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Málaga/El destino de José Tejada cambió para siempre a los ocho años, el día que cayó en sus manos una caja de Magia Borrás; desde entonces, este fuengiroleño supo que querría dedicarse a aquello bajo cualquier circunstancia: "Cada vez que llegaba un día de reyes, un santo, lo que fuera, yo lo tenía claro: pedía magia, magia y magia". Aunque aquellas primeras andanzas, a las que dedicaba las tardes en casa hasta tal punto que su familia creía que no estaba allí, se le quedarían cortas más pronto que tarde. Porque la magia es mucho más que juegos de cartas, esconder monedas o sacar pañuelos kilométricos de la manga. También psicología, desviación de la atención del público y... unas cuantas cosas que no se pueden desvelar.
La esencia, en cualquier caso, fue para él la constancia allá donde se desempeñó a lo largo de su vida. Primero en un hotel en Benalmádena y más tarde en su nueva actividad. No por nada, pese a que en Málaga su nombre no resuena en grandes plazas, se llega a ser un personaje televisivo reputado en latitudes como Irlanda (donde fue nombrado mentalista revelación en 2013), Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda o Sudáfrica; se llevan a cabo ocho programas de mano de la FOX o se convierte uno en algo así como asesor de hechicería para la película Ahora me ves 2, que contó en su elenco con actores de la talla de Morgan Freeman, Mark Ruffalo, Woody Harrelson o el mago por excelencia de la gran pantalla en la saga Harry Potter, Daniel Radcliffe. Casi nada. Por no hablar de lo ocurrido en las noches rodeados de copas. Vivencias que darían, como poco, para hacer una secuela.
Con todo, el periplo de Tejada por este mundillo, a medio camino entre el entretenimiento y los hechos reales, sí que tuvo cierto componente azaroso que supuso un doble aldabonazo en su carrera artística. Porque todo esto probablemente no habría sido igual si, primero, una cadena de televisión local no lo hubiera fichado a los nueve años para ponerse delante de la cámara de un magacín todos los martes. "En aquel entonces me pagaban 1.000 o 1.500 pesetas, pero ya empezaba a despertárseme ese gusanillo por la actuación ligada a los medios de comunicación". O si, segundo, no hubiera conocido, por pura casualidad, al afamado mentalista Keith Barry, que a partir de ese instante se convertiría en su mentor y, más tarde, en su acompañante de sonrisas, fatigas y aventuras de rodaje.
Aunque Barry también lo introdujo en otro mundo: el mentalismo. "Conforme vas investigando te das cuenta de que el juego es importante, pero también de que un porcentaje muy elevado de los shows está en el manejo del espectador, en hacer que vea, piense y sienta sólo lo que tú quieres". Algo que requiere una formación permanente (ahora mismo está cursando el grado de Psicología), y que demuestra de manera notable apenas se intercambian una palabras con él a través de temas que, rápidamente, quedan atrás para dar paso a otros: desde la falta de pensamiento crítico de la sociedad actual hasta los elevados niveles de cortisol (muestra de estrés) que registran los jóvenes.
Aspectos que, en la medida de lo posible y desde su campo de acción, él se propone paliar. "Mis espectáculos, si por algo se caracterizan, es porque el público sale pensando. Siempre trato de que inviten a la reflexión. Si no, no vale de nada". Singularidad que, en ocasiones, hace acompañar de prácticas tan controvertidas como el ocultismo. "Ante esto te encuentras a dos tipos de personas: los que creen en ello y los que pasan". Lo peliagudo, claro, llega cuando ocurren fenómenos más o menos extraños. "Al final, sacamos datos muy concretos, por ejemplo, de familiares que han fallecido y la gente se asombra". Aunque, según parece, no hay que temer. "No tengo ningún don sobrenatural: sólo he estudiado la técnica".
Sea como sea, Tejada no planea dejar de compaginar sus dos pasiones. De hecho, acaba de llegar a Málaga tras un viaje de un mes en furgoneta por Europa en el que, era difícil esperar otra cosa, enlazó sus pasiones: visitando la casa de Harry Houdini y de Sigmund Freud. Dos personajes icónicos unidos, quién lo diría, por arte de magia.
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