Hermosa Sicilia XV: La Sicilia profunda I

El jardín de los monos

Es la parte de la isla alejada de las costas y del turismo masivo donde reside el verdadero espíritu siciliano

Ciudadano Cohard

Por el país de los cátaros VIII: Albí (I)

Vista del Pueblo Palazzo Adriano.
Vista del Pueblo Palazzo Adriano. / M. H.

10 de septiembre 2023 - 06:17

Málaga/CON el término de “Sicilia profunda” nos referimos a aquella parte de la isla alejada de las costas y, por tanto, del turismo masivo donde reside el verdadero espíritu y la consuetudinaria forma de vida de los sicilianos. Vamos a sumergirnos en las bellezas de una naturaleza que inspiró la fantasía mitológica de los griegos y en unos pueblos que reflejan la cultura asimilada de una historia convulsa y difícil que han terminado forjando el carácter indómito, de quién ha sido tantas veces dominado, y el orgullo de quién se sabe por todos deseado. Para Giuseppe Tomasi di Lampedusa los sicilianos “se creen perfectos: en ellos la vanidad es más fuerte que la miseria”. Pero es en esta Sicilia profunda donde vamos a percibir de forma más acentuada el carácter trágico y a su vez socarrón de los sicilianos. Las costumbres y los comportamientos en torno a la muerte están siempre presentes y la vida gira en torno a los ritos religiosos y la familia. Sin embargo, a pesar de su adustez y su carácter reservado frente a lo “de fuera” de los sicilianos, propio por otro lado de la insularidad, el visitante es tratado con hospitalidad, cordialmente y con un manifiesto deseo de agradar.

En el interior, entre Palermo y Agrigento, se encuentra Corleone. Una localidad que está en la mente de todos gracias a la trilogía cinematográfica de “El padrino”, dirigida por Francis Ford Cópola y basada en la novela homónima de Mario Puzo. En ella el personaje principal es “Don Vito Corleone”, nacido en el homónimo pueblo que es famoso precisamente por ser cuna de destacados capos de la Mafia (o la “Cosa Nostra” como es llamada), tales como Luciano Leggio, Salvatore Rina o Bernardo Provenzano. Pero Corleone es mucho más que el nido de mafiosos que fue. Antigua capital de un distrito del Reino de las Dos Sicilias, tuvo una importante actividad agrícola, especialmente como productora de trigo y, además, se significó políticamente en la guerra de las Visperas sicilianas contra los franceses, lo que llevó al rey aragonés, Alfonso V El Magnánimo, a conferirle el título de “Animosa Civitas”.

Corleone se asienta sobre tres rocas. En una de ellas se erige el Castello Sottano, del s. XIII, a cuyos pies se encuentra una de las maravillas de las muchas que la naturaleza ha regalado a la isla: la Cascate delle due Roche (Cascada de las dos rocas), a las que acompañan otros espectáculos geológicos como las Gole del Drago (los cañones del dragón) o la reserva natural Bosco di Ficuzza (Bosque de Ficuza). Ficuza es una alquería de Corleone con un espectacular bosque en el que el rey Borbón, Fernando III de Sicilia, construyó un precioso palacio de caza denominado Real Casina de Caccia que, a principios del s. XX, se convirtió en el centro vacacional de la nobleza palermitana.

Si bien es cierto que durante décadas Corleone ha sido dominada por la Mafia, a partir de los años 90 del pasado siglo se han producido muchas campañas para desarticularla. Sin ir más lejos, en 2016, el Gobierno Italiano ordenó disolver el Ejecutivo Municipal por sus nexos mafiosos. Pero, para aquél que tenga interés o curiosidad por saber sobre la Mafia siciliana, que para nada afecta ni a la seguridad del visitante, ni a la de los ciudadanos ajenos a ella, le aconsejo leer un precioso (y preciso) manual titulado “La Mafia explicada a los turistas” (Editorial Girolamo), escrito por Augusto Cavadi, experto en el fenómeno mafioso.

Y si Corleone es la imagen de la genial trilogía fílmica de Cópola, un pueblecito muy pequeño, nacido de refugiados albaneses en el siglo XV que huyeron de los otomanos, Palazzo Adriano, es el escenario donde se rodó el excelente y oscarizado filme “Cinema Paradiso” que, dirigida por el italiano Giuseppe Tornatore, ganó el 1990 el Oscar a la mejor película extranjera. Trata del impacto que causó en un pueblecito aislado de Sicilia y en su protagonista la llegada del cinematógrafo. Su rodaje hizo famoso al pueblo por la participación en él de todos sus habitantes. Un pueblecito que por cierto ofrece al visitante dos notables catedrales: una, Sta. Mª Assunta, ortodoxa del siglo XVI con un precioso iconostasio y otra, Sta. Mª del Lume, católica del s.XVIII.

