vaca. Pero Hera no se dejó engañar y puso a su perro Argos, un gigante de mil ojos, a vigilar a la vaca. Pero Zeus, que donde ponía el ojo no cejaba en poner sus dotes, le pidió al dios Hermes, que tenía mucho ingenio, que liberase a la vaca de Argos. Hermes lo durmió (tocando la lira que él mismo había construido) y lo mató machacándole los sesos con una piedra. A Hera le dolió tanto esta muerte que puso, en su recuerdo, los ojos de Argos en la cola del pavo real y en venganza le envió un tábano a la vaca que no cesaba de picarle. “Io”, la vaca, salió huyendo. Atravesó Grecia. y se encontró con el mar. Precisamente este mar que, en su recuerdo, se llamó Ionico (Jonico).

Como el tábano no dejó de picar a la pobre vaca, ésta siguió hacia el sur y atravesó el estrecho del Bósforo, que significa precisamente “paso de la vaca” y, al final, fue a recalar a Egipto donde Zeus le devolvió su figura humana, encontró la paz, y se convirtió en la diosa Isis. Pero como el dios Zeus no daba puntada sin hilo, antes de abandonar a la bella moza le dio “un toque”. Producto de dicho toque mágico nació Épafo, cuyo nombre significa eso “el toque”. Fin de la historia. Ya hemos dicho que donde acaba el estrecho de Mesina el mar Jónico se una al mar Tirreno que baña la costa norte de Sicilia que es nuestro objetivo.

Curiosamente, el nombre de este mar tiene una procedencia menos historiada. “Tirreno” era el nombre con el que los griegos llamaban a los etruscos y al mar donde éstos ejercían su actividad marítima. Los romanos lo llamaron “Tyrrenum mare” tal como aparece en los escritos de Horacio, Virgilio o Plinio.“Tíndari, te conozco apacible / entre anchas colinas pensil sobre las aguas / de las islas dulces del dios, / hoy me asaltas / y te inclinas en mi corazón.” Escribía con nostalgia de su tierra siciliana el Nobel, Salvatore Quasimodo, en su poema “Viento en Tíndari”. Al navegar de este a oeste la costa del Mar Tirreno lo primero que nos vamos a encontrar es con la antigua colonia griega de Tyndaris. Habremos dejado atrás la ciudad amurallada de Milazzo con su fabuloso castillo construido en 1239 por Federico II.

En la actualidad, Tindaris, posiblemente sea más conocida por ser un lugar de peregrinación, ya que en ella se encuentra la basílica de la Madonna Nera (Virgen Negra). Una talla bizantina, venida milagrosamente de oriente. Pero no será la Virgen lo que vaya buscando el viajero, sino el extraordinario yacimiento arqueológico en el se puede apreciar perfectamente cómo era la ciudad greco-romana de Tyndaris, fundada por los siracusanos en el año 396 a.C. gobernando el tirano Dionisio I. Más de un milenio después fue demolida por los árabes. Hoy podemos ver los vestigios de las murallas que datan de distintas épocas y una vez dentro del recinto se observa perfectamente la ciudad, ordenada según una cuadrícula con varias vías paralelas al mar (decumani). Por el decumani superior podemos llegar a la Basílica, un gran edificio rectangular de época imperial romana. Cerca se encuentran las Termas.

Se pueden ver algunos frescos y mosaicos excelentes, algunos firmados como el titulado “lucha de atletas” que lleva la firma de “Agatori” que fue un esclavo de Dionisio, y alguna casa romana del s. I a.C. antes de llegar al Teatro griego. Del s. IV a.C., la cavea está adosada a la ladera de una colina mirando al mar. Cerca está el Ágora, hoy rodeada de edificios modernos.El día en el que al normando Roger II se le ocurrió construir la mastodóntica catedral del Santísimo Salvador, hizo de Cefalú uno de los lugares más turísticos de Sicilia. Este pequeño pueblo que, por primera vez, fue mencionado en el s. IV a.C. en una crónica del historiador Diodorus Sículus, ha conservado exquisitamente su aspecto medieval en torno a la catedral normanda del s. XII.

