Macarena Vallejo, psicóloga social: "Se está cuestionando la violencia hacia las mujeres y ese discurso la naturaliza"
La profesora de la UMA considera preocupante la proliferación de relaciones tóxicas entre los jóvenes y reclama más recursos y acompañamiento para las víctimas
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Málaga/Un total de 49 mujeres han sido asesinadas en España por violencia machista durante 2022, once de ellas ya confirmadas durante el mes de diciembre, uno de los más trágicos desde que hay registros, y con varios casos en investigación. En enero, cuatro crímenes machistas y un feminicidio marcaron en rojo el pasado fin de semana. El crimen de Natalia, la mujer decapitada en Marbella, certifica la alarmante escalada de esta violencia que parece ganar terreno en lugar de desaparecer. La profesora de la Universidad de Málaga y psicóloga social Macarena Vallejo reflexiona sobre las causas, las secuelas y los recursos necesarios para apoyar a las víctimas.
-Las cifras de asesinatos de mujeres se están disparando. ¿Qué cree que está ocurriendo?
-En diciembre, en navidades, siempre se produce un aumento de la violencia, son fechas complicadas, pero hay otros factores de orden psicosocial e incluso político que podrían estar afectando en esta escalada. Aunque la violencia de género está reconocida por órganos internacionales y en nuestro estado de derecho, es verdad que se está cuestionando desde algunos sectores de la sociedad y este discurso lo que hace es naturalizar la violencia hacia las mujeres. El grado máximo son los asesinatos machistas, que es lo que más nos alarma y más con este volumen de asesinatos, pero no debemos dejar de atender que la violencia comienza mucho antes. Un factor fundamental a nivel social es que se naturalicen diferentes discursos como que no existe la violencia de género o que solo se da en ciertos sectores de la sociedad.
-Pero está más que demostrado que esta violencia ataca sin distinción, ¿no?
-Las víctimas no son mujeres inmigrantes o de bajo nivel social exclusivamente, la violencia de género afecta a todas las mujeres independientemente de cuál sea su nacionalidad, su clase social o su nivel educativo. Hay otra cuestión preocupante y es la normalización de muchas relaciones tóxicas, conductas de control a través de las redes sociales en personas jóvenes, se dan con mucha frecuencia conductas de riesgo que son los inicios, que pueden provocar una violencia constante y desgraciadamente terminar en un asesinato machista.
-¿No vamos a mejor en una sociedad supuestamente más evolucionada?
-Cuando nos acercamos a la realidad de los centros educativos, de los adolescentes, vemos que hay un sector muy concienciado, que tienen impregnados nuevos modelos de relaciones, pero lamentablemente también se dan pasos para atrás en relaciones mucho más controladoras, donde los celos se entienden como una demostración de amor, se les dice cómo se tienen que vestir o se les prohíbe ciertos contactos en las redes. Ahí sí que tenemos que estar muy pendientes porque se ha dado un paso atrás. A nivel social también hemos retrocedido al poner en cuestionamiento de nuevo si existe o no la violencia de género y si existe como violencia específica. Eso no implica que no haya otro tipo de violencia, pero hay que tener claro que existe una violencia con raíces específicas que se basa en unas relaciones de poder desigual entre hombres y mujeres. Y lamentablemente las estadísticas están ahí, con este nivel de asesinatos que es absolutamente deleznable.
-También se cuestiona a los movimientos o las mujeres más empoderadas...
-Sí, también aquellos movimientos o mujeres que tienen un discurso de autoestima fuerte, proyectos de vida relevantes, desde ciertos sectores se entiende como algo negativo, te toman de radical, no solo a nivel político o macrosocial, sino en la vida diaria, las mujeres muchas veces tenemos que justificar comportamientos o decisiones de la carrera profesional, de por qué no queremos ser madres, o este tipo de cosas. Eso también son los inicios de la violencia. Este contexto social influye en que sea más fácil que se produzcan r
elaciones desiguales.
-¿Las mujeres identifican la violencia de género?