Los montes de Sicani se extienden paralelos a la costa, quedando a sus pies desde Sciacca hasta Agrigento. Sciacca nació como una avanzada militar de Selinunte en sus interminables guerras con Agrigento. Es famosa por sus aguas termales, los romanos la llamaron Thermae Selinuntinae. Y es alucinante la panorámica que ofrece desde la plaza del Santuario de San Calogero, santo que acabó, en el s. V, con los ritos paganos que se celebraban en las cuevas de la montaña. La vista, con sus 400 metros de altura, es impresionante y alcanza, desde la enorme roca caliza de Caltabellota, hacia el interior, hasta la toda la costa, incluyendo la ventosa isla de Pantellería, la más grande de las islas de las costas sicilianas.

En la cresta de los montes de Sicani se encuentra Caltabellota. Fortificada sucesivamente en distintas épocas, fueron los árabes quienes le dieron su aspecto definitivo y la llamaron Kal´at-at-al ballut, que quiere decir “roca de los robles”, En ella, siendo capital del condado, se firmó en 1302 el tratado de paz entre el francés Carlos I de Valois y el aragonés Federico II, por el que éste tomó posesión de Sicilia. Por una cara del risco sobre el que se asienta la ciudad, se encuentra el barrio de Torrevechia con las ruinas del castillo normando. En la otra cara está la Chiesa Madre (Iglesia matriz o catedral) fundada por el conde normando Roger I para celebrar su victoria sobre los árabes.

Perdido en las profundidades de Sicilia nos encontramos con la ciudad de Racalmuto, de manifiesto urbanismo árabe. Tuvo su esplendor económico con la minería de la sal gema y del azufre, pero sobretodo fue la cuna de Leonardo Sciascia. El prolífico escritor y periodista que nos ha dejado extraordinaria colección de obras de gran interés, en las que con asiduidad están presentes Sicilia, Italia, la Mafia y, en más de una, España. Fue un gran lector de Cervantes, tal que aconsejó que el Quijote “debía leerse como mínimo dos veces”. Su obra más entrañable para los españoles es sin duda “Horas de España” del que su editor y amigo, el palermitano Natale Tedesco dejó dicho en una nota aclaratoria que “puede ser considerado un juego de espejos en el que se refleja Sicilia en España y España en Sicilia. Está escrito, en todo caso, desde un sustrato emocional y cultural inevitablemente común”.

Muchos pueblos del interior se encuentran reflejados en las páginas de “El Gatopardo”, como Palma de Monte Chiaro. Fundado por Carlo Tomasi, príncipe de Lampedusa, en 1637, le dio el nombre de “Palma” por la palmera que figura en el escudo nobiliario de la familia De Caro, parientes de los Tomasi. Otro de los pueblos de la profunda Sicilia, Caltanissetta, Nissa originariamente, es una de las ciudades más grandes del interior de la isla. Aparece en la historia citada por el historiador ateniense Tucídides, en el 427 a. C., como ciudad de los sicanos. Los árabes la denominaron Kalat Nissa (Castillo Nissa) de donde proviene el nombre actual. Como la mayoría de los pueblos y ciudades de esta zona de Sicilia la actividad económica fundamental durante siglos fue la extracción tanto de sal gema como de azufre. Caltanisseta fue un gran centro industrial del azufre. Puede decirse que esta actividad minera de “el zolfo y los zolfataioi”, ha dejado una huella cultural tan significativa que aún perdura en la actualidad.

Y siguiendo por el interior de Sicilia, en la región del azufre, llegamos a Enna, Castrujanni en siciliano, capital de la provincia más alta de la isla con sus casi 400 metros de altitud. Pasó de colonia griega a cartaginesa para terminar bajo el poder de Roma. Fue plaza fuerte bizantina hasta que cayó en manos de los árabes a mediados del siglo IX. Fue fortificada sucesivamente, aunque poco queda de aquellas fortificaciones.

Eleonora, esposa de Federico II de Aragón mandó construir su catedral bajo la advocación de la Madonna della Visitazione, cuyo interior impacta por su profusa decoración de pinturas y esculturas. Merece la pena echar un vistazo a su Museo Arqueológico con piezas griegas y romanas halladas en sus alrededores, aunque las joyas “ennasitas” son, sin duda, sus dos fortalezas: el Castello di Lombardía, uno de los más importantes de Sicilia que fue construido en el s. XIII bajo la dinastía Hohenstaufen y después reformado por los aragoneses y la Torre di Federico, única superviviente de las antiguas murallas, de forma octogonal.

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