Hermosa Sicilia XI: Inolvidable Palermo - II
Un camino en la organización de las diferentes calles de la hermosa ciudad y las diferentes estructuras que formaban parte de ella
Hermosa Sicilia X: Inolvidable Palermo I
Hermosa Sicilia IX: Por la costa del Tirreno
Málaga/Las ciudades romanas se desarrollaban en torno a dos ejes principales, el cardus maximus, una vía que la recorría de norte a sur y el decumanus maximus que lo hacía de este a oeste, en la intersección se ubicaba el foro. El resto de calles corrían paralelas a estos ejes. Pues bien, la ciudad de Palermo queda dividida en cuatro partes por la Vía Vittorio Emmanuele que la atraviesa de norte a sur, partiendo del puerto, y la Vía Maqueda que lo hace de este a oeste. La intersección del cardus y el decúmenus, que nos servirá de referencia en Palermo, se llama Quattro Canti. Los cuatro cantos, que son las esquinas cóncavas de los palacios que dan forma a una placita circular, es una auténtica joya del barroco siciliano. Es como un decorado de teatro, por eso le llamaron también “el Teatro del Sol”, y fue proyectado en 1680 por el arquitecto florentino Giulio Lasso.
Las fachadas de los cuatro cantos se estructuran en tres plantas de estilos dórico, jónico y corintio, en sentido ascendente. En el primero, cuatro fuentes con las alegorías de las cuatro estaciones del año, en el segundo orden, las estatuas de los reyes españoles Carlos V, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, y en el tercero, las cuatro santas protectoras de Palermo: Oliva, Ágata, Ninfa y Cristina. Santa Rosalía fue posterior al proyecto. Tal es la armonía que contemplando los Quatro Canti, conforme nos detenemos en cada uno de los órdenes arquitectónico, nos parece que sonaran “Las cuatro estaciones”, la “Heroica” y “El Mesías”.
Pero antes, pasado el Palacio Normando y la Catedral, nos habremos encontrado con la Iglesia del Gesú. En ella se despacharon los jesuitas demostrando su poder con el barroco siciliano elevado a su máxima potencia. Lo que hay en el interior no se sospecha viendo la sencilla fachada presidida por la “Madonna della
Grotta”. Muy cerca el curioso Mercado Ballaró, el más antiguo de Palermo que pervive desde la Edad Media. En él se encuentran los restos de la casa donde nació uno de los personajes más extraordinarios, extravagantes y curiosos que ha dado Europa: el gran Cagliostro. Solo Sicilia puede dar un personaje así. De familia humilde se autonombró conde Alesandro. Delincuente habitual, estafador, viajero, tras pasar por Oriente, se hizo famoso en Europa vendiendo un elixir milagroso que llamó “agua de la juventud”. Triunfó entre la aristocracia, en los salones de París, como un sabio y mago que fundó una logia masónica egipcia, y estuvo implicado en la gran estafa conocida como “asunto del collar”. Murió en Roma encarcelado por la Inquisición por los cargos de masón e iluminado y, parece ser, que no de muerte natural. Pero lo más asombroso de todo fue su implicación en la increíble estafa del collar que tramó la condesa de La Motte, cuya víctima fue el cardenal Rohan.
La trama consistió en convencer al cardenal de que comprase un collar de diamantes para la reina Mª Antonieta bajo la promesa de que ella se lo pagaría en cómodos plazos. Éste que estaba loco por congraciarse con la reina, que no lo podía ver, picó y lo compró. Fue La Motte la estafadora pero contó con la ayuda de Cagliostro. A todo esto Mª Antonieta nada sabía del collar, pero saltó el escándalo cuándo el cardenal se apercibió del engaño y fue la reina quien más salió perjudicada en su prestigio ante un pueblo empobrecido que vio cómo se despilfarrabael dinero en collares de diamantes, mientras no tenían qué llevarse a la boca. Hecho que avivó el odio del pueblo contra la monarquía. Cagliostro fue encarcelado en la Bastilla por este asunto que resultó ser una de las causas del origen de la Revolución Francesa. El caso pasó a la literatura y dieron cuenta de ello autores como Stefan Zweig, Goethe o Alejandro Dumas en su novela “El collar de la reina”.
Dejando atrás los Quattro Canti nos encontraremos con la Plaza Pretoria donde se encuentra la Fontana Pretoria que es una joya palermitana. En esta fuente que está subdividida en otras, obra del florentino Camilliani en 1554, destacan numerosas esculturas de divinidades paganas, por lo que fue denominada “la fontana delle vergogne”. Todo porque las divinidades, tanto femeninas como masculinas están desnudas. Desgraciadamente, las masculinas fueron capadas por la ira iconoclasta de unas monjitas del vecino Convento de Santa Catalina que es del siglo XVI y tiene una de las iglesias más suntuosas de Palermo ya que en ella profesaban las hijas de la aristocracia palermitana. Cerca, en la plaza Bellini, se encuentra La Martorana, una iglesia normanda del s. XII. Fue en ella donde, tras la guerra de las Visperas, los nobles
sicilianos decidieron ofrecer la corona del Sicilia a Pedro II de Aragón. Junto a ella se encuentra la iglesia de San Cataldo, normanda del s, XII con claras influencia árabes. San Francesco d´Assisi presenta una preciosa fachada con un pórtico gótico florido del s. XIV y enfrente no se puede dejar pasar la Antica Foccacería S. Francesco.
