Luis Casimiro Palomo: La vida en equilibrio
Luis Casimiro | Entrenador del Unicaja
El hombre que nació para ser entrenador nos ofrece una entrevista a corazón abierto durante un almuerzo incomparable en el Restaurante Jacinto
Málaga/Luis Casimiro Palomo Cárdenas, conocido popularmente como Luis Casimiro, entrenador del equipo ACB Unicaja Baloncesto, un hombre que en el tiempo que lleva en nuestra ciudad se ha integrado como un malagueño más. Querido y respetado, ha sabido ganarse el corazón y la confianza de la afición. Un hombre sin aspavientos ni dobleces que cree en el trabajo, el esfuerzo en equipo y la humildad como banderas para el triunfo. Mantuve con él una entrevista de las de a corazón abierto. No se la pierdan. Merece la pena.
El restaurante: Restaurante Jacinto
En esta ocasión tuve la suerte de realizar el encuentro en un lugar que podría considerar como mi casa, y no solo por la frecuencia con que lo pueda visitar, sino por el cariño y el trato con que son dispensados sus clientes y amigos. Les hablo del Restaurante Jacinto de la avenida Ángel Herrera Oria. No se encontraba su propietario y fundador, el amigo Jacinto Rojas – sabemos que se encontraba en el campo cuidando sus aguacates– ni su mujer, Isabel Luque, a la sazón jefa de cocina, pero fuimos recibidos por sus hijos Pablo y Tamara Rojas, quienes actúan como coordinadores y maître del negocio familiar. Un restaurante con una historia que se remonta a 1996 y que tras la última reforma del año 2004 ha quedado como un espacio gastronómico de lo más prestigioso de nuestra ciudad. Mariscos de primera calidad, junto a pescados, carnes y el emblema de la casa, el chivo, conforman la carta de excelencia del establecimiento. Un total de 11 personas, cuatro en cocina bajo las órdenes de Isabel Luque y del chef Daniel Domínguez, y siete en sala junto a un exclusivo servicio de aparcacoches en el horario de almuerzo, conforman la profesional plantilla. Del recorrido que nos tenían preparado ahora les cuento.
El invitado: Luis Casimiro
Vaya por delante mi satisfacción de poder haber realizado esta entrevista en un momento de la temporada complicado, a punto de comenzar los play offs por el título de liga, y muy especialmente por la disposición y sencillez de Luis Casimiro durante la misma. El mismo día en que el equipo anunciaba un entrenamiento especial, a puertas abiertas, para la afición.
Es la segunda vez que entrenas al equipo de nuestra ciudad. Dicen que nunca las segundas partes fueron buenas. “[Risas] No, ésta no es la segunda parte. Es cierto que ya entrené al equipo durante una etapa muy corta, muy difícil, pero para mí está es la primera vez. De aquella primera y breve ocasión quedó un poso, una magnífica relación profesional con el club y aquí estoy de nuevo”.
Vamos, que le tiró Málaga. “Entre otras cosas, sí. Por supuesto, en Málaga merece la pena estar. Tanto personal como profesionalmente. Málaga es realmente un paraíso, su clima único, extraordinario. Me encanta el mar. La gente. La luz y el sol, que son para mí algo fundamental. Todo. Lo único que veo es que creo que debería venderse un poco más, y el equipo también”.
Palabras con las que estoy de acuerdo y que ya he reflejado en otras ocasiones en esta sesión. Después de más de treinta años entrenando, ¿qué es lo que más destaca? “[Silencio] La coherencia. Es lo más importante tanto en el baloncesto como en la vida, eso es en definitiva equilibrio. El baloncesto es equilibrio. 24 segundos para atacar y otros 24 para defender, todo es equilibrio. Si lo consigues entonces tendrás mucho ganado. Es algo fundamental”.
Aunque usted ha tenido una magnifica trayectoria, ¿qué se siente cuando el público le pita? “No todos pitan, aunque a los que lo hacen se les oye mucho [risas]. Hay que tomarlo como una parte del trabajo. Como entrenador, cuando me quieren meter presión me llega poco. Yo ya me presiono lo suficiente y voy por delante. Los pitos y los aplausos forman parte del trabajo, y ni lo uno ni lo otro te deben condicionar”.