-Creo que hay una generación, entre los 30 y 40 años, en la que teníamos muy marcadas las líneas, lo que no podíamos aceptar, pero en las generaciones más jóvenes estamos viendo como esos comportamientos iniciales, o no tanto, de la violencia no se están identificando, se dan como pautas normales de relación cuando implican control, dominación o hacer cosas que no te sientes bien haciéndolas. A nivel social tampoco identificamos algunas cosas como violencia, por ejemplo, que hagan chistes machistas delante de una mujer, distintos comportamientos en series de ficción, en la música... Hay muchas cosas que se toleran, queda bastante por hacer todavía.
-¿Y faltan herramientas para enfrentar este tipo de violencia?
-Las leyes están, pero es evidente que los mecanismos no están funcionando. Hay que mejorar los mecanismos existentes, a nivel legislativo y, muy importante, de recursos. Las víctimas pueden poner una denuncia a su agresor, pero si después no hay recursos para que esa mujer vaya a un centro de acogida, para que tenga un apoyo psicológico, una terapia grupal, inserción laboral... La ley es esencial, sin ella no podemos avanzar, pero luego hay otros recursos necesarios para que esa mujer salga de esa situación de violencia. Es esencial que se destinen recursos a la educación emocional y el empoderamiento de chicos y chicas. Invertimos poco en ello, en la gestión de conflictos, en el cómo relacionarse con el otro... Tenemos que hacer una labor pedagógica de prevención.
-¿Qué secuelas psicológicas deja la violencia de género?
-La violencia de género no suele empezar con violencia física, se inicia una relación desigual y va avanzando con lo que llamamos estrategias de dominación. A nivel psicológico empieza a causar malestar, inseguridad, deterioro de la autoestima, sentimiento de culpa... Es tanto el desgaste emocional que eso también tiene secuelas físicas. El control, las descalificaciones, la actitud paternalista va provocando un daño psicológico que se agrava con los chantajes, las amenazas, los insultos, los desprecios, y eso tiene consecuencias de ansiedad, trastornos del sueño, estrés, impotencia, indefensión, pensar que no puedes escapar de esa situación... En la cúspide está la violencia física, que provoca un nivel de deterioro absoluto a nivel psicológico y social, la mujer no puede trabajar, no tiene sus redes de apoyo... Más allá de los golpes se produce pérdida de cabello, obesidad, trastornos hormonales...
-¿Se denuncia poco?
-Sí, creo que se denuncia poco aunque haya un leve aumento de concienciación en el entorno social. Es más común que un familiar, una vecina o una amiga se atreva a poner en conocimiento la situación. Y muchas veces la mujer está en tal deterioro mental y físico que no es que no quiera denunciar, es que tomar esa decisión es muy complicado. La clave está en hacer un buen seguimiento de esa denuncia. Y no solo policial, también psicológico. Es fundamental el acompañamiento a la víctima.
-Pero para eso hacen falta recursos que no se ponen sobre la mesa...
-Exactamente, y ese es el gran problema. Los juzgados están saturados y esos profesionales también necesitan una formación específica para atender esta realidad específica. Hay que invertir porque esta es una lacra social de la que todos debemos de ser conscientes y tenemos que tenerla como una prioridad de Estado, si no invertimos a las mujeres nos matan. Y no es un problema de nosotras, es de toda la sociedad.
-¿Que opinión le merece la nueva ley del 'solo sí es sí'?
-Está siendo una ley polémica porque en algunos casos está habiendo una revisión de las penas y debería estudiarse si se necesita una rectificación legislativa. Pero una cosa es el aspecto legislativo y otra el simbolismo de la ley, que creo que es altamente positivo porque transmite que solamente cuando hay pleno consentimiento, cuando dos personas libremente deciden mantener una relación sexual, cuando hay un deseo de ambos, es una relación sana y en igualdad. Ese debe de ser el centro, no en que yo me tenga que negar. Ese es el valor psicológico fundamental y el espíritu de la ley, considero.
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