El éxito ‘horneado’ de Juanito y La bella Julieta
Un joven matrimonio de Alcaucín es el impulsor de una cadena de cafeterías que ya suma seis establecimientos en la provincia de Málaga
La familia tiene además un obrador que vende pan a varios restaurantes con estrella Michelin
Málaga/Un niño de 11 años llamado Carlos Pérez Cuesta soñaba en la pequeña localidad malagueña de Alcaucín con poder vender el pan que hacía primero su abuelo y luego su padre en cualquier parte del mundo. Mientras otros niños dibujaban a superhéroes o futbolistas, él trazaba furgonetas llenas de pan que iban a todos sitios. Carlos Pérez Cuesta tiene ahora 31 años y lo ha conseguido. De hecho, ha ido más allá porque además de vender el pan que elabora en su obrador de Alcaucín junto a su padre a centenares de restaurantes en varios puntos de España e incluso el extranjero –entre ellos varios con estrella Michelin–, ha creado una cadena de cafeterías con su mujer llamada La bella Julieta y ha puesto en marcha la línea de panaderías de barrio junto a otros socios Fermento. Y todo en apenas seis años, empezando en plena crisis, a golpe de kilómetros en el cuerpo y paciencia. El premio se traduce en los cinco millones de euros que prevé facturar en este 2019 y en la satisfacción de contar, en estos momentos, con 85 empleados frente a los ocho que tenían.
Como pueden imaginar, la historia es digna de cualquier escuela de negocios, con la única salvedad de que Carlos Pérez es un joven humilde –ni siquiera quiere que le hagamos una fotografía– que se ha curtido a sí mismo. Tiene la formación básica –dejó los estudios a los 16 años al acabar cuarto de la ESO– y no le ha hecho falta absolutamente nada más para ser un empresario con una trayectoria presente satisfactoria y un futuro muy prometedor.
Fuerte crecimiento
Han pasado de tener 8 empleados a 85 en pocos años y prevén facturar 5 millones de euros
Su abuelo, Juan Pérez, abrió un obrador de pan en Alcaucín en 1959 al que llamó El obrador de Juanito. Unos años después el establecimiento pasó a ser gestionado por sus hijos, uno de los cuales es Carlos Pérez –padre del impulsor de La bella Julieta– y pasó a dirigirlo en solitario en el año 2000. “Desde niño lo único que quería ser era panadero, por lo me iba a aprender con mi padre y ayudaba a repartir”, comenta Pérez Cuesta. En la furgoneta, con frío o con calor, salía a comercializar el pan que hacían en el obrador a las casas y a los bares de la zona. No obstante, el gusanillo empresarial siempre estaba ahí. “El pan que se hacía y el que se veía en todos sitios era siempre el mismo, el blanco o el integral, en barras o en pitufos. Yo quería elaborar artículos nuevos”, recuerda. Empezaron a hacer pan precocido y se fue a buscar clientes en restaurantes y cafeterías de Vélez Málaga y Torre del Mar. El mítico establecimiento de La Cueva, en Torre del Mar, fue uno de los primeros en confiar en ellos. Hacía un pan prácticamente a la carta, al gusto de cada establecimiento, personalizado, se corrió la voz y captó a un amplio número de restaurantes de la zona. Eso fue hace apenas siete años, en 2012, cuando la crisis apretaba con fuerza y los datos de desempleo eran demoledores mes tras mes. Un día le llamó el hostelero Juan Morcillo para pedirle pan para el restaurante El refectorium del campanario. Fue su primer cliente en Málaga capital. “Estuve seis meses yendo y viniendo todos los días desde Alcaucín hasta el restaurante para llevarles el pan”, rememora. Una hora y media ida y vuelta.
También se corrió la voz en la capital y, dentro de su apuesta por la innovación, sacaron al mercado un pan especial para hamburguesas que se vende en varias de las principales cadenas existentes en la provincia desde 2016. El resultado es que en estos momentos tienen unos 150 clientes en la provincia de Málaga, a los que hay que sumarles los que poseen en otros puntos del país pues tienen distribuidores, además de en Málaga, en Sevilla, Madrid, Valencia y Bilbao y este verano empezarán a trabajar con otro en Mallorca. El verano pasado incluso exportaron algunas partidas de pan a Francia e Italia. Entre sus clientes hay afamados restaurantes con estrella Michelin como Skina y Messina en Marbella, Bardal en Ronda, La Costa en El Ejido o Clos en Madrid. La Cosmopolita, en Málaga capital, también está entre sus principales prescriptores.