Muy personal
Nacido en Villamayor de Calatrava, un pueblo castellano manchego de la provincia de Ciudad Real, lleva toda la vida dedicado al mundo de la canasta, aunque estuvo a punto de ser funcionario. “Soy una persona normal, llana, de pueblo. Mis padres eran campesinos. No olvido mis raíces ni de dónde procedo. Soy muy feliz con lo que hago”. Tiene una hija, Gemma, nacida en Manresa el mismo año que consiguió el título de ACB con el equipo de aquella localidad. “Para mí resulta muy difícil conjugar la vida familiar y el baloncesto. Lo dejé todo siendo muy joven por el baloncesto y siempre ha sido así. Mi hija viene mucho a verme. Tiene 20 años y estudia Turismo en Asturias. Es una gran aficionada al baloncesto”. No pudo reprimir la emoción al hablar de su hija y al recordar un momento que no olvidará en su vida: “Nunca olvidaré lo fría que es la muerte. El día que falleció mi padre. De un infarto mientras estaba en el campo. Ese beso de despedida...”. Un hombre que perdona los errores, que se reconoce nada rencoroso y en el que la humildad es su forma de vida. “Ni en los mejores sueños podría imaginar lo que he conseguido. Doy gracias por la vida personal y profesional que he tenido. Creo más en Dios que en la suerte. Creo en poder trabajar y hacer un buen trabajo, pero nunca me confío a la suerte”. Y así terminamos el encuentro con un hombre sencillo al que le sigue gustando regresar de cuando en cuando a Puertollano, con los amigos del Ramón y Cajal, donde comenzó todo. Irse de cañas y ser uno más, y recordar a Don Esteban, aquel profesor que le inculcó el amor y la pasión por este deporte, que lo hizo entrenador a los 14 años y daba clases magistrales sentado en un banco, en un parque, rodeado de los jugadores de su equipo. Haciendo baloncesto desde el alma. El mismo que transmite Luis Casimiro con sus palabras, con sus gestos, con su mirada. Hasta siempre amigo y mucha suerte.
Para eso hay que tener un fuerte autocontrol. “Y ser tú mismo. Ser yo mismo me ha ido muy bien, nunca ser el 'personaje'. Las decisiones las tomo como yo mismo. Siempre quiero ser yo mismo, sin dobleces. Si te equivocas te equivocas tu”.
Y los éxitos, ¿cómo los disfrutas? “A lo largo de mi trayectoria los he celebrado de distintas forma, pero principalmente lo saboreo, en casa, estando a gusto conmigo. La satisfacción personal…y luego la vida continua”.
¿El entrenador nace o se hace? “Al entrenador tiene que nacerle poco a poco la vocación, a mí me llegó con 14 años. Entrenaba en el colegio a un equipo de chicos de ocho años. Ahí comenzó todo. Y después te hace ser entrenador el ser esta una profesión en continua evolución en todos los aspectos, deportivo, formativo, psicológico, técnico, etcétera”.
Tengo entendido que también jugó, antes de empezar a entrenar. “Sí. Pasaba horas y horas jugando al baloncesto. Después quise ser profesional, pero me decanté por ser entrenador, por supuesto sin pensar ni plantearme ninguna meta, simplemente entrenar a mi equipo y vivir baloncesto las 24 horas del día. Es mi gran pasión. La pasión es muy importante en la vida”.
La presión es algo muy presente en el baloncesto. ¿Cómo se gestiona? “No me gusta volcar la presión sobre los demás, aunque a veces pueda resultar hasta bueno. Ahí es donde aparece una vez más el equilibrio, si pasas más presión de la debida al equipo este no responde, no aciertas“.
Es que cada aficionado se siente como un entrenador. “Con los medios actuales no solo estamos expuestos a la opinión y análisis de los periodistas, si no que cualquiera lo hace. Por eso, o tienes una estabilidad enorme o te pierdes. A mí, que cada aficionado que va al Martín Carpena juzgue y opine lo veo lógico, pero el que, desde el anonimato, y sin estar ahí, desde la lejanía, se permita criticar, no me dice nada. Yo me aíslo, no necesito alimentarme del exterior. Me alimento del equipo”.
