"No habrá Justicia con mayúsculas mientras exista injusticia social"
La letrada reflexiona sobre las distancias entre la verdad judicial y la verdad real, mientras que cuestiona que se paguen con fondos intervenidos honorarios profesionales en el caso Malaya
Cecilia Pérez Raya es una de las pocas abogadas con nombre y apellidos en un campo tan masculinizado como el derecho penal, aunque también lleva asuntos de familia y civiles. Es una letrada concienzuda que sin excepción se levanta cada día a las cinco de la mañana, porque a esa hora, en la que el mundo duerme, ella puede estudiar sin sobresaltos. Admite sin complejos que nunca delega y es de las que en 28 años de profesión jamás ha abandonado a un cliente en el banquillo para asistirlo sólo al inicio o al final del juicio tal y como en estos tiempos se estila en las salas de vistas. Destila pasión por el derecho a pesar de que reconoce que la Justicia ni existe ni existirá mientras haya injusticia social.
-¿Da muchos disgusto esta profesión?
-Muchísimos.
-¿Pero los abogados, como los médicos, también pondrán distancia con el cliente?
-Sí, pero da muchos disgustos. Es una profesión en la que llegas a ver todas las miserias humanas. Comprendes que la ley es una cosa y la realidad social otra.
-¿Y la verdad otra?
-La verdad es una y la verdad judicial es otra. A veces compruebas cómo alguien que miente convence al tribunal porque los jueces sólo conocen lo que está en los papeles. Es como un teatro con personajes que desarrollan determinados roles y desgraciadamente el que mejor pone en escena convence más.
-¿Se siente siempre cómoda en el papel que le toca jugar en el teatrillo de la justicia ?
-No, pero uno se siente más cómodo si tiene clara cuál es la función de un abogado defensor.
-¿Y cuál es?
-Hay quien me pregunta cómo puedo defender a una persona que ha matado a otra. Pues sí la defiendo, trato de comprender el crimen, que no de admitirlo ni mucho menos, sino de conocer qué factores lo provococan. La misión de un abogado es conocer toda la biografía de su cliente y descubrir las circunstancias que condicionan su conducta para evaluar los mecanismos del Código Penal que permiten que se le apliquen atenuantes. Defender no significa siempre tratar de que no haya condena, sino de que se aplique estrictamente la ley.
-¿Hay buenos jueces?
-Muchísmos. Los abogados aprendemos de las sentencias bien hechas.
-¡Pero algunas habrá pobres!
-Algunas son pobrísimas. A mí como abogada me resulta frustrante hacer una defensa y no hallar respuestas a todo lo que he planteado porque si hay un derecho vital es el deber de motivación.
-Tiene mucha experiencia en el Tribunal Supremo.
-Soy probablemente una de las abogadas que ha llevado más recursos de casación y amparo y aprendí a hacerlo del propio Tribunal Supremo, porque los razonamientos judiciales sobre los nuevos preceptos no están en ningún libro, te los enseñan los jueces.
-¿Existe la Justicia con mayúscula?
-No y no existirá mientras exista injusticia social. Existe la justicia que se imparte día a día y que sí tiene un porcentaje alto de aciertos, pero con un sólo error judicial que haya ya es suficiente para decir que no existe la Justicia.
-Todos, dentro y fuera, se quejan muchísimo de la Administración de Justicia pero, ¿cómo cree que funciona?
-Ahora tiene más medios humanos y materiales, pero ¿ha supuesto una mayor salida de trabajo? No. Y eso significa que la gente no está satisfecha con su trabajo. No puedes meter en la Administración de Justicia a personas que no les interesa ese trabajo. Me contaron que desde una bolsa de trabajo enviaron a un señor que era carpintero para que se ocupara de una materia tan sensible como la ejecución penal y cuando le dijeron que tenía que requerir a un hombre para que cumpliera una pena le iba a dar algo...
-En los macrojuicios por los casos Ballena Blanca y Malaya se ha atacado hasta el infinito al juez Miguel Ángel Torres y la instrucción que hizo de ambos asuntos.
