Llegar a la universidad, una gesta en Los Asperones
José Francisco Gómez Heredia, un joven de 21 años con un Grado Superior en Animación, estudia Educación Social en la UNED
Es el primero en lograrlo
Málaga/La mañana de un martes cualquiera de noviembre se cuece a fuego lento en Los Asperones. Varios jóvenes charlan al sol y algunas mujeres caminan sin ganas embutidas en sus batas. Calle arriba, calle abajo, como buscando sin la mínima esperanza esa salida que nunca encuentran. Entre ellos, solo hay alguien que destaca por su paso acelerado. Llega unos minutos tarde a la cita. Es José Francisco Gómez Heredia. Allí, en el barrio, todos lo conocen como Bruce Lee. Su tío le puso el apodo al nacer por sus ojos achinados y sus puños preparados para la lucha. Pero, salvo de pequeño, lo suyo nunca ha sido el cuerpo a cuerpo. Su pelea la ha llevado consigo mismo, contra las ganas de abandonar los libros cuando el Bachillerato se torcía, contra los que se reían de él por seguir estudiando. Y ahora, casi sin darse cuenta, ha conseguido un logro que se veía imposible en un entorno tan hostil. Jose, como prefiere que lo llamen, es la primera persona de Los Asperones que ha llegado a la universidad.
Su historia no tendría tanto valor medio kilómetro más al este. Pero, en el lugar en el que hace treinta años dejaron casi a su suerte a centenares de familias gitanas sin recursos, su constancia alcanza la calificación de hazaña, de gesta. Su familia siempre ha vivido en la calle La Toná, en la parte baja del barrio. Nunca lo ha ocultado, ni siquiera en el currículum con el que consiguió trabajo en el McDonalds. Tiene 21 años y desde hace siete es tío. Su hermana mayor fue madre antes de cumplir la mayoría de edad, dejó los estudios en tercero de la ESO y no se sacó el título. La pequeña, sin embargo, es una adolescente de notas brillantes que le hace sentir tremendamente orgulloso.
Jose estudió Infantil en el María de la O, el colegio del barrio. Pero luego la Primaria la hizo en el CEIP Luis Braille porque su abuela vivía puerta con puerta y sus padres querían que saliese de Los Asperones y conviviese con niños de un entorno más normalizado. La Secundaria la cursó en el IES Sagrado Corazón, en Carranque, y el Bachillerato en el Politécnico Jesús Marín. Este centro le vino tan grande como realmente es y su adaptación no fue fácil. "Me costó la vida, sólo fui a clase el primer mes y pensé en dejarlo, pero me mentalicé y me lo saqué", confiesa. Invirtió cuatro años en los dos cursos, tiempo que puede dar por bien empleado una vez obtenido el título. Se iba a preparar la Selectividad para realizar la carrera de Historia en la Universidad de Málaga. Pero en su camino se cruzó la oportunidad de hacer un Grado Superior de Animación en el instituto Ben Gabirol y todo dio un giro. "El curso me ha encantado, está tela de guapo, todos lo tendrían que hacer una vez en su vida", estima Jose. Él, que se considera tímido y vergonzoso, le gusta más la parte social que la turística de la animación y ha hecho que a en torno a ella gire su desembarco en la Universidad. Desde este curso estudia Educación Social por la UNED.
"Quería hacer Pedagogía, Trabajo Social, Magisterio o algo relacionado en la Universidad de Málaga, pero en la preinscripción me hice un lío, puse la facultad de Antequera como tercera opción y entré, pero no me podía permitir estudiar en Antequera, así que me matriculé en la Universidad Nacional de Educación a Distancia", explica el estudiante. Ha elegido seis asignaturas, tres en cada cuatrimestre. Ya tiene el temario y se ha puesto manos a la obra. Su intención es poder trasladar el expediente el próximo año a la UMA. "Tengo que aprobar cinco para poderme pasar", aclara. "Las materias están bien, hay cosas que me suenan mucho de mi grado de FP, pero hay mucho vocabulario, tienes que hacerte un glosario", dice con propiedad. Aunque no le dedica todo el tiempo que quisiera porque sus turnos en el restaurante, en el que lleva año y medio, se lo impiden. Pero, al menos, tiene dinero para sus gastos y ayuda en casa.
El suyo no es un hogar demasiado común en el barrio. Su madre tienen un puesto de charcutería en el mercado de Atarazanas y su padre hace chapuzas. Jose tiene Play y televisor en su habitación y su tiempo de ocio lo pasa, fundamentalmente, fuera de Los Asperones. Su novia, con la que lleva ya tres años, ni es gitana ni pertenece a este microcosmos del que le gustaría marcharse, pero nunca sin su familia. "Siempre digo que vivo aquí, soy muy cortado pero quiero defender esto, porque no es tan malo como lo ponen", asegura el joven universitario. Lo que le ocurre a muchas de estas personas que parecen secarse como hierbas marchitas es que "no han salido nunca y no saben lo que hay en el exterior, esto está muy aislado, no hay dinero y cada vez tienen menos posibilidades, a pesar de que pueden ser más buena gente que cualquiera", señala Jose.
También habla de estatus dentro del lugar. Los habitantes de las calles más bajas, las que están más cercanas a la carretera, suelen tener mayores rentas y, por tanto, mejores oportunidades laborales. En la parte alta, se observan más chabolas, más pobreza si cabe. Y eso, sin hablar de las otras fases de Los Asperones, más depauperadas aún. "Mis padres se han planteado irse pero está mi hermana, que junto a su casa se hizo la suya y ahora no la pueden dejar atrás", explica. Además, allí no se paga ni hipoteca, ni luz, ni agua y "en la tienda tampoco se gana tanto".
"Lo que más me gusta de aquí, de la cultura gitana, es la cercanía de la gente y lo que menos la parte machista, estoy en contra del pañuelo y de que las niñas se tengan que casar con 15 años", opina este estudiante que lucha contra los estereotipos aunque realmente su vida discurra alejada de todo aquello. "Casi todos mis amigos son de fuera y están en la universidad, así que lo veo normal", considera. Él sí, pero muchos de sus vecinos han crecido con la carencia de un referente al que querer parecerse. Ojalá ahora, Bruce Lee sea uno a tener en cuenta.
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