Producen unas 15.000 piezas de pan al día desde su obrador, en el que ya trabajan 35 personas, e invertirán 1,2 millones de euros en una nueva fábrica en el parque tecnoalimentario de Vélez Málaga que esperan que pueda estar funcionando en un año. Pérez no sabe cuál es el secreto del éxito de su pan. “Pienso que es cariño y buena materia prima, trabajar siempre de la misma forma, sin cambiar la base y respetando los procesos de elaboración aunque tengamos más demanda”, detalla.
Tuvieron mucha acogida en los restaurantes, pero no acababan de cuajar en las cafeterías. Por eso, ni cortos ni perezosos, decidieron abrir su propia cafetería y entrar en la hostelería. Fue en 2013 en Torre del Mar y la llamaron La bella Julieta. Si Carlos Pérez ha sido el gran impulsor del obrador, su mujer, Eva Mostazo, es el alma mater de La bella Julieta y la que diseña el interior de los locales, que se caracterizan por su cuidada decoración, o la que elabora las cartas. “Al principio nos costó arrancar pero al año ya estaba funcionando bien el concepto que teníamos”, comenta el empresario. En 2015 decidieron dar el salto a la capital y alquilaron un local en Puerta del Mar. “Los primeros seis meses fueron dífíciles, pero aguantamos”, indica Pérez, quien destaca que “los dulces que no se han vendido se retiran a diario y se dan a comedores sociales y cada día llevamos nuevos, por lo que al principio representaba un gasto mayor”.
Tras el local de Puerta del Mar cogieron otro en la calle Santa Lucía, cerca de la plaza de los Mártires, en 2017 y le ofrecieron llevar la cafetería del Museo Picasso, que también gestionan desde ese mismo año. Por si tenían poco lío, en 2017 decidieron poner en servicio una chocolatería en Torre del Mar. Acaban de abrir otro establecimiento de La bella Julieta en el Soho, con la colaboración de la cadena hotelera Soho Boutique, y están inmersos en obras en un establecimiento en Nerja que quieren inaugurar en junio. En total poseen 6 establecimientos de La bella Julieta en los que ya trabajan 50 personas. Los locales son alquilados, pero han precisado una inversión en estos años de unos 800.000 euros obtenidos con financiación bancaria. En 2019, solo con La bella Julieta esperan facturar tres millones de euros, que unidos a los dos millones estimados con el obrador sumarían cinco millones. En los próximos días sacarán una aplicación móvil para Apple y Android que permitirá a los clientes obtener descuentos.
Diversificación
Además del obrador y La bella Julieta, han creado la cadena de panaderías Fermento
La bella Julieta son locales propios y no contemplan crecer vía franquicias. Sin embargo, el éxito de la marca está despertando el interés de los inversores. “Todas las semanas nos preguntan varios para abrir franquicias o nos llegan otros para entrar en el capital, pero nosotros no queremos”, afirma Pérez, quien subraya que “preferimos seguir así porque hacemos lo que nos apetece sin depender de otros y me gusta cómo estamos trabajando”. El empresario afirma que tanto él como su mujer tienen un sueldo, pero que aún no han sacado beneficios de la empresa.
Su última, por ahora, experiencia empresarial se llama Fermento, en la que participa con otros socios. La idea es llevar el mismo pan que comercializan a restaurantes de prestigio a las casas de los ciudadanos a través de panaderías de barrio. Hacen la masa en el obrador de Alcaucín y se la dan a los empleados de las panaderías para que las finalicen. Se vende al peso, porque cada barra sale de distinto tamaño. Han abierto el primer local en Vélez Málaga y en junio tendrán otro en San Pedro Alcántara, contando en esta ocasión como socio con Marcos Granda, el chef del Skina. Fermento sí está abierto a franquicias y Pérez adelanta que hay interesados en Málaga y que buscan ubicación en Madrid.
Carlos Pérez acaba de cumplir 31 años y su mujer, Eva Mostazo, tiene 28 años. Han creado una empresa con éxito a base de esfuerzo y tesón y hasta les ha dado tiempo a tener dos hijos pequeños. Una de ellas, Julia, de seis años, fue la que eligió que la cafetería del Soho se llamara La bella Julieta Magic. “La gente puede pensar que para el nombre hay una gran campaña de marketing y eso fue lo que pasó”, se ríe Pérez, quien ya barrunta más proyectos siempre y cuando se sienta feliz haciéndolos.
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