-Yo creo que las pruebas no deberían llegar al juicio en las condiciones en las que lo hacen, deberían depurarse antes y no contaminar al juzgador. La instrucción de las causas la tendría que llevar la Fiscalía para que el juez no se contaminara. No obstante, comprendo que la labor de los jueces de instrucción es difícil porque no tienen una ley que regule. Por ejemplo, en las intervenciones telefónicas hay una inseguridad jurídica tremenda porque depende del juez o la sala que te toque para que te aprecien o no la nulidad de unas intervenciones telefónicas. Entonces, fíjate los jueces de instrucción que están saturados de trabajo y un día hay una sentencia que les dice que pueden intervenir un teléfono en determinadas circunstancias pero al cabo de ocho meses el Supremo dice que eso no puede ser así. Y, además, hay una diferencia enorme entre un sector del Tribunal Supremo y otro en el tema de las garantías constitucionales.
-¿Qué cree que puede pasar con esos macrojuicios?
-Veo difícil la resolución, pero confío en que aún con sus dificultades lo harán muy bien. Lo que me molesta enormemente es que hay un juicio paralelo tremendo en los medios de comunicación, sacando incluso fotocopias de actuaciones judiciales secretas, porque lo acuerde el juez o no, las actuaciones son secretas hasta que se abre juicio oral. Y ver a periodistas, que en realidad ni lo son, que llevan fichas policiales me ha molestado enormemente porque nos ha hecho parecer a todos unos payasos.
-¿Le interesan profesionalmente los macrojuicios?
-Viví el caso Intelhorce que en volumen era tanto o más que Malaya y salió bien, pero desde entonces los macrojuicios no me interesan. Tardé años en recuperarme profesionalmente porque colapsé mucho mi despacho. En los macrojuicios de ahora me han propuesto ir los primeros y los últimos días, pero a mí eso no me parece profesional, no lo he hecho jamás y creo que no se puede hacer. Yo si meto mi cabeza en un caso empiezo y lo termino. Lo otro me crearía una inseguridad profesional imposible. Además, un juicio se decide en la vista oral. Por experiencia sé que una sola pregunta si está bien hecha le puede dar la vuelta a un juicio.
-¡Visto así es apasionante!
-Sí, absolutamente. Recuerdo una vez que en un juicio por violación le hice una pregunta a una niña y su respuesta generó otra pregunta del presidente y el caso dio la vuelta. Allí mismo se descubrió quién podía ser el autor del delito, que no era precisamente el acusado. Si ese día no hubiera ido no se hubiera dado la vuelta al juicio. ¡Cómo voy a dejar que otro interrogue por mí!
-En Malaya se están abonando minutas profesionales con fondos intervenidos para afrontar posibles responsabilidades civiles, ¿le parece correcto?
-Yo lo he intentado algunas veces con bienes decomisados cuando ya había condena porque primero se paga la responsabilidad civil, después las costas y luego las multas, pero me lo han denegado. Por eso me ha sorprendido que aquí se hiciera incluso antes de que existiera sentencia. No lo he estudiado con profundidad, pero creo que destinar bienes intervenidos judicialmente a honorarios profesionales en este momento puede no ajustarse a derecho.
-¿Tuvo alguna vez interés en ser juez?
-No, creo que no hubiera servido, soy demasiado apasionada. Aunque en este momento, en esta etapa de mi vida quizás sí me encuentre en condiciones aunque no me lo haya planteado.
-¿Qué hace falta para ser juez?
-Sentido común. Si un juez tiene sentido común, es cauto y sabe valorar que no todo el mundo puede pensar como él ya tiene la mitad de las cualidades. La otra mitad es el conocimiento. Aquí se interpreta que sólo hace falta conocer la ley pero yo entiendo que hay que saber de medicina, de psicología, de psiquiatría, de todo... Porque si yo quiero interrogar a un perito de balística y no sé nada de armas ni de peritajes daré por buena cualquier cosa que me diga. Si quiero sacar la verdad debo asesorarme y esa formación no la reciben los jueces. Por eso se apoyan en los peritos, pero esto no basta, hay que saber si lo que dice el perito es verdad o mentira.
