Lulu, de ser rechazada por una familia a debutar como "perra de cine"
"Llegó cuando tenía unos once meses de una familia que no la quería porque, como labradora nerviosa, les destrozó la casa", explica su educador Adrián Navarro
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Cártama/Lulu, una perra labradora de dos años, ha pasado de ser rechazada por su primera familia a debutar como "perra de cine" con un papel en Odio el verano, una comedia de Fernando García-Ruiz en la que ha participado de la mano del centro de educación canina que la ha adoptado.
"Llegó cuando tenía unos once meses de una familia que no la quería porque, como labradora nerviosa, les destrozó la casa", ha explicado a EFE su actual dueño, educador y director del centro Lopecan, Adrián Navarro, que primero decidió "rehabilitarla y buscarle una familia" y después acabó acogiéndola y convirtiéndola en actriz.
Según cuenta, desde la empresa Animales de cine -conocida por Pancho, el perro millonario o por el personaje perruno Valentín de la serie Aquí no hay quien viva- buscaban a una perra que ladrara a la orden, una acción para la que Lulu ya tenía tablas al actuar a diario desde el centro como "perra de rescate" en charlas de concienciación de tenencia responsable y bienestar animal en colegios.
Trucos para ser actriz
"En la película es el típico perro que da por saco, está loco, echa las patas, roba la comida y ladra. Es un trabajo atractivo porque le hemos enseñado trucos que normalmente les enseñamos a no hacer en la vida normal", incide su educador.
El filme, rodado en Canarias en febrero y marzo y con un reparto destacado por Jordi Sánchez, Kira Miró, Julián López y Malena Alterio, entre otros conocidos actores españoles, centra su trama en varias familias que, por un error en una reserva vacacional, deben compartir casa durante todo el verano y, Lulu aparece "fastidiando a las otras familias y liándola".
Es una perra "muy proactiva y bastante inteligente" que no solo entiende las órdenes antes aprendidas que le llevaban a portarse bien, sino que, asimismo, sabe actuar ante las cámaras en el transcurso de las palabras "acción" y "corten" de forma contraria y maleducada.
Previo al rodaje, en el plazo de un mes, Navarro trabajó con Lulu las acciones que le pedían para las escenas, luego remarcándolas días antes para perfeccionar la actuación, con la complejidad de también trabajar con los actores, en un set y en ocasiones con señales a distancia.
"Hubo una acción que nos costó muchísimo trabajo: entraba en un avión, y en el tercer asiento, en el que estaba el actor Julián López, tenía que subirse y chuparle la cara", ha destacado Navarro, que ha insistido en la dificultad de "discriminar" entre filas y después continuar con lo exigido.
A pesar de ello, Lulu demostró tener "una gran predisposición al trabajo y sobre todo a agradar. Le encanta agradar", cualidades que su cuidador considera indispensables para ser el "perro actor perfecto", además de disponer de "la energía suficiente para hacer cuantas repeticiones sean necesarias".
"Fue una experiencia muy gratificante, todos súper amables y cariñosos, muy divertido y sobre todo muy enriquecedor", ha indicado el educador, quien después del rodaje ha podido "aplicar muchas cosas" aprendidas allí en su trabajo de modificaciones de conducta con otros perros.
A su vez, lo fue para Lulu que, según cuenta, "se bajaba súper contenta, llegaba y se iba a saludar a todo el mundo, la querían como a uno más y al final éramos parte de toda la trama".
Educación para rehabilitar canes
Además del trabajo artístico con el que el director de Lopecan ha llevado a otros perros a escena el centro alberga actualmente a cerca de setenta perros, veinticinco de ellos suyos, y su actividad principal es la educación canina en socialización y en casos de agresividad para adaptarlos a su entorno familiar, así como en la colaboración con la Protectora de Málaga.
Entre los retos del centro, con nueve años de trayectoria, destaca la posibilidad de "rehabilitar" a canes que pensaban ya sin posibilidades y con muchos años en la protectora, con los que, en casos particulares han optado por darles otra vida dentro de su familia canina.
"Normalmente los perros que trabajamos aquí son los más extremos y los tenemos entre tres y seis meses porque realmente tienen un problema grave, por ejemplo, aquellos que ya han mordido a media familia o que van a sacrificar", ha explicado.
A ello se unen los "casi siete meses de lista de espera" para acceder a este espacio, lo que se traduce en que los perros que acaban llegando ya hayan estado previamente con otros educadores y su paso por Lopecan represente, para muchos, "su última oportunidad".
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