Huelga de médicos: Razones del desencanto en Atención Primaria
Demasiadas citas cada día, menos retribución que otros especialistas, acuerdos incumplidos y dificultades para atender bien a sus pacientes, entre las causas del paro
El primer día de huelga de los médicos de Primaria deja los centros de salud de Málaga a medio gas
Primer miércoles en huelga de los médicos de Primaria
Atención Primaria tratada como secundaria
Málaga/Dicen facultativos de centros de salud que, en teoría, su trabajo es el más bonito de la Medicina porque trata al paciente de forma integral y con un enfoque de prevención. Pero aclaran que la realidad es otra cosa: agendas excesivas que les dificultan esa labor preventiva, que les obligan a hacer a diario una carrera contrarreloj y a veces les dejan la sensación de no poder dar lo mejor de sí mismos. Tanto los médicos de familia como los pediatras de Atención Primaria fueron a la huelga esta semana y repetirán el paro todos los miércoles hasta finales de mayo. La reivindicación prioritaria la vienen reclamando desde hace casi 30 años: tiempo para ver a sus pacientes. Por eso exigen 35 citas como máximo en sus agendas para los médicos de familia y 25 para los pediatras. Un compromiso que el Servicio Andaluz de Salud (SAS) alcanzó con el Sindicato Médico (SMA) a finales de enero para evitar la huelga de entonces, pero que sigue sin aplicarse.
Los profesionales denuncian agendas de 40, 50 y hasta 60 pacientes al día. “Si una dependienta en una tienda de ropa tuviera que vender 60 camisetas diarias, acabaría loca. Imagina si son 60 pacientes. Además, con la presión de que te puedes equivocar...”, explica Teresa Valle, médica de familia y delegada de Atención Primaria del Sindicato Médico de Málaga (SMM).
Cuenta que trabajaba en las Urgencias del Civil y que tras una agresión en la que la amenazaron de muerte diciéndole que le iban a pegar un tiro, hizo una oposición y se pasó a Atención Primaria. Pretendía así reducir el nivel de estrés. Comenzó a trabajar en el centro de salud de Tiro de Pichón. Empezaba sus jornadas con 35 ó 40 citas en la agenda. “Pero los pacientes se iban multiplicando a lo largo de la mañana y llegaban a los 50 fácilmente”, un tarea a la que había que sumarle “mucho” trabajo burocrático y avisos domiciliarios, entre otras cosas. “Al final, acababa más estresada que en el hospital; y las condiciones han empeorado con la pandemia”, asegura. “No puede ser que un facultativo empiece con unos 35 pacientes y acabe con casi 60; una realidad que no sólo vivía yo, sino el resto de mis compañeros”, añade. Confiesa que ha llorado de impotencia. “Me iba a veces con la sensación de no tratar en condiciones a los pacientes”, admite. Desde noviembre del año pasado está liberada por el SMM y lucha como delegada de Atención Primaria por la mejora de las condiciones de los facultativos de los centros de salud.
Entre los profesionales se palpa el desencanto. No con la profesión, ni con la especialidad o con el trabajo que –en teoría– hacen los centros de salud. Sino desencanto con las condiciones laborales y retributivas que interpretan como una “discriminación” ya que recuerdan que los médicos de familia y pediatras de Atención Primaria son tan especialistas como los de los hospitales.
Virginia Ortega,médica de familia en Benalmádena pueblo
Virginia Ortega es médica de familia en el consultorio de Benalmádena pueblo. Trabajó en Urgencias de los hospitales de Benalmádena y del Guadalhorce. Desde 2019 ejerce en Atención Primaria. Explica que al cambiar del nivel hospitalario a un centro de salud descubrió que el complemento de formación, responsabilidad y penosidad (FRP) mermaba: unos 600 euros mensuales menos que sus compañeros de hospitales e incluso unos 300 euros menos que los enfermeros del propio centro de salud. “Es un agravio comparativo”, denuncia. Por eso, aparte de la limitación de las agendas, esta es otra de las reivindicaciones de la huelga: que el complemento FRP que perciben los facultativos de Primaria se ajuste al nivel A1.
La falta de tiempo para ver a los pacientes es una queja recurrente. Ortega recuerda que en escasos minutos tienen que hablar con el enfermo, hacer un diagnóstico y ponerle el tratamiento. “Se hace muy difícil hacer un acto médico en tan poco tiempo y no equivocarte. Lo vives con ansiedad, incertidumbre e insatisfacción. A los médicos nos mueve ayudar a la gente, pero ves que el sistema te lo impide y es frustrante”, comenta la facultativa poniendo voz a las sensaciones de muchos otros compañeros.
Explica que al margen de las citas diarias, tienen un buzón con un sistema de alertas al que deben atender y para el que no tienen tiempo reservado. Avisos sobre hospitalizaciones de sus pacientes, resultados de pruebas frente a los que deben actuar, notificaciones de la Inspección Médica y un largo etcétera. “Tenemos mucho trabajo sobre pacientes aunque no los tengamos delante”, precisa.
Y apunta otro problema de la Atención Primaria. El exceso de pacientes asignados a cada profesional; los llamados cupos. Según un acuerdo de 2019, no deben ser más de 1.500 en el caso de los médicos de familia y 1.000 en el de los pediatras. Pero, por ejemplo, en la Costa del Sol occidental, el 90% está por encima de esa cifra para los facultativos de cabecera y el 70% en el caso de los pediatras. De hecho, en la provincia están autorizadas 77 nuevas plazas (70 de Medicina de Familia y 7 de Pediatría) y todavía no se han creado. Esa es otra de las reivindicaciones de la huelga, su puesta en marcha. Y a más pacientes por médico, más demoras para una cita. La tardanza puede ser de una y hasta de dos semanas. “Y con esas demoras, la Atención Primaria pierde su sentido...”, concluye Ortega.
Juan Toral, médico de familia
Juan Toral también es médico de familia. Hizo la residencia en el centro de salud de La Palmilla entre 2009 y 2013 y acabó con el segundo mejor expediente de la provincia. Miró a su alrededor y comprendió que “sólo iba a trabajar los meses de verano y no a jornada completa, en Navidad, con un sueldo irrisorio y sin posibilidades de planificar o conciliar”. Dice que después de 11 años de estudio y esfuerzo, le iban a dar “las migajas de las vacaciones”. Así que hizo las maletas y se fue a Canarias. “Aquí, desde primera hora tuve una estabilidad que en el SAS no habría tenido hasta varios años después”, comenta.
Como se fue a las islas con su pareja, a la que conoció en Málaga, allí tienen ya una casa, una hija y una vida. Difícil es que vuelvan. Es de los que se fueron; o mejor dicho, de los que el SAS dejó escapar y ahora necesita...
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