-¿Qué le parece la reforma del Código Penal?
-Contiene demasiadas casuísticas. Un código debe dejar muchas más posibilidades de interpretación al juez y ahora se ha querido hacer un código muy casuístico.
-¿No se fía el legislador de los jueces?
-Sí, pero a pesar de todo no ha llegado a todos los supuestos, con lo cual ahora el juez que quiera ser coherente puede dejar muchos supuestos absolutamente impunes.
-¿Por ejemplo?
-Sucederá con los delitos informáticos. Se han creado figuras relacionadas con los fraudes a través de internet que no tienen en cuenta toda la realidad social.
-O sea que habrá estafas que quedarán impunes.
-Claro, porque el juez dirá usted acaba de reformar el código y esto no lo ha incluido, entonces, como no viene yo lo dejo fuera. Por otro lado, me ha parecido bien la reforma en cuanto al tráfico de drogas porque las penas eran excesivas y se ha visto que no estaban justificadas o ¿acaso ha disminuido el tráfico de drogas? No. Por fin nos hemos dado cuenta de que ni la prevención general ni la especial están dando resultados, luego tendremos que buscar otros mecanismos que no sean la penalización.
-¿La despenalización?
-De algunos sí o, si no, las penas proporcionadas porque no se puede penalizar igual a un transportista que a un dirigente de una organización de traficantes. A mí siempre me ha llamado la atención que en los delitos de salud pública no se pueda reparar el daño. Si mato a alguien y pago una indemnización me atenúan la pena, pero si coopero en un desembarco de hachís no tengo esa posibilidad. Yo intenté que mis clientes repararan el daño apuntándose a centros de rehabilitación o aportando dinero a asociaciones para reparar ese daño colectivo y el Supremo me dijo que era un tipo penal en el que no cabía la reparación. Creo que la reforma ha dejado escapar una ocasión de oro para corregir ese fallo.
-Usted es de Málaga de toda la vida, ¿qué tal se lleva con la ciudad?
-Muy bien, me encanta y ahora con el centro peatonal todavía más, me recuerda cuando era niña porque entonces me movía mucho por las callejuelas del centro. De hecho me gusta tanto que he rechazado ofertas para irme a Madrid y Barcelona y cuando temporalmente me he tenido que trasladar a estas ciudades unos meses para ir a juicios me he reafirmado en que aquí se vive mucho mejor.
-¿Le gusta la Ciudad de la Justicia?
-Es muy funcional. Es una tontería negar que resulta cómodo que todo esté en el mismo sitio, pero también es muy impersonal.
-¿Cómo ha visto la polémica por el aparcamiento?
-Inaugurar un edificio sin aparcamientos suficientes ya fue temerario, pero yo creo que el parking subterráneo va a desaparecer porque hace falta el espacio y entonces todos tendremos que pagar el aparcamiento.
-¿Se acabará el gratis total?
-En el momento en que no haya aparcamiento subterráneo.
-¿Faltó previsión?
-Sí, como casi en todo. Es como la hiperronda que, contra toda lógica, te tienes que desviar dos carriles a la derecha para seguir en tu dirección.
-Las inversiones en infraestructuras se están paralizando por falta de fondos.
-Pues yo acabo de volver de Sevilla y allí está todo en obras.
-¿Discriminación?
-No, no creo, lo que sí hay es pugna entre las dos ciudades. Por ejemplo, Málaga y Granada sí se acercan mucho. Tenemos granadinos que vienen a nuestras playas, a visitar el museo Picasso, pero pocos sevillanos. Se deberían fomentar más las relaciones. Por otra parte, Málaga también se merece unos accesos más asequibles. El AVE es carísimo y el avión también y nosotros necesitamos comunicaciones asequibles con Madrid porque aquí vivimos de lo que vivimos, del turismo.
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