Hablando de Martín Carpena, ¿qué se siente teniendo un pabellón a su nombre? “[Risas] Sí, el viejo pabellón de Puertollano. Bueno, dejé muchas horas de mi vida trabajando para el baloncesto en esa ciudad. Pero respondiendo a tu pregunta, lo que más me llenó fue la felicidad de mi madre el día que descorrieron la cortinilla y descubrieron la placa con mi nombre. Siempre estaré muy agradecido por ello. El orgullo de mi familia, de mi madre fue algo inolvidable”.
La comida
Entusiasmados estábamos con nuestra conversación cuando Pablo nos anunció el descorche de una botella de Martin Codax y el comienzo de la comida. Nos sirvió durante todo el proceso Tamara quien nos narró al detalle cada uno de los platos que nos fue presentando comenzando con una ensaladilla rusa Jacinto que estaba riquísima para a continuación presentarnos un tartar de aguacates – de esos que cuida con cariño Jacinto –acompañado de gambas. Dos platos deliciosos para comenzar a abrir mesa.
Y continuamos con nuestra animada charla. Ha mencionado muchas veces “el equipo”. “Claro, la referencia es el equipo. Nunca señalo a nadie, especialmente en los momentos difíciles. El líder siempre es el equipo”. Pero tendrás preferencia por algún tipo de jugadores. “[Silencio] Me gustan los jugadores que producen un efecto multiplicador en mis equipos. Crean una imitación por parte del resto. Ese jugador sacrificado, solidario, luchador. Y el resto se va sumando, el equipo se adapta inconscientemente al nivel de juego”.
Y apareció de nuevo Tamara, en esta ocasión con unas gambas de la bahía, a la plancha, espectaculares, que dieron paso a unas cigalas abiertas, también a la plancha, de Málaga, que es uno de los platos estrellas de la casa, para terminar con una gallineta frita con alioli. Ha ganado la liga LEB, la ACB y la Supercopa, ¿ha estado alguna vez en las nubes? “No, nunca estuve en las nubes. En el momento en que se produjeron no pude estarlo. Solo con el paso de los años he podido verlo todo a distancia. Todo es tan efímero que de pronto estás arriba y en seguida bajas”.
Una pregunta un tanto difícil, ¿por qué cambiaría perder un título importante, que tienes al alcance de la mano, en el último segundo de un partido? “[Silencio] Por responsabilidad social, por el hambre y el bienestar de los desfavorecidos del mundo. Por eso echaría el balón fuera".
El descorche de una botella de crianza Matarromera nos preparó para recibir al plato estrella de la casa, con el que comenzó todo en el negocio familiar: chivo, siempre entre tres y cuatro años y seleccionado personalmente por Jacinto, con patatas fritas. Un plato que todo el mundo debería probar. Como postre, unas lenguas de obispo, de hojaldre y crema pastelera sirvieron para poner un broche dulce a tan extraordinaria comida.
Mi agradecimiento a la familia Rojas Luque por la magnífica acogida, y felicitaciones por el nivel gastronómico y el clima elegante y relajado del local. Toda una experiencia que da prestigio a nuestra ciudad.
Para finalizar le pedí a Luis Casimiro que enviase un mensaje a la afición malagueña, a los miles de seguidores del equipo de Unicaja. “Me importa mucho los que van al Carpena. La afición me transmite cariño y respeto a la vez que exigencia. Le digo que gracias de todo corazón por estar siempre ahí. No me he encontrado con un solo aficionado que no me haya transmitido cariño, confianza y respeto”.
Humildes y sencillas palabras de un hombre que siempre quiere ser el mismo, que no admite dobleces y que se revela antes los que ponen en su boca cosas que no ha dicho. A quien tengo que confesar que le pregunté qué cambiaría si estuviese en sus manos y esta fue su respuesta. “No cambiaría nada. No soy quién. Las cosas hay que asumirlas y aceptarlas. Me cuesta ser Dios”.
Los vinos
Tinto: Matarromera crianza
Vino de la variedad tempranillo, D.O. Rivera del Duero. Nos regala agradables sensaciones frutales. Sabroso, intenso y elegante. Maridó a la perfección con el chivo que degustamos.
Blanco: Martin Codax
Extraordinario vino albariño de la D.O. Rias Baixas ideal para maridar con todo tipo de mariscos y pescados. Envolvente, equilibrado, fresco y maduro. Muy recomendable.
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