"Hoy ambos padres trabajan y tienen menos tiempo para hablar con sus hijos"
El párroco sostiene que los adolescentes deben sentirse queridos y valorados por sus progenitores, pero también tienen que saber que hay límites, de manera que se combine la afectividad y la autoridad
Nació en el durísimo 1940, creció en la posguerra en un pueblecito de Teruel y perdió a su madre con apenas siete años. Quizás por eso, Benito Gil, el padre Benito, tiene mucha capacidad para entender el sufrimiento de los demás. A sus 70 años -pese a la diabetes y el parkinson- sigue ayudando al prójimo como párroco de Benagalbón. Quien aún no lo conozca debe saber que don Benito fue hace 25 años el impulsor de Proyecto Hombre, una organización que ha sacado de la droga a miles de jóvenes en sus 25 años de existencia.
-Cuénteme cómo empezó Proyecto Hombre.
-En Málaga fui el primero. Luego se creó en Sevilla, Jerez, Huelva, Granada. Yo estaba de director en el reformatorio de Torremolinos. Allí estuve nueve años trabajando con adolescentes delincuentes. Pero rescindieron el contrato a la congregación y don Ramón Buxarrais [entonces obispo] nos pidió que nos quedásemos en Málaga. La congregación acordó trabajar con drogadictos. Se formó un patronato. Entró la Fundación Horizonte, la Diócesis de Málaga y mi congregación. Nos preparamos en San Sebastián y después en Italia.
-¿Entonces Proyecto Hombre tiene raíces religiosas?
-Tiene raíces religiosas en el sentido de que estamos trabajando gente creyente, pero se respetan las creencias o no creencias de cada persona. Es apolítico y aconfesional.
-¿Se acuerda de los orígenes?
-Mucho. No teníamos medios para pagar los sueldos. Encontramos un bienhechor en un señor venezolano que vivía en Benalmádena, Eduardo Bent, nos daba 300.000 pesetas al mes. Cuando vino la primera crisis del petróleo ya no podía seguir ayudándonos. Después llegó una subvención de la Junta y con eso nos íbamos bandeando.
-¿Qué aportó de nuevo Proyecto Hombre?
-Entonces se pensaba que al drogadicto había que mandarlo muy lejos del sitio al que pertenecía y Proyecto Hombre decía que tenía que ser con la familia, en la familia y sin dejar el barrio. Nosotros pensamos que la droga no es el problema. El problema es la persona. Creemos que la persona se construye sobre valores; que son la comunicación, la libertad y la felicidad. Cuando las madres vieron que funcionaba, con el boca a boca fue creciendo.
-Dieron en la tecla...
-En Proyecto Hombre aprenden a sentirse queridos. Eso les ayuda a cambiar. Una persona si no se siente querida no es capaz de cambiar.
-¿Cómo ha cambiado el perfil de los drogadictos?
-Ha cambiado el estilo de consumo y las sustancias. Hay adicciones. Al juego, al alcohol, al teléfono, a internet. La adicción hace de calmante, de anestesia. Tienen un vacío que les duele y tienen que taparlo con algo. La persona tiene el mismo conflicto, tiene un vacío, una necesidad. Hay que ver qué carencia está tapando la droga. Estoy convencido de que ahora no toman droga por un motivo diferente que antes. El motivo es el mismo, la sustancia es diferente. Cambia la sustancia por moda o porque los camellos cambian para mantener el negocio, pero el problema es el mismo.
-En el trasfondo hay una visión especial del ser humano...
-Creemos que la persona se construye a sí misma tomando decisiones con libertad. Esa persona necesita comunicarse, que la escuchen, alguien con quien convivir. La afectividad es fundamental en el ser humano. Si no me siento querido no hay un para qué moverse, ni sacrificarse, ni nada. El programa es duro, pero cuando el chico se siente querido, afronta la situación. Proyecto Hombre es una escuela de vida. No es sólo para curar drogadictos, sino para ayudar a hacer personas.