En el antiguo recinto amurallado nos encontramos con el que fue palacio del rey Roger, el Osterio Magno, levantado entre los s. XIII y XIV. La fachada más antigua presenta unas preciosas ventanas geminadas. Pero vayámonos a la impresionante catedral. Dos potentes campanarios tachonados con ventanas de doble ojiva, flanquean la fachada que tiene dos filas de arcos ciegos que están sobre el nártex exterior de tres arcos. Es impresionante la puerta ricamente esculpida, aunque el acceso al interior se hace por una puerta lateral. El interior, verdaderamente majestuoso presenta tres naves separadas por columnas con arcos apuntados. Los capiteles son espectaculares. El techo, de clara influencia árabe, es de madera. Por el contrario, el presbiterio está taraceado de mosaicos. El ábside, ricamente decorado con mosaicos bizantinos, llama de inmediato la atención del visitante por su belleza, su colorido y su gran calidad. En el centro un impresionante Cristo Pantocrátor en actitud de bendecir con la mano derecha y, debajo, la Virgen con cuatro ángeles y los doce apóstoles. Las paredes laterales están profusamente adornadas con mosaicos representando a santos y profetas. Son del s. XIII. El claustro de la catedral, con arcos y columnas dobles es del s. XII.En la Piazza del Duomo, junto a la catedral, se encuentra el Ayuntamiento que fue el antiguo monasterio de Santa Caterina, el Palacio episcopal y el PalacioPiraino.

Cerca nos podemos encontrar con un lavadero público medieval y la Porta Marina, única original, de las cuatro que había, que queda en pie. Y, si hay ánimos para subir a la Roca que domina Cefalú podemos ver el Templo de Diana, una construcción megalítica del s. X a.C. que más tarde fue templo griego y después iglesia bizantina. Pero lo más impresionante es la vista panorámica de Cefalú con su mole catedralicia y el mar Tirreno. También, antes de abandonar Cefalú merece la pena visitar el Museo Mandalisca, aunque solo sea por contemplar el cuadro “Retrato de un hombre” de Antonello de Mesina. En Cefalú hay numerosos restaurantes buenos donde se puede disfrutar de una excelente cocina y unas vistas agradables.

Uno de los platos típicos cefaludese es la “pasta tianu” que se prepara por la fiesta del patrón, el Santísimo Salvatore, o sea en la primera semana de agosto. En siciliano “tianu” significa sartén y para preparar este plato se suele utilizar una grande de barro. La pasta es de penne, o sea, macarrones, con una base de puré de tomate, iudisco (corte de ternera), berenjenas, queso pecorino rallado, aceite, vino y sal. Riquísimo, pero solo a los sicilianos se le ocurre este plato en el ferragosto. Pero la costa tirrena nos ofrece otra joya arqueológica de indudable interés, entre otras cosas por su especificidad: Las ruinas de la ciudad de Solunto que se esparcen por las laderas del monte Catalfano que, por cierto, también ofrecen unas espectaculares vistas al mar. Lo que tiene de específico estas ruinas es que lo son de una de las primeras colonias fenicias en Sicilia y una de las pocas que se conservan en todo el Mediterráneo.

Solunto fue fundada en el s. IV a.C. y permaneció siempre bajo el poder de Cartago hasta que, en la primera guerra púnica fue conquistada por Roma. La ciudad fue después abandonada en el s. II d.C y posteriormente arrasada por los árabes. Tiene planta de ciudad helenística y aún podemos apreciar sus edificios más importantes, como las termas, en las que se pueden ver los conductos de aire caliente bajo el suelo, el gimnasio, en realidad una rica vivienda con un patio porticado con columnas de orden jónico y dórico, la casa de Leda con tres niveles, tiendas en la planta baja, cisterna y la casa propiamente dicha. Podemos ver perfectamente la zona pública con un santuario, el ágora, una gran cisterna pública, el teatro y el bouleutérion (el boule era un edificio donde se reunía la asamblea en las ciudades griegas. En otras ciudades se denominaba de otras formas como sinedrión o gerontikón).

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