Toca comer, sobre todo a los amantes de las casquerías, porque aquí sirven los famosos “pani ca meusa” que consisten en pan tierno, cubierto con un poco de sésamo, que se rellena con trozos de bazo y pulmón de ternera hervidos y luego, una vez picados, salteados en manteca de cerdo. Esta exquisitez de comida callejera es típicamente palermitana.
Los oratorios, que se reparten por Palermo, son una especie de casinos para la oración, o sea como unos salones cofrades, y entre ellos es imprescindible por su belleza visitar el de San Lorenzo, joya del rococó siciliano. Numerosas plazas, palacios, iglesias, casi todos dignos de admirar nos vamos a encontrar desde Quattro Canti hasta el puerto tanto a derecha como a izquierda de Vía Vittorio Emmanuelle. El Palacio Chiaromonte es del s. XIV, la iglesia de Santa María della Catena es del XV y Sta. Mª di Porto Novo del XVI y llegamos a la otra puerta que nos conduce al puerto. Porta Felice, nombre que recibe por el de la mujer del virrey que la mandó construir a finales del s. XVI, que fue vista así por Goethe: “consta de dos ingentes columnas que por arriba no pueden cerrarse, a fin de que por ella pueda pasar, el día de su sonada
fiesta, el paso de Santa Rosalía, alto como una torre… Se equivocó. Cuando se diseñó la puerta aún la santa no era patrona de la ciudad. Eso le pasa a cualquiera Johann.
Desde Porta Felice orillando el Golfo de Palermo entraremos en el barrio de Kalsa. En su inicio está el Museo de las Marionetas. Divertido, especialmente por las primeras salas dedicadas a los pupi palermitanos, cataneses y napolitanos. Y enfrente se encuentra el Palacio Butera, uno de los más impresionantes y, según dicen, de los más suntuosos, pero no es visitable. En este barrio hubo una ciudadela fortificada árabe, pero al trasladarse el Palacio Real a la zona se convirtió en un barrio de artesanos y parte de la nobleza. No sé cómo está actualmente, pero hace unos años estaba desolado, con un deterioro generalizado y aún con restos de los bombardeos de la guerra. Lo comprobaré en mi próxima visita que espero sea pronto.
En el Palacio Abatellis se encuentra la Galería Regional de Sicilia que tiene pocas obras pero buenas, entre ellas una “Anunciación” de Antonello de Mesina, sin embargo el edificio es una joya del s. XV. La fachada tiene dos torres angulares con almenas y ventanas trigeminadas que recuerdan mucho a la Lonja de Valencia. Junto al palacio se encuentra la Iglesia de La Gancia que tiene un convento detrás. Fue aquí
donde se reunieron los patriotas que prepararon la revolución popular contra los Borbones en 1860. Fueron descubiertos y muertos en el patíbulo.
Si nos vamos hacia el puerto de La Cala entramos en el barrio de La Logia donde aún perviven mercados históricos, que ya eran viejos en la Edad Media y donde se establecieron los gremios de artesanos, tal como muestran los nombres de las calles. De los mercados, el más famoso de la zona es el de Vucciria. También es un barrio que concentra numerosos oratorios, como el del Rosario de un espléndido barroco decorado con pinturas de Van Dyck, Lucas Jordan o Pietro Novelli, o el de Sta. Zita, también barroca con una espléndida capilla del Rosario.
Ya a partir de la segunda mitad del s. XIX, Palermo sufre una transformación económica y social que la dota de una burguesía enriquecida por la industria y el comercio. Esa burguesía se asentó en el ensanche de la prolongación de la Vía Maqueda, (el decumanus maximus). Muestras de ese esplendor económico es la
construcción del Teatro Massimo en 1875. Un edificio neoclásico cubierto por una gran cúpula de cerámica, obra maestra del arquitecto Giovanni Battista Basile. Es el más grande de Italia y el tercero de Europa. Se inauguró el 16 de mayo de 1897 con la representación de la ópera de Verdi, “Falstaff”. El teatro y su escalinata tomaron fama cuando se rodó allí “El Padrino III”. Por cierto, se representaba y sonaba el
maravilloso “Intermezzo” de la ópera de Mascagni, “Cavalleria rusticana”. Y no lejos de él, nos encontramos con el Teatro Politeama, un edificio pompeyano (estilo consistente en imitar elementos arquitectónicos mediante la pintura de frescos) realizado entre 1867 y 1874. Se distingue a distancia porque en su frontal aparece una impresionante cuadriga de bronce con dos genios a caballo. En él se representan obras de autores italianos y, en su última planta, se aloja la Galería de Arte Moderno.
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