-¿Tienen una técnica particular?
-Al principio se les quita todo porque lo venden para droga. Luego, a medida que van siendo responsables, lo van recuperando. Es hacer el proceso de niño a adulto porque son adultos que se han vuelto niños y no saben controlarse. Eligen no lo que les conviene, sino los que les gusta, aunque la droga les mate. Tan sólo soy libre y uso bien la libertad cuando elijo lo que me hace más persona.
-¿Reciben suficientes apoyos económicos?
-No son suficientes, pero son más que antes. Nos ha costado mucho que nos ayudasen. A las familias les decimos que den lo que puedan, pero no llega al 50% del coste. Nosotros buscamos ayudas. La Junta de Andalucía nos da. Luego hay gente que paga una cuota mensual. Lo que no es verdad es que Proyecto Hombre sea sólo para ricos. Ha habido gente rica, gente muy pobre e incluso familias a las que le hemos tenido que dar comida para la casa.
-Una clave de su éxito es que trabajan la relación padres-hijos...
-Los padres, para educar, tienen la afectividad y la autoridad. Pero han perdido la autoridad. Manda el hijo en la casa. Hay un sentido en Andalucía que nos costó trabajarlo porque al hijo lo superprotegen.
-¿Y en otros sitios no es así?
-Tanto no.
-¿Trabajan la responsabilidad?
-Empezamos por cosas muy sencillas, lo que llamamos empeños. Deben levantarse a una hora concreta, hacerse la cama, ayudar a la madre. Cuando pone la mesa, no se siente un parásito, se siente una persona útil en casa. Y esto es un camino que va haciendo hasta que es capaz de tomar las riendas de su vida y de elegir responsablemente. Entonces acaba el programa y le damos la graduación.
-¿Cómo ve Proyecto Hombre en los próximos 25 años?
-Hay que estar atento a las nuevas técnicas que salgan. Cuando una cosa funciona, hay que darle los retoques para que siga adelante. Ver cómo va cambiando la sociedad. La persona es el único ser de este planeta que se construye o se destruye a sí mismo. Por eso es posible curarse. A unos le cuesta más que a otros. Pero el hombre es capaz de salir de los callejones más oscuros. La droga está con nosotros. Por eso tenemos que preparar a la familia para que arrope y cree un ambiente de protección para que pueda afrontar la realidad.
[Después recuerda a un joven al que sacó de la droga, que hoy tiene dos hijas y una empresa. Se emociona y se le saltan las lágrimas].
-Es que cuando trabajas en esto, tu vida es parte de la suya y la suya es parte de la tuya. Si va bien, es tu lucha la que está metida ahí. Cuando fracasa, es algo tuyo que fracasa también. Los viejos lloramos fácilmente, no me hagas caso...
-¿Cómo ve a la juventud?
-La juventud siempre ha sido rebelde. Un adolescente que no sea travieso no es adolescente. Se afirma en su personalidad llevando la contraria al adulto. Pasa de admirar a sus padres a verlos como guardias civiles. Los padres deben dar mucha cercanía, pero también poner límites. Son importantes. A veces a los padres les falta fuerza. El adolescente debe sentir que es querido, valorado, pero que hay un límite.
-Lo que pasa es que ha cambiado la autoridad.
-Hace años la autoridad era mal vista, pero es imprescindible. Eso sí, junto con la afectividad. Hoy trabajan la madre y el padre. Ahora algo menos porque hay mucho paro. Pero si trabajan los dos, cuando vienen están rendidos y es más fácil dar un euro para chuches que estar un rato jugando o hablando. No hay tiempo para dialogar con los niños. Y a dialogar se aprende dialogando. Cuando era niño, se jugaba a las cartas. Además en mi pueblo, Monreal del Campo, caían unas nevadas de espanto. Allí disfrutaba con mi padre y los vecinos alrededor del fuego. O me iba a trabajar al campo con mi padre. A segar con diez años. Y me sentía orgulloso. Esas cosas van cambiando. Hoy difícilmente un padre se puede llevar a su hijo al trabajo, pero hay que inventar cosas.
-¿Nuevas formas para trabajar la relación con los hijos?
-Claro. Por ejemplo, se han perdido los juegos de mesa. Y ese es un espacio donde la autoridad deja de ser autoridad. Las normas son las normas del juego. Están para el padre y para el hijo por igual. Cuando el niño le mata una ficha al padre, el niño le dice 'fastídiate', pero el padre no se siente ofendido porque es un espacio de juego. Ahí se igualan.
-También ha cambiado la relación de la pareja...
-Cuando damos los cursillos prematrimoniales, nos llegan parejas que llevan tiempo viviendo juntos. No sé si se casan pensando en una transformación, pero el problema y la solución van con la persona. Ahora hay una manera diferente de vivir la comunidad familiar. Está de moda que vivan juntos, pero cada uno con su economía. Pero es una convivencia sui géneris. Si pongo la vida en común ¿no soy capaz de poner el dinero en común?
-¿Cómo ve la despenalización del aborto?
-Desde que hay una unión de gametos, hay una persona. Cuando alguien aborta, queda algo por dentro, no es tan fácil. No es cortarme el pelo ni ponerme un pendiente en la oreja. Es preferible que lo dé en adopción. Hay parejas en España que están esperando adoptar y que tienen que irse a otros países.
-Pero tanto la despenalización del aborto como la venta libre de la píldora poscoital apuntan a reducir los embarazos no deseados.
-Hay un ambiente de permisividad. Yo creo que hay que educar. La sexualidad es positiva, pero también supone una madurez psicológica. Pero sin embargo, desde la tele, desde distintos sitios, hay un bombardeo en sentido contrario. En Proyecto Hombre hemos recibido a parejas homosexuales. Las hemos tratado con todo el respeto del mundo, como a una pareja hombre-mujer.
-Parece que la sociedad va por un camino y la Iglesia, por otro.
-Tendremos que replantearnos cosas y estar atentos a lo que acontece a nuestro alrededor. Antiguamente armábamos un escándalo porque parejas vivían juntas sin estar casadas. Ahora no nos escandalizamos tanto. Hay que trabajar, estar cerca de la gente que sufre, de la gente que tiene necesidad. He vivido tanto dolor de familias que te hace reflexionar mucho. Debemos ser más cercanos, más serviciales. Ponerte en el lugar de la gente. Nos creemos demasiado dueños y somos pastores y el pastor está al servicio. [Cuenta el caso de un joven que llegó con el mono y quería vender la tele de su casa para comprar droga. Habló con un policía del pueblo para que le diera un susto. Al final se rehabilitó].
-¿Qué opina de los casos de pederastia entre el clero?
-El Vaticano se ha manifestado claramente. Este es un problema de algunas personas. No sólo está en la Iglesia, está en la sociedad. Me duele por la marca que queda. El que ha hecho daño debe de repararlo, pero hay que ayudarle a que se regenere, a que sea persona y que no haga daño a la gente. Es de sentido común.
-Perdió a su madre siendo un niño...
-Con siete años. Cuando veía a un niño de la mano de su madre me daba envidia. Me ha dolido, me ha costado, pero me ha marcado positivamente. Me ha ayudado a comprender cuando veo a un niño que me mira y me pide que le diga algo positivo. Me ha ayudado en mi trabajo. Donde más he aprendido es reflexionando sobre mi pasado de niño.
-Tiene una calle con su nombre en el pueblo. Se ve que es querido.
-Me siento muy a gusto. Aquí no eres un número. [Después cuenta un detalle. El día que cumplió los 70, tras la misa, los vecinos le cantaron el feliz cumpleaños. Un regalo que le hizo inmensamente